Hay gente a la que le encanta estrenar.
Tanto, que son capaces de suicidarse para tener algo nuevo.
Bubo dixixt.
Ella está deseando de llegar a casa y probarse de nuevo una prenda, un accesorio, de conjuntarla o no pero quitarle la etiqueta, sacarla a la calle, lucirla. Decir al mundo que eso es suyo, que le pertenece, que lo lleva mejor o peor pero que es algo que se ha ganado, que ha comprado, que le han regalado. Algo nuevo. Algo que ahora es de ella.
Él compró la prenda hace unas semanas. No volvió a colocársela frente al espejo cuando llegó a casa, está allí, en el armario. Esperando un día, un momento, en el que la prenda le favorezca, un día que tenga ánimos porque para él estrenar es un sacrificio. Usar una prenda que no has llevado nunca, que tienes que amoldarla a tu cuerpo, ¿y si al final es tu cuerpo quien se tiene que amoldar a la prenda?
A ella le encanta estrenar por eso cuando le pregunta cuanto tiempo llevan juntos habla de un mes de octubre, de besos y charlas en mesas de madera frente a los naranjos. Si le preguntas a él te dirá que fue por febrero. Aquella vez que la vió y supo que quería estar con estar con ella y nadie más. El día que decidió incluirla como una de las personas más importantes de su vida.
A ella le gusta estrenar y hacer sitio a las cosas nuevas. No tiene reparos en tirar alguna de las prendas que ya no usa. Alguna de esas que estrenó con la misma ilusión que la última. Alguna que alguien le regaló y ya... ¡Está vieja! O simplemente no usa.
Él tiene ropa de hace años, muchos años, hay cosas que no usa, que no usará nunca más, pero forman parte de un pasado y es impensable deshacerse de ese pasado. Tanto sus aciertos como sus errores están ahí y no quiere olvidar ni unos, ni otros.
A ella le gusta estrenar. A él no. Y hace ya algún tiempo que no hay nada más que estrenar que prendas y muebles. Quizá ella, necesite un nuevo estado. Y a él le va a costar mucho desprenderse del suyo.