He vuelto a casa. Abro la puerta y la llave no está echada. ¿Habrá alguien? ¡Hola! ¡Hola! ¿Hay alguien? Pregunto antes de cerrar detrás de mi. Nadie en el piso. Precisamente por eso es por lo que vuelvo a casa. Después de una inundación de la vecina de arriba, los pintores son los primeros que manda el seguro y por la mañana solo yo me puedo hacer cargo de recibirlos, los inquilinos están fuera. Mi nene está fuera y los otros están trabajando. Y entonces... ¿Si no hay nadie por que no cierran?
El tendedero está en mitad del salón. Habrá que quitarlo, pienso. Los pintores necesitarán espacio. El salón, el pasillo, la habitación de los locos y el baño. Voy recorriendo esos lugares para ver como están. Si han preparado las habitaciones esperando al pintor. En la habitación la cama está sin hacer. ¡Joder, mira que avise! No puedo evitar estirar la sábana y colocar bien la almohada. Las cosas que sobresalen de la estantería las coloco en un lugar donde no peligren cuando coloquen los plásticos para pintar. No puedo reprimir pasar un dedo y llevarme una costra de polvo. Cojo un paquete de pañuelos y sacando uno lo extiendo para llevarme el resto del polvo acumulado. La mesa parece que tiene otra costra de polvo parecida. Me resigno. En el baño hay infindad de productos de higiene, de limpieza y algunas cremas y mascarillas. El espacio del mueble donde puede guardarse esos botes tiene dos que están vacíos. ¡Vacíos! ¿Por qué guardan los botes de gel vacíos? Los recojo y los tiro a la basura. ¿Donde tienen estos el inorgánico? ¡No jodas! ¡Ni siquiera reciclan! Con mucha pena los meto en una bolsa arrugada que encuentro en la cocina. Los llevaré después a la basura.
Son casi las ocho . Suena el teléfono. El pintor es puntual. Abro la puerta y empiezan a meter bártulos. Yo recojo mi mochila, mi ordenador y me voy a mi antigua habitación. Los papeles de pictolines
campan por la papelera y alguno se ha colado bajo el armario. Dos botes de desodorante, uno acabado, varias botellas de agua, lanjarón, fontvella, solandecabras, hay casi de todos los formatos. Mascarillas.... ¡La de mascarillas que hay en la habitación! Unas abiertas, otras sin abrir. muchas fundas entre la mesa y la mesilla. ¡Y polvo! ¿Aquí nadie limpia el polvo en su habitación? Mi nene tiene mi antigua habitación llena de comics por las paredes. Donde otros tienen un corcho y van colocando sus recuerdos, él usa la pared entera. Bien... ¿Qué parte de culpa tengo en esto? ¿Cuántas hostias me han faltado por darle? Se me ha ido de las manos eso de que tiene que aprender él. Parece que no aprende. Recojo mínimamente la mesa, un poco la estantería. Lo justo para poder colocar mi ordenador mientras trabajan los pintores. Lo justo para poder hacer esta entrada. Para no cabrearme y enviar un whatsapp instándole a venir lo más rápido posible para limpiar su habitación. He encontrado unas zapatillas de paño, son de él. Yo llevo años sin usar zapatillas de paño. ¡Son ideales para lanzarlas a la cabeza! Pienso. Madurar debe ser contener las ganas de dar hostias a quien las merece intentado que se de cuenta de que hay otras opciones mejores. ¿O eso es hacer el gilipollas? ¡No recuerdo!
El caso es que cada vez me parezco mas a mi madre. Aunque mi madre no había madurado mucho aún y me hubiese dado las dos hostias si yo dejo la habitación como la tiene mi nene. El caso es que tendré que hacer algo de provecho, que no limpiar, en este rato de pintura. Y la entrada se me está alargando, así que...
Nos vemos pronto. A ver si puedo contar cuando venga el electricista o el acuchillador, para el parqué no para mi hijo, y el piso es algo mas que una maraña de pelusas.