30/9/12

Silvia vs Poesía.

A algunos, como diría Wislawa, les gusta. A Silvia no. Y, a veces, cuando me ve leerla y suelto el libro para ponerme un gintonics, ella lo recoje y lo ojea. Frunce el ceño como si desconfiase de lo que tiene escrito en su interior, como si fuese a llevarla a un lugar que recuerda con desgana. 

A ella no le gusta pero cuando vuelvo con con el vaso preparado, con su hielo, con su poquito de limón y su toque de enebro, ella sigue leyéndolo, no se da cuenta que me siento a su lado y la miro. Entonces cuando el final de unos versos la devuelven al salón me mira extrañada sin darse cuenta del tiempo transcurrido y acabase de aparecer. Deja el libro en la mesa, igual que si la pillase en falta, y me pregunta. 
- ¿Que lees? 
- Poesía
- Pero esto no es poesía. No rima. 
- Tú tampoco lo haces. Y también lo eres. 



A algunos les gusta la poesía.
 de Wislawa Szymborska

A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.

Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.

La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.

28/9/12

Gustavo

- Si querías estar conmigo no debiste besarme.
La chica lloraba mientras el adolescente intentaba consolarla.
- Sabes que te quiero, pero… ahora las cosas son distintas. Ya no soy el mismo. He cambiado. No puedo estar a tu lado. – Le decía poniendo sus manos en los hombros.
La chica lo abrazaba mientras el joven se dejaba hacer. Entonces volvía a retirarla de su pecho y la miraba a los ojos.
- Silvia tengo que irme. Ya no puedo estar contigo. No deberías haberme besado. – Volvió a repetir el adolescente.
- Pero… yo… - intentaba explicar la chica, mientras hipaba – ¡No sabía que podía pasar esto! Quizá… con otro beso, vuelvas a convertirte en mi rana Gustavo.




Estas son algunas de las cosas que aparecen en el #cosmotaller de Cosmopoética 2012.

26/9/12

Sublevación.


Ni siquiera el segundo café hace que cambie de aspecto.
#Estoymayor.


- Este hijo de puta nos está matando. Cada vez somos menos y parece que no le importa. Le dedicamos nuestra vida y así nos lo agradece. Quizá deberíamos putearlo. Que se entere de una vez por todas con quien se las gasta. 

(Y ahí están las hijas de puta. Jodiéndome el día mientras permanezco en estado comatoso. Y es que, quizá si, debería tratar mejor a mis neuronas.)

23/9/12

Kitty.

Baja del autobús y se muerde las uñas. No ve a nadie conocido. Los demás empiezan a recoger su equipaje de la bodega. El suyo es el último, una bolsa pequeña con una muñeca de Hello Kitty. La coge pero en lugar de colgarla de un hombro la abraza como si fuese un peluche. Anda unos pasos hacia un lado, a otro, no queda nadie en la estación. El autobús que la ha traído empieza a dar marcha atrás también él va a dejarla sola. La respiración se le acelera cuando el autobús sale. Los ojos le pesan y aparece una lágrima en uno de ellos. Está en mitad de ninguna parte pero antes de que la lágrima caiga un brazo se agita llamando su atención. Corre hacía la entrada, se abrazan y se besan mientras Hello Kitty se abre de par en par y esparce camisetas y bragas por las dársenas. 

22/9/12

Siesta.

Me gusta pensar que en esa hora tonta de chicharras y sueños, de cafés y películas de sobremesa, esa hora de avenidas vacías en el que un sol cruel ajusticia turistas nadie es consciente, solo yo, de que el mundo es una mierda.

18/9/12

18/09/12

María espera en la cocina. Parece que a la cafetera también le cuesta despertar. Abre el grifo y se moja las manos. En el centro de la mesa una maceta luce preciosa. Es casi perfecta, piensa. Los tallos verdes, brillando tanto que parece una de esas flores de plástico recién pulverizadas con cristasol. Entonces le dan ganas de quebrar una de esas hojas. Fastidiar la planta solo por el deseo de que no sea perfecta. Joderla como se la jodieron a ella. Sin venir a cuento. Porque si. Porque dicen que así es la vida. 
El café empieza a subir y descubre en uno de los tallos un bichejo. Lo mira. Durante unos segundos duda si dejarlo en la planta, que se alimente de ella, que termine destrozándola, que... pero entonces con el dedo índice lo recoge, abre la ventana y lo deja en el alfeizar. 
Apaga la cafetera. 

17/9/12

#Timeofbirra

¡Cuatro! Estamos cuatro en información y lo primero es lo primero: Tenemos que organizar los turnos de cerveza.

12/9/12

Acabó.

Hay finales que, no por predecibles, son menos sorprendentes.  

10/9/12

Dársena 22

EAC: Como todos los años, hoy, los niños y sus daemonions se han perdido en la dársena 22.

9/9/12

Potomaníaco.

La Potomanía o polidipsia psicogéncia es el deseo de beber grandes cantidades de líquidos, como resultado de una enfermedad mental. 

Y yo que pensaba que solo eramos unos borrachos.

8/9/12

Madrugada de Fuensanta.

Salgo con la bicicleta y mientras me coloco el reflectante en el pantalón veo como uno de mis vecinos intenta abrir el portal de al lado. Le saludo y el hace el mismo gesto mecánico con la mano izquierda. En la derecha tiene un manojo de llaves al que sigue prestando toda su atención. Al parecer no da con la que le franquee la entrada.
- ¿Qué, Manuel...? ¿Celebrando la Fuensanta? ¿Te ayudo?
- NoooNooo. Si ya...- Dice mientras se concentra sus ojos achinados en la cerradura y vuelve a probar con una de las llaves.
Por fin consigue encajarla y abrir. Apoyando su cuerpo en la puerta hace que esta se deslice.
- ¿Ves? ¿Ves? - Sonríe triunfal cuando entra en el portal.- Buenas noches.
- Hasta luego Manuel. Buenos días.
- Si, si... Eso.

6/9/12

...

- En serio cariño. Esa chica no eras tú. 
- Pero si eso mismo me lo dijiste el otro día. La misma postura, las misma palabras, la misma forma de tocarme. 
- Bueno, quizá recordé lo bien que lo pasamos el otro día y empecé a escribir sin darme cuenta pero... ¡lo cambie todo! Al personaje le puse un tipo espectacular, el pelo sedoso, lacio, pelirrojo, unos ojos verdes preciosos, un pecho duro de adolescente, una piernas...
-¡Hijo de puta! ¡Te estás follando a otra! 

5/9/12

Ícaro

de Maria Luisa Urtiaga.

La verdad... esta entrada no se a que viene. He encontrado la fotografía entre algunas que me mandó Luisa Urtiaga, de uno de sus viajes. Siempre me gustó Ícaro. Un tipo que quiere escapa de su prisión como si fuese un juego y una vez libre no puede evitar llenarse de esa libertad, de subir más y más, de perderse, aún avisado, por culpa del Sol.
Ícaro fue desprendiendo alas a medida que subía hasta su paraiso, sin llegar a él, o quizá cuando estaba a punto de alcanzarlo se desplomó al mar.

3/9/12

La búsqueda.

El tipo la sienta entre sus piernas. Ella le muerde el labio mientras el pelo le oculta la cara. Las tetas pegadas a la camisa blanca de él. Muy pegadas. Hasta que comienza a mover la mano. La palma abierta manosea su culo. Ella da un saltito, casi imperceptible, en las piernas de él que consigue introducir su mano debajo. Su dedo índice es la frontera entre los cachetes que aprietan el pantalón de ella. 
Los demás solo miramos, animamos la búsqueda de ese dedo. Ansiamos ser la uña del índice que, viendo las contorsiones de la chica, acaba de encontrar su lugar en el mundo. 

2/9/12

...

Siempre hay un día en que todo vuelve a empezar. Solo unas horas para prepararte, solo un rato por que hay que volver a luchar.
Y te levantas de la cama buscando la armadura en el ropero.

Bajo mínimos.

La luz entra tímida alumbrando esperadoras.

Pero no me ilumina a mi. 
No me esperan a mi. 

1/9/12

Castaños de Ojén.

Hace tres años escribí esto:


Para subir al cielo, como nos dijeron los curas, el camino es tortuoso. Una cuesta detrás de otra, acantilados a los lados, y cipreses en los bordes apuntando a Dios. El camino hacia el cielo tiene pocas señales, el gps no funciona y olvídate de la cobertura, yo he tenido suerte, a mi me han llevado de copiloto.
Cuando llegas al cielo Pedro, el recepcionista, te da una llave de las de antes, nada de tarjeta electrónica, una llave con un colgante antiolvidadizos. En mi caso es imprescindible por que suelo bañarme con las tarjetas electrónicas y olvidar nada más dármelo el número de la habitación. El cielo, al contrario de lo que siempre había pensado no es azul. El cielo es verde y tiene castaños y abetos, pinos y un montón de árboles que, de no haber faltado tanto a clases de ciencias, sabría decirte lo que son. Pero todos son verdes menos en otoño, que al parecer alguno coge otra tonalidad para darle más color y luz. En la terraza del cielo las cervezas no están fresquita, allí están congeladas y por su puesto, son de San Miguel. Puedes encontrarte todo tipo de bichos, incluso alguna avispa, más que nada para recordarte que ni siquiera el cielo es perfecto. La piscina del cielo tiene delfines que juegan contigo y solo la compartes con una pareja de alemanes, gente muy formal que te saluda con un “Hojla” y se despiden con un “Adiojs", ni siquiera hacen ruido cuando se tiran al agua de cabeza. Allí el sol se pone un poco antes que en cualquier sitio, los árboles y las montañas lo esconden, pero después vuelve a salir, solo un momento, como si se hubiese olvidado el beso de despedida y entonces no vuelves a verlo hasta la mañana, dejándonos aún un rato de luz. Los caminos que están alrededor del cielo son senderos amplios donde los pájaros te saludan y te dan los buenos días. Algún inconsciente con bula es capaz de ponerse a jugar al tenis, por que allí también tienen pista, pero lo habitual es pasear por los caminos del señor buscando un zorro, o algún búho que, despistado, no se haya acostado aún.



Se refería a una zona de Ojén. Un sitio al que me llevó una persona muy especial, que me lleno de paz, de tranquilidad, (lo necesitaba por aquel tiempo como agua de mayo) además de insuflarme vida como no le he conocido a nadie. 
Ahora, estos días de incendio no he podido evitar recordar lo feliz que fui entre esos árboles, en un lugar rodeado de castaños y donde un delfín nos daba los buenos días. Ahora, no puedo evitar pensar que esos testigos mudos se han quemado.