Cristina arrastraba los pies por el pasillo. La mochila ajustada a los hombros parecía pesar como si llevase media casa en ella. Desde la puerta de una de las habitaciones alguien asomó.
- ¡Ya era hora! - Gritó una mujer pequeña mientras se ponía las manos en jarras. - ¡Cinco minutos tarde! Yo no tengo por que estar aquí mas tiempo del que me toca en mi turno.
Cristina llegó a su altura, atravesó la puerta y movió los labios con un saludo que ninguna de las compañeras que estaban cambiándose pareció escuchar. Dejó en el suelo su mochila. La mujer de la puerta la siguió y volvió a gritarle.
- ¿Pero tú que te crees? ¿Que tengo toda mi vida para esperarte? ¡Todos los días igual! Ni un puto día puedes llegar a tu hora. Y yo, aquí, esperando para poder irme del trabajo.
- Acaban de dar las dos. No llego tarde. Y sabes que antes venía quince minutos antes, pero me habéis quitado las ganas.
- Y a mi que me cuentas. Yo llego a mi hora y tú haces lo mismo.- Le gritó mientras la agarraba de un brazo para que se girase.
- Si tanta prisa tienes vete ya y deja de darme por culo.
- ¡Que yo te estoy dando por culo! Eres tú la que me jodes a mi llegando tarde todos los días.
Crístina siguió con su rutina al inicio del turno. Se cambió la camiseta que llevaba de los AC/DC por otra gris descolorida y los vaqueros por un pantalón dos tallas mas grandes del mismo tono triste que la camiseta. Mientras, la otra seguía gritando. Cristina se dirigía a la puerta cuando se interpuso su compañera.
- ¿Me dejas pasar? - Le preguntó.
- ¿Pero que te has creído? Estas jugando con mi tiempo.
Cristina entonces le puso la mano en la espalda para apartarla. Su reloj se enganchó en la coleta de la compañera y esta dió un traspiés.
- Aaaaaaahhhh!! - Chilló la mujer mientras se cogía la coleta.
Se revolvió rápidamente con el brazo levantado y una compañera que miraba ala escena desde uno de los rincones de la habitación le gritó.
- ¡Marga no la toques! Lo he visto. Ha sido una agresión. Se le va a caer el pelo. ¡Será hija de puta!
- ¡Agresión! ¡Agresión! - Gritaron a coro las compañeras de Cristina como si lo hubiesen ensallado durante días. - ¡Hija de puta!
Cristina cogió el cubo para empezar su trabajo. Cerro la puerta. Cansada, como si la vida le acabase de echar dos o tres años encima arrastraba los pies por el pasillo.
Empezaba su turno.