Loquillo y Trogloditas.
La Mataré.
Hace tiempo, en concierto del Loco, un tipo le solicitaba desde la valla una canción: La mataré. Algún que otro descontento de la vida, yo mismo, y algunas chicas alrededor, le coreábamos esperando que Los Trogloditas comenzasen a tocar los primeros acordes de esa canción. Entonces Loquillo, dirigiéndose al tipo, al coro, les soltó: Ya no canto esa canción.
¡Fríos! Nos dejó fríos.
Entonces empezaron los acordes de Cadillac Solitario. Dignos seguidores de Jose Mª Sanz la memoria nos devuelve a otros derroteros y nos vemos borrachos en aquel Seat Ronda que de vez en cuando le quitábamos a nuestro padre sin que lo supiese, o al menos sin que pusiese el grito en el cielo. El Cadillac era impensable pero las sensaciones las mismas.
Quizá ese día nos dimos cuenta que nos hacíamos mayores. Que era políticamente incorrecto jalear que mataríamos a nuestro amor. Que no estaba bien querer así. Quizá ese día empezamos a morir y a darnos cuenta que ya nunca amaríamos como antes. Que nos lo estaban prohibiendo. Años de tangos, tirados por la borda. Se que esa canción es la de mucha gente, la de algún amor que nos dejó tirados. Es la canción del desespero. De las traiciones. Es la canción que hemos cantado todos. Puede que solo le sobre los últimos cinco versos pero entonces no sería una canción completa. Quizá nunca seamos capaces de matar a quien tanto quisimos pero si que enloquecimos con su contacto, que hubiéramos muerto por su risa, que fuimos su esclavo fiel con la más grande de las sonrisas solo por cumplir lo que nos mandaba, y deseamos que algo haga conmover a esa persona que le produzca tanto daño como ella a nosotros. Aunque también queramos que se refugie en nuestros brazos al segundo siguiente.
Al fin y al cabo es solo una canción, ni una declaración de intenciones, ni un futuro predecible. Solo la canción que nos recuerda que una vez amamos a alguien y no fuimos correspondidos como nos hubiese gustado.