Volvíamos cansados. Era un sábado en el que ninguno de los dos esperábamos regresar juntos. Ella había quedado con un tipo al que conoció por internet y, aunque su equipaje estaba en la habitación de invitados, en el bolso llevaba una tanga negro dentro de lo que parecía un huevo kinder. Antes de salir de la casa me lo había enseñado mostrándome las intenciones de loba que traía.
- No me como un rosco desde hace lo menos tres meses. - Me había dicho.- Hoy triunfo.
Cristina era de esas compañeras de trabajo que, cuando te das cuenta que no te la vas a follar, terminas haciéndote amigo suyo y contándole todos tus neuras. Vivía fuera de Córdoba y a veces se quedaba en casa cuando en el curro salíamos tarde o nos íbamos de marcha. Miraba el final de un partido de basket cuando ella se plantó en el salón y girándose me preguntó:
- ¿Como estoy?
Llevaba un vestido blanco, uno de esos de encaje y minifaldero que dejaba ver sus piernas largas y morenas. su pecho, sin ser abundante, le marcaba todo el talle luciendo una figura espectacular. Llevaba el pelo suelto y tacones de cuña. Cristina era alta y sabía sacar todo el juego a ese tipo de vestido.
- ¡Que hija de puta!- Le dije- ¡Estás buenísima! ¿Me quieres decir porque cuando quedas conmigo no te pones en ese plan?
- Por que contigo no tengo intención de follar.
- Anda tía guarra, tírale ya para la calle que todavía dejo el partido y te meto de todos menos miedo. - Bromeé.
- Mañana nos vemos en el curro. Tráeme la bolsa pequeña que he dejado en la habitación ¿vale? He dejado ropa en el trabajo pero no tengo el maquillaje.
- Vaaaale.- Contesté.- Si el tipo es un imbécil dame un toque. Yo estaré en la calle. Me llamas si necesitas algo. Aunque con esa pinta que llevas creo que no vas a necesitar nada de mi. Consigues lo que quieres. ¡Seguro!. Venga para afuera que si no...
Me levanté del sofá como si me fuese a abalanzar sobre ella y sonriendo coqueta abrió la puerta de la calle. Me lanzó un beso desde el dintel y cerró.
Dos horas más tarde recibí una llamada suya para recogerla en el centro y, sin pensarlo mucho, terminé la cerveza, me despedí de los amigos fui a buscarla. Cuando llegamos a casa se cambió de ropa. No traía pijama así que se colocó una de mis camisetas que se le quedaba poco más corta que la minifalda que llevaba. Ella cogió media tarrina de chocolate que quedaba en el congelador y a mi me puso un whisky. Cuando nos sentamos en el sofá empezó a contarme.
Al parecer el tipo si que era un imbécil, tan imbécil que había perdido las ganas de follárselo una hora después de conocerlo, tan imbécil que no supo aprovechar la media hora que le ofreció de margen para que dejara de equivocarse. Tan imbécil que nunca más volvería a verlo. Así que cansada de esperar imposibles lo había dejado en el restaurante y me había llamado.
Había terminado mi whisky y la dejé en el sofá con el helado.
- Me voy a la cama. - le dije. - ¿Te vienes?
Sonrió y me dijo que no. Siguió con el helado mientras buscaba el mando a distancia de la televisión.
No habría pasado más de cuarenta minutos, me había despertado la luz de la televisión que se iluminaba en el pasillo. Cristina seguía en el salón. lo que no sabía era si dormida o despierta. Era dificil escuchar lo que tenía puesto pero notaba los cambios de escena. Me levanté para apagarle la tele. La manía de dormir con boxer hacía que mietras me levantaba sin hacer ruido para no despertala notase una corriente helada. A medida que avanzaba comenzé a escuchar la escena. Eran gemidos. Se había dormido y había comenzado una película porno. Preste atención y antes de entrar en el salón me di cuenta que todos los gemidos no eran iguales, algunos no venían de la película. Me asomé discretamente al salón y allí vi a Cristina, en el sofá, con mi camiseta levantada hasta su ombligo, la mano derecha bajo sus bragas y la izquierda en un un pecho. La boca entreabierta era la causante de mi insomnio. Sus gemidos me habían despertado. Respiraba profundamente mientras la mano seguía acariciandose. Las piernas abiertas parecían buscar un apoyo, una parada. Parecían buscar la polla que no habían encontrado esa noche.
Cristina notó mi presencia. Lejos de alterarse sonrió y palmeando uno de los lados del sofá me dijo:
-Anda, sientaté aquí.
-¿Necesitas ayuda? - Le pregunté mientras miraba sus bragas empapadas.
- No guapo. Ya me basto sola.- Rió.- Lo que necesito es que estes aquí. - Y volvió a palmear el lado del sofá.
Me senté diligente a su lado mientras seguía mirando la escena de la televisión. Un tipo abría de piernas a una chica y arrodillándose comenzaba a comerle el coño. Cristina entonces, como si fuese a ella a quien le metían la lengua se frotaba con una mano abriendo y cerrando sus piernas. Mi mano izquierda rozaba su muslo y con la derecha me desabroché el boxer. Empecé a tocarme la polla. Miraba como los dedos de mi vecina de sofá se perdían en su coño, como salían húmedos y volvían a meterse hasta llegar a la palma, como buscaban, siempre, ir más allá. Su respiración era pausada, acompasándola a la de la chica de la televisión. La mía comenzaba a ser más agitada. Si no paraba en ese momento me correría en cuestión de segundos. Cristina pareció darse cuenta y poniendo su mano en las mías me obligó a retirarlas de mi polla. Entonces apretó como si quisiera estrangularla. Noté como una primera sacudida de semén subía por la polla pero no llegaba a salir. Solo un líquido viscoso asomó por la punta de mi polla mientras su mano seguía apretando relajando mi orgasmo. El tipo de la televisión tenía a la chica en cuclillas ahora chupándole los huevos. Cuando Cristina notó que estaba otra vez relajado fue soltándome la polla, su dedo pulgar se encargó de recoger lo el líquido preseminal y refregarlo por el glande, entonces me soltó la polla. No había dejado de masturbarse y se bajó el tanga. Se giró para mirarme y abriendo las piernas puso su coño en mi cara.
- ¡Anda! - Me dijo.- Hazme ese favor. -
Y entonces , abriéndose con dos dedos los labios me dejó al descubierto su coño. Comencé a chuparlo como si fuese el helado de chocolate en un mes de agosto. Rápido, con ansia, como sin que le diese tiempo a derretirse y perderse por la galleta. Cristina estaba empapada y miraba la película. El tipo embestía una y otra vez a la chica que jadeaba. Ahora los jadeos que oía no sabía si provenían de la tele o de ella. Cristina me sujetó del pelo y me empujó contra sus piernas. Quería más. Quería terminar su noche con una corrida brutal y a estas horas le daba igual que fuese el tipo de la cena, el actor porno, ella o yo, quien se la proporcionase. Sus piernas me apretaban la mandíbula haciéndome daño, sus dos manos me tiraban del pelo mientras me empujaban a su sexo, noté como se derramaba en mi boca, su líquido caliente me alumbraba la barba. Durante unos segundos estuvo así, contraída, relajándose, después comenzó a despegarse de mi. Instintivamente me eché la mano a la mandíbula, como para ajustarmela y entonces ella sonrió.
- ¿Te he hecho daño? - Preguntó melosa mientras se levantaba del sofá.
- Bueno... - Le respondí yo mientras volvía a hacer el gesto con una de las manos mientras la otra iba a acariciarse la polla.
Cristina entonces acercándose a mi cara pasó su lengua por mi cara y volvió a recuperar los líquidos que había dejado.
- Ahora te lo arreglo.- Me dijo al oído. Mientras comenzaba a arrodillarse delante de mi.
Cristina fue bajando sus manos, su cuerpo y su cara a mi polla que estaba a punto de reventar. Con sus manos cogió las mías y me las puso a cada lado de las piernas. Me embistió con su cabeza, como cuando jugabamos a trompacarnero, para echarme atrás en el sofá y comenzó a comerme la polla. Cristina no chupaba la polla, Cristina la engullía. Su boca era una vagina y su lengua jugaba a aprisionarme. No le duraría mucho a ella y lo sabía. Cuando moví las manos para retirarle la cabeza volvió a sujetármelas. No tardé en correrme en su boca y entonces sacó mi polla de ella. El semén le corría por los labios e incorporándose se puso sus ojos a la altura de los míos.
- Es tuyo. - Decía mientras volvía a pasar su lengua por mi cara.-
Cristina se levantó y cuando intenté retenerla me echó la mano a un lado. Voy a la ducha me dijo. Mañana empezamos temprano y es tarde.
En la televisión la chica de antes se encontraba ahora haciendo un trío con otras dos chicas más. Me toqué la polla flácida. Apagué la tele. No iba a poder dormir mucho ese noche y el domingo tenía pinta de que sería uno de esos días raros.