Entro en Facebook. Voy curioseando la poca gente que tengo. Hace mucho que no publico nada que no sea una fotografía antigua que me recuerda el programa o algún comentario. Las últimas semanas solo un grupo de fotógrafos cordobeses llaman mi atención, ni siquiera el poker me llama para jugar. Pulso en mi perfil. Un marco de texto me pregunta ¿Qué estas pensando, Bubo? Y no se que pienso. O si. Por que resulta que pensar pienso todo el día. El problema es escribirlo. Esa manía de quedar para siempre, (aunque siempre es mucho tiempo y una unidad de de medir falsa) lo que se dijo, lo que se hizo o se escribió. Al fin y al cabo lo peor no es escribirlo. Puedes pensarlo, puedes escribirlo, al final, lo que de verdad es malo es que alguien lo lea. Que sepa lo que eres, lo que pensaste en un momento dado, dar tus ideas a voleo, sin saber quien leerá, sin saber si algún día te arrepentirás de ellas y tendrás que comértelas por que alguien te las echará a la cara. Lo peor no es pensar es que la gente sepa lo que piensas. Por eso nos gusta inventarnos personajes, asesinos que no somos pero lo pensamos, violadores, pusilánimes a los que rechazamos tanto como a los otros, misioneros en senegal o piratas de parche, cualquiera, por que también somos ellos y ninguno. Por que alguna vez hemos sido todos y nunca lo seremos. Pero ahora me da miedo ser algo. Que me vean, que me conozcan, si hablo de toros malo, si soy ecologista tampoco va bien la cosa, si lo hago de chicas peor y si no lo hago misógeno, si soy monárquico o republicano da igual, soy facha según unos, radical izquierdista según otros. Al final... Al final termino viniendo aquí que es mi rincón, mi rato de café, mi blog para escribir lo que me salga de la polla aunque no me aclare ni yo.
¡Que le den a facebook!