No, no, no y no. Es fácil. Solo hay que decir: ¡NO! No puedo irme a la calle. Estoy tieso.
Así que con la cartilla aprendida me pongo a pedalear para el curro. Es temprano, faltan tres horas para mi turno pero entre la semana de la movilidad, los colegios y que estamos descabezados, vamos que no tenemos ni un jefe a la vista, hay que hacer el paripé. Toca hacer de guía para un colegio de Villaviciosa.
La cuesta de Gran Vía Parque no es espectacular, un paseito con dos levantadas y poco más pero siendo las nueve y media, con los ojos apuntalados con palillos de dientes para que no se vayan al suelo y una bicicleta que no se pone a régimen... se me está haciendo eterna. Para colmo a la altura de la Plaza de Toros han puesto otra jaima más. Esta vez en mitad del paseo, ya nos habían jodido el carril bici y ahora también les joden el paseito a los viajantes del Imserso. Todo sea por la Davis. El caso es que hago un quiebro con el manillar y cuando parece que la tengo sorteada me encuentro con una señora que pasea a su perro. Es un pequines que tira de un hilito de cinco metros, a la dueña aún no la he visto. Mi vista no alcanza para tanto. Cuando freno y pongo los pies en el suelo alguien debe haber visto mi cara de asesino de caniches porque me ha parado gritandome:
- BUBOOOOO.
Me doy la vuelta y me encuentro a un calvo gordo con perilla y una camiseta verde que parece un molino de Don Quijote haciendo aspavientos con las manos. ¡Coño! ¡El Moi!
- Pero tío... ¿Que haces con esa pinta? ¿No estabas en Pozoblanco? -Le digo al Moi señalando la camiseta que lleva de la Davis.
- Que soy voluntario. Me he pedido vacaciones, estoy en casa de mi hermana y como pedían gente que estuviese metida en el mundillo del tenis... pues, me he venido para acá.
- ¿En el mundillo del tenis? ¿Túuu? ¿Que haces de pelota?
- ¡Cabron sigues estando igual! ¿Ehhh? Que no, que estoy en el club de Pozoblanco y me molaba esto. Estoy en casa de mi hermana.
- ¿En casa de tu hermana? ¿Con el gilipollas de tu cuñado?
- ¡Que va! Lo mandó a la mierda. Está con unas ganas de cachondeo que parece que no ha salido en tres años. Ayer terminamos a las cuatro y hoy dice que hay que ir a la Corredera a ver a la Mala Rodríguez. ¡Vente tío y nos tomamos algo!
- ¿En el Patri? ¿Con tu hermana? Salgo a las nueve del curro, nos vemos a las diez ¿vale?
En esto aparece una señora que lleva un pequinés en el brazo. Y mirándome como si le debiese dinero, cosa que no me extrañaría, me dice:
- ¡Joven! A ver si tiene usted más cuidado. Por aquí no se puede ir corriendo con la bicicleta. Casi atropella a mi Cuquilla.
- ¡A que? - le pregunto como si no la hubiera visto en mi vida.
- ¡Señora! Lo que no se puede es llevar un perro tan feo por la calle. ¡Anda, ya, la tía esta! - Le grita el Moi mientras la mujer comienza a retirarse indignada.
Nos reímos como hacia años no le había vista hacerlo. Y me despido mientras empiezo a pedalear de nuevo.
-¡Bubooo! ¡En el Patri!
- ¡A las diez! ¡Fijo! - Le grito.
La cuesta de Gran Vía Parque ahora no parece tan pesada. Y empiezo a recordar que yo tenía algo pendiente cuando subía pedaleando. ¿Como era? ¡Ah si! Era: ¡No! Decir no. Pero... no ¿a que?