- Los niños han traído una cesta de albarillos. ¡No sabes como se han puesto! Han pasado por la acequia y venían los tres con barro hasta las rodillas. El chico hasta el pelo tenía lleno de tierra. - Le digo a mamá, que por fin parece reír.
- ¡Como nosotros el otro día. - Me responde sonriendo.
- ¡Si! Como nosotros el otro día. - Le digo mientras le cojo la huesuda mano en la cama y ella la agita.
Y entonces ella empieza a relatar como yo me subía en la acequia y desde allí trepaba al árbol y le tiraba los higos. Y después podía hacer tarta de manzana, y esas empanadillas que tanto le gustan a papá con batata. Y a veces soy su hermano José y otras el abuelo Rafael. Y luego duerme y yo me voy inventando mentiras que ella me contó alguna vez y me da igual ser su tío, o su primo, su hermano o el abuelo siempre que sonría. Aunque ella no recuerde de qué y a mi los nudos en la garganta se me enreden con cada mentira. apretándome el lagrimal.