- ¡NI SE OS OCURRA SUBIR HASTA QUE OS LLAME!
La que grita así es la vecina de enfrente. Todos los días sube a la una y media para preparar la comida. Sus hijos asienten disciplinados. En el bloque se comenta que manda mas que el Sargento Arensivia. Coge un bolso playero y sale de la piscina comunitaria. Su grito me ha despertado. Me apetece un cigarro. Lo busco pero no encuentro ninguno.
- ¡Oye cari! - Le digo a mi novia que es la que me invita a su piscina.- Me he quedado sin tabaco. Déjame las llaves y voy a tu casa por un paquete que tengo en la mesilla.
Mi novia deja el Semana que está leyendo y es ella la que busca a hora en su bolso. Me entrega unas llaves impersonales. De esas que solo tienen un llavín de color rojo con una etiqueta que pone: Piso. Me calzo mis zapatillas de esparto, me coloco la camiseta, las gafas de sol y guardo las llaves en el bolsillo del bañador. Hay un paseo agradable hasta el portal a través de los jardines comunitarios. A unos veinte metros veo a la vecina que espera el ascensor. Entra. Yo sigo mi ritmo. No acelero el paso para atraparlo pero cuando llego me está esperando con la puerta abierta.
- Entra.
No es una pregunta, ni si quiera una posibilidad. Es una orden.
- Gracias. - Le digo cohibido.
Es ella la que pulsa el número cuatro. En el trayecto no hablamos. Cuando la puerta vuelve a abrirse le cedo el paso. Ella gira a la derecha, en una mano lleva las llaves del piso. y con la otra, echandose el bolso a un lado, se desanuda el pareo. Yo giro a la izquierda, al piso de mi novia, y le echo un ojo al culo de la vecina. que está abriendo la puerta. Entra y entonces, como si me pillasen en falta, me pongo mirando a la puerta y empiezo a buscar las llaves en mi bañador. Las encuentro pero no doy con esa que debería abrir la puerta. No he oído cerrar la puerta de la vecina. Me giro. Ella está con una mano en el dintel. El bolso y el pareo en el suelo del pasillo. Me mira.
- Entra. - Me dice mientras su cabeza es la que hace un gesto para que pase a su piso.
Igual que como hace un minutos en el ascensor no lo pide. Lo ordena Dejo de mirar las llaves y en cinco zancadas, con la cabeza mirando el suelo, me dirijo a su puerta. Me franquea la entrada hasta el salón y cierra.
- ¿Si? ¿Que quer...
- Shhhhh. - Me chista poniéndome un dedo en la boca.
Entonces me coge de la mano, me lleva al sofá y me deja delante de él. La miro asustado. Se quita las bragas el bikini y de un tirón me deja el bañador en los tobillos.
- Es... siii... - No consigo articular palabra.
Con una mano me empuja y caigo en el sofá. Se sienta encima de mi. ¿Desde cuando tengo yo esta erección? Ella cogiéndome la polla se ensarta.
- ¿Oiga! - Consigo decir por fin.
- ¡Que te calles! - Y lo dice enérgica. Sabiendo que no va a tener réplica.
Cierra los ojos y me coloca las manos en los hombros. Ni siquiera me he quitado las gafas de sol y las manos las tengo apoyadas en los cojines del sofá. Queriendo demostrarme que no tengo la culpa de nada. Que solo soy un mandado. (Un favor se le hace a cualquiera. Siempre recuerdo la frase de mi madre cuando tenía que bajar la basura a la vecina sin ganas.) Ella sigue moviéndose encima de mi. Primero lentamente después va acelerando el ritmo. Después de siete u ocho embestidas rápidas se detiene. Me coge las manos que tengo a una distancia prudencial de su cuerpo y se las pone en el culo.
- ¿Te crees que soy la pija de tu novia? ¡FOLLAME DE UNA PUTA VEZ!
Y como si solo me hubiesen dado al interruptor de cabrón. Le doy un chanquetazo en su culo con una mano mientras la otra la mando a pellizcarle una de esas tetas que aún están guardadas por el sostén del bikini. Aún está mojado. Se lo echo a un lado. Le dejo al aire el pecho izquierdo. El pezón lo tiene apuntándome y se lo muerdo. Gime y me tira del pelo. Sigue moviéndose encima de mi. Ahora de lado a lado. Restregando su clítoris entre el rasurado del bajo vientre. Vuelvo a palmearle el culo. Se lo amaso. Tironeo el bikini y dejo las dos tetas a mi vista. De una a otra voy mordiendo sus pezones. Tiene el pelo en la cara y se muerde los labios. Me echa hacia atrás y se levanta de encima de mi. Sin decir nada se apoya en la mesa. Es su culo quien me apunta ahora. Me levanto. Me quito el bañador pisándolo con las piernas. Voy hacia ella y le toco el coño. ¡Está empapada! Mi polla está deseando seguir follando a la vecina. Ahora soy yo quien marca el ritmo. Rápido, Brutal. Ella se deja caer. Sus tetas rozan en cada embestida el cristal de la mesa. Mi saliva que aún está en sus pezones dejan una señal, Como esa de los caracoles cuando andan. De un lado a otro de la mesa. La agarro del pelo y echa la cabeza atrás.
- ¡Mas fuerte cabrón!
Acelero el ritmo y la fuerza de las embestidas. Sus piernas chocan con la mesa y empiezan a desplazar la mesa. Le he vuelto a dar varios golpes en su nalga izquierda. La tiene roja. Estoy a punto de correrme y la agarro con las dos manos de su cadera. Me corro y decelero el ritmo. Es ella la que se echa hacia atrás para aprovechar las últimas embestidas mientras sigue masturbándose el clítoris con su mano. Me separo de la vecina. Ella se da la vuelta y me muestra su dedo empapado. Me lo mete en la boca. Cuando lo saca. Me dirige con la cabeza a la puerta:
- Vete.
Recojo el bañador y me lo voy colocando entre las cinco zancadas que separan su piso del de mi novia.
En en la zona de la piscina con un cigarro encendido. La vecina, desde la terraza del salón grita a los niños.
- ¡MARCOS, RUBEN, SUBID YA!
Los niños, disciplinados, salen de la piscina y recogen sus toallas con rapidez.
- Esta tía es una mandona de cuidado. - Me dice mi novia sin dejar de leer el Semana.
- ¡No lo sabes bien!