El teléfono comenzó a sonar a las seis de la madrugada. Número desconocido. Lo cogí.
- ¿Si?
- ¿Donde estás?
Era ella. Había olvidado que poco antes de llegar a casa la había borrado del móvil. Al fin y al cabo solo habíamos follado una vez y no me apetecía tener que seguir su juego toda la noche. Bastante me había calentado refregándose conmigo y con todo el que se le ponía por delante en la discoteca. ¡En una discoteca! ¡Llevaba años de no entrar en una! Me había convencido, soy fácil de convencer, lo sé. Y ella con sus pantalones tan cortos, su short, que dejaban ver un tanga negro cada vez que un movimiento de baile resaltaba su culo, y su aro en el ombligo me habían llevado por media Córdoba. Una Córdoba que no me apetecía volver a recorrer. Pubs, pijos, discotecas y after eran su ambiente. A los taberneros no nos pueden sacar de noche y ella ya lo había conseguido dos veces pero estaba decidido a tomar las riendas.
- Estoy en mi casa.- Le contesté.
- ¿En tú casa? ¿Porqué no me has avisado?
- Lo he hecho. Dos o tres veces. Creía que querías quedarte con tus amigos...
- ¡No! ¡Que va! Se han ido. Oye... ¿estabas durmiendo?
- Si. Me había acostado ya.
- ¡Ahhh! Pues... - empezaba a dudar. Era la primera vez que no le seguía el juego.-
- Mira, yo estoy en la cama. Pero si quieres venirte al piso, puedes hacerlo. ¿Recuerdas la dirección?
- Era por el parque ¿no?
Le dí la dirección. ¿Como iba a acordarse? La última que apareció estábamos los dos tan borrachos que no podíamos quitarnos la ropa. Estuvimos follando hasta el amanecer sin poder desabrochar su vestido. A mi no se me empinaba, creo que estuve comiéndole el coño casi una hora. No me extraña que después me hubiese vuelto a llamar.
Salí al balcón . Ella aparcaba cerca de casa y le hice una señal. Abrí y la esperé. Nada más entrar la apoyé en la puerta. Le bajé el short, no llevaba sujetador, y aunque tenía unas tetas ridículas, sus pezones me habían estado apuntado toda la noche. Ahora eran míos. Comencé a chuparselas. Su pelo se me metía en el ojo, en la boca, y ella me agarró del cuello. No la dejé continuar. Esta vez era yo quien sabía lo que quería. Le sujeté las manos. Subí al cuello y con la mano izquierda las sujeté las dos. En alto, por encima de su cabeza. Desabroché su pantalón y metí la mano. Mis dedos se abrían paso abriendo la cremallera. Su coño estaba húmedo. La miré. No era guapa, tampoco fea. Tenía una boca grande, voluptuosa y después de un rato jugando con su entrepierna le introduje mis dedos empapados en ella. Los chupó. Su lengua me recorría el dedo índice. Sus labios me engullían. Le solté las manos, apoyé las mías en sus hombros y comenzó a bajar. En cuclillas su cara ahora se encontraba a la altura de mi cadera. Me desabrochó el boxer y la polla salió para darle en su cara. Su lengua me acarició el glande para engullirla con la boca al momento. Notaba su saliva caliente, como me humedecía, como la lengua se acoplaba y recorría jugando por el frenillo. Sus manos se apoyaron en mi culo y las uñas me apretaban. Me hacía daño. Entonces metí mis manos entre su mata de pelo, la agarré y comencé a follarle la boca. Dejó de incrustar sus uñas en mi espalda, en el culo para apoyarlas en mis caderas, para que no la embistiese con fuerza pero había cogido el ritmo. El calentón de la noche no había desaparecido, la rabia ni si quiera me hizo masturbarme al llegar al piso y ahora me desahogaba con ella. Seguí embistiéndola contra la pared, parecía ahogarse y estaba a punto de correrme cuando ella de un empujón me hizo separarme de su boca.
- ¡Cabrón! - Me dijo mirándome a los ojos aún en cuclillas.- ¡Eres un cabrón!
Y entonces, volviendo a cogerme la polla con una mano, le escupió y volvió a metérsela en la boca. Ahora ella era quien llevaba el ritmo. Yo dejé de embestir y solo le apartaba el pelo. Cuando con la otra mano comenzaba a meterme un dedo en el culo llegaba mi orgasmo. La aparté y me corrí en su cara. La boca, los ojos, el pelo lleno de semen. Se limpió con el dedo que comenzaba a entrar dentro de mi y lo chupó. Con la otra mano seguía agarrando mi polla. Me llevó a la cama.
- Ahora me toca a mi.- Me dijo mientras se quitaba el pantalon corto y lo dejaba en el suelo.
Solo tenía el short en la cintura, como un cinturón. Estaba desnuda en la cama con sus piernas abiertas esperando
Hasta ese momento no me había dado cuenta que el tanga que había lucido toda la noche no se encontraba en su lugar. No me importó. Había borrado su teléfono y después de esa madrugada, también olvidaría su cara.