Después de este año tan atípico, por mi parte no está ni entre los tres peores, espero que sepamos valorar lo que hay cerca de nosotros y lo disfruteis como cuando eramos niños. Que escribais mucho y si sois de regalos que vengan con lo que soñais, nada de corbatas y pañuelos que parecen inutilees.
Divertíos y disfrutad.
Este año será muy difícil poder estar juntos. Pero espero estar preparado y el siguiente, te prometo, que no nos volverán a separar.
Le dice mientras quita un hoja que ha caído en su tumba.
La niebla está espesa como gelatina. Se que hay calle más allá de los diez metros que puedo ver. Años pasando de un lado a otro me lo confirman pero... ¿Y después? ¿Y si está esperando detrás? O peor, y ya viene a por mi. ¿Como escapar en tan poco tiempo? Dos o tres segundo solo para ver como aparece entre la bruma. Sin tiempo a huir. Si al menos supiese que se esconde. Pero... ¡Solo incertidumbre!
Que mala jugada esta de la imaginación, esa que siempre me falla frente a un papel en blanco, y se desborda en en el lienzo de esta puta Niebla.
¡Hijo de puta!
Dos meses entrando y saliendo de mi casa, de mi cabeza, de mi vida. Comiendo a mi lado, velando su sueño, escuchando sus historias, que por cierto son casi siempre de madrugada cuando el sueño me vencía. ¡Dieciseis capítulos! Dieciseis capítulos en los que lo he hecho el protagonista de toda la historia. Y ahora, el muy cabrón me dice que no es un personaje inventado de mi cabeza, que es el antiguo propietario y que lleva dos años muerto.
Un paso, otro mas, aún le quedaban tres para llegar al abismo. Podía ver el mar, escuchar las olas quebrando en las rocas, saborear la sal y oler su su miedo. Otro paso, mas lento, mas inseguro. Tragando saliva, con los ojos vidriosos y echando de menos el ánimo rezagado que le había empujado hasta ese momento. Avanzó algo mas, ni siquiera es un paso pensó, y consiguió ver la espuma efervescente subir por las rocas.
- Como nata y chocolate. - Se sorprendió al darse cuenta que lo había dicho en voz alta.- Como nata y chocolate- Repitió.
Y sacando la lengua por la comisura de sus labios volvió a saborear la sal. Pensó que tenía hambre, y ganas de tarta. Que quizá hoy no era un buen día para saltar. O al menos no era un buen momento para hacerlo con la estómago vacío.
... De la memoria tu sabes que solo regresa
lo que quiere, no lo que con fuerza
invocamos. Volvíamos a ser niños
de regreso a casa, sin nadie
que nos esperase.
De Antonio Luis Gines,
en Ratones
del libro Antonov.
Desde el otro lado de la calle llama a su madre. Es un grito sordo, constante. Con una mano se sujeta la pierna herida. No puede moverse.
Desde el otro lado de la calle su madre le grita que aguante. Que no se preocupe, que todo va a salir bien. Que es muy valiente.
Desde la terraza veo el llanto del chico y la impotencia de la madre. Espero que encuentre el valor para atravesar la calle y abrazarlo para disponer, aunque solo sea por un segundo de un disparo certero.
- ¿Qué me pongo? - Pregunta él con las puertas del armario abiertas.
- ¡No sé! Ponte lo que quieras. - Le dice ella que aún no se ha quitado el pijama.- Yo me voy a cambiar ya mismo.
- ¡Ya! Pero... ¿Qué me pongo?
- Pues ponte lo que quieras.
Así que como es domingo, pero está lloviendo, se coloca unos vaqueros y una camiseta negra con unos calcetines grises. Si deciden salir solo necesita calzarse unos zapatos, si deciden quedarse en casa es una ropa cómoda y podrá leer el último libro que tiene pendiente, o quizá escribir un micro, hace días que no toca el ordenador y le apetece jugar con el teclado.
Enciende el ordenador y se sienta en el sofá, ha dejado de llover. Ella se colocado un chandal viejo. Entra en la cocina y coge la mopa.
- ¿Qué haces? - Pregunta él mientras mete la contraseña del PC.
- Voy a pasar la mopa y fregar el baño. Y a ver si pongo una lavadora que hay ropa de color.
- Peeero... Si solo hay dos camisetas y algo de ropa interior. Y ayer ya estuvimos limpiando.
- Si, pero el baño está sucio...
- ¿De un día?
- Es que como me he echado el tinte. Mejor limpio que no se vaya a quedar nada. Voy a darle con lejía
- Joooder. Bueno, venga. - Dice levántandose del sofá.- Pero me lo podías haber dicho y no me hubiese puesto de negro.
- Deja, yo lo limpio.
- ¡Claro! Y luego pasas la mopa, y pones la lavadora que quieres, que se podría poner mañana o pasado, y mientras yo me quedo en el sofá con regomello por que lo estás haciendo tú todo. Además de quedar como un completo machito por no dar un palo al agua en casa. ¡Noooo! Yo le doy al baño. Eso si, cuando terminemos al sofá los dos, o a la calle, pero sin hacer nada.
Pero esto es solo un deseo mas que una sugerencia, por que cuando empiezas a limpiar es fácil que una cosa lleve a otra, y la lejía, la puta lejía, no sé como se las arregla para joder la ropa oscura y no habría problemas si cuando alguien pregunta ¿que me pongo? Al menos la respuesta fuese una idea de lo que tienes en mente ese día. Algo como: Ponte lo que quieras pero nos vamos de senderismo, o con la bicicleta por la ciudad. Ponte lo que quieras pero vamos a limpiar la casa como si fuese a venir la Reina de Inglaterra. Ponte lo que quieras pero después vamos a la cena de gala de Círculo Empresarial. Así que uno puede imaginarse por que hay tanta gente andando desnuda por casa. Por que uno piensa una cosa pero terminan con otra propuesta que es necesario coger. El honbre porpone y Dios dispone. ¡Juas! El refrán de verdad es: Dios propone y ella dispone.
Era el decimoséptimo mate que le daba de seguidas en el mismo día. Comenzó de nuevo otra partida. No habría un decimoctavo, lo tenía claro en el momento en que buscó la botella de agua en la cocina y bajo la manga deslizó un cuchillo de carne.
Suena el teléfono. El café humea en la taza. Echa una cucharada colmada de azúcar, media más y una última que es un lágrima dulce. Lo remueve lentamente. Respira el aroma y con el mando en la mano izquierda apunta al reproductor de música. Una melodía se confunde con la séptima llamada que da el teléfono. Un pequeño sorbo para descubrir que aún quema ese café. En la noventa llamada decide que es hora de contestar el teléfono. Nada más descolgar, se arrepiente.
Alguien me persigue. He visto su sombra, casi puedo olerlo pero la panadería de la calle me despista. Es curioso como ni siquiera de madrugada no puedo estar solo. Lo peor es esa sensación de seguridad, de hogar, que tiene el pan recién hecho. Como si el olor de un horno, de una candela, fuese sinónimo de estabilidad, de confianza. Me cobijo en el portal de la panadería. La sombra se aproxima. Una navaja asoma en su mano. Cada vez mas cerca el brillo del acero y solo se me ocurre cerrar los ojos para evitarlo. Me concentro en el olor que llega dejando de lado el pan. Ahora si. Mi perseguidor huele a Evento, la de años que no volvía a entrar en mi cabeza ese olor. La puerta se abre.
- Toma Carmelo, tu pan. - Le dice el panadero acercándole una bolsa de plástico del que sobresale una barra.
Con la navaja corta la mitad y mete las dos partes en la bolsa de plástico antes de hacer un nudo con ella. Los dos me miran.
- ¿Y usted... que desea? Me pregunta el panadero.
Y recomponiendo mi miedo matutino le pregunto si me podría dar dos molletes.
Leer a Burroughs es como mirar un cuadro del Bosco. Parece tener sentido pero cada página es como una de esas figuras del Jardín. Abstractas, absurdas, grotescas, aterradoras. Escenas que no puedes dejar de contemplar para encontrar todos los detalles. Cada una con forma autónoma para un relato pero que encanjan en un grupo anacrónico coherente.
https://www.instagram.com/p/BuoIqW_Dfw3/?utm_source=ig_web_copy_link
Con música del viento
bailan los árboles
brindando con sus copas.
“Mis sueños, mis escrúpulos, mis estudios, mi filosofía, me habían apartado de la ambición y sus caminos, era inepto para político, no podía ya aspirar a nada. Lo que hubiera dado yo por entonces por ser hábil, por ser ambicioso, por salvar a España y hacer a “Maolito” subsecretario.
Yernocracia.
Leopoldo Alas “Clarin”.
¿Como le explico a ella que se han equivocado? Que esto no es lo que pedí.
Y lo peor... ¡Que llevo fatal lo de devolver los paquetes!
No tengo imaginación como para rellenar los cuadernos que me regalan.
Bubo dixit.
No busques penas en los lienzos de Botí.
Porque cuando pinta colores tristes
su azul es cálido como un abrazo,
y el verde de las jaras trae el sol de Sierra Morena.
Porque en las fachadas blancas
está el corazón de sus habitantes.
No hay lágrimas en la pintura de Botí.
Pero, si te acercas lo suficiente,
escucharás el piar lastimero
de los gorriones que habitan en ella.
Te humedecerá la cara el salpicar
de sus fuentes y olerás el caldo
que preparan detrás de la esquina.
Entonces, quizá,
sean las tuyas las que aparezcan.
No amargan los bodegones de Botí.
Porque su naturaleza no está muerta.
Tiene el sabor de la fruta fresca,
del vino para la excursión del domingo,
de los recuerdos de aquel viaje a Portugal,
de las risas infantiles
que acumulan los juguetes.
No hay miedo en los paisajes de Botí.
Porque una mano experta
te guiará por Córdoba
con el mismo cariño
que la mirada infantil dibuja a su madre.
No hay luto en los cuadros de Botí.
En su pintura, solo hay vida.
Y esto está sacado de alguna libreta, uno de esos días que me da por pasear por los alrededores de la Mezquita y llevo cámara, cuaderno y un libro decente para verla con los ojos de un guiri.
 |
| Margot (En Tarzán) |
22/08/19 Lluvia fina. Luis Landero. Recomendación de Concha Jurado que leí en poco tiempo y me gustó. Quizá no tanto como para ponerlo como uno de los mejores libros del 2019 que dicen por ahí.
