A algunos, como diría Wislawa, les gusta. A Silvia no. Y, a veces, cuando me ve leerla y suelto el libro para ponerme un gintonics, ella lo recoje y lo ojea. Frunce el ceño como si desconfiase de lo que tiene escrito en su interior, como si fuese a llevarla a un lugar que recuerda con desgana.
A ella no le gusta pero cuando vuelvo con con el vaso preparado, con su hielo, con su poquito de limón y su toque de enebro, ella sigue leyéndolo, no se da cuenta que me siento a su lado y la miro. Entonces cuando el final de unos versos la devuelven al salón me mira extrañada sin darse cuenta del tiempo transcurrido y acabase de aparecer. Deja el libro en la mesa, igual que si la pillase en falta, y me pregunta.
- ¿Que lees? - Poesía
- Pero esto no es poesía. No rima.
- Tú tampoco lo haces. Y también lo eres.
A algunos les gusta la poesía.
de Wislawa Szymborska
A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.
Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.
La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.