Laura se levanta del sofá y tropieza con la mesa.
- ¿Te vas a la cama? – le pregunta su marido mientras comienza a ordenar las revistas que tiene en frente.
Laura no contesta, pero el gruñido que emite le hace entender a Jose que sí, que se va a dormir. Recoge el móvil y conecta el despertador. Enciende la luz del pasillo. Enciende la luz de la habitación y comienza a desvestirse. Jose, se levanta detrás de ella. Apaga la luz del salón, a trompicones se dirige a la cocina y coge una botella de agua, su camino es igual que el de Laura pero él va apagando luces, haciendo el trayecto a oscuras. Cuando llega a la habitación ella está terminando de ponerse el camisón. Jose se fija en sus muslos, ya no son los de una veinteañera, pero le siguen gustando. Mientras ella le da un sorbo a la botella que ha traído, él se desviste tirando la ropa en el suelo. Los dos se meten a la vez en la cama, la luz se mantiene encendida. Ella en su lado de la cama mira a la pared y se acurruca, Jose se gira hacia ella y dirige su cuerpo hasta el otro extremo de la cama. Empieza a besarle el cuello, su mano se detiene en el muslo que hace menos de un minuto ha visto. Laura vuelve a gruñir, algo así como:
- ¡¡Paaga la luuz!!
- ¡Venga niña! No seas tan mala. – le dice meloso, acercándose mientras le pone una mano por la cintura y sus labios se acercan hasta el cuello.
- ¡Que me dejes! ¡Que estoy cansada! – le dice Laura que con un brusco movimiento le retira la mano.
- ¡Pero mujer! ¡Laura! ¡Que llevamos más de tres semanas sin hacerlo! ¡Y con lo guapa que esta hoy! – vuelve a insistirle alternando la justificación con la solicitud.
- Mira Jose, si es que no piensas en otra cosa. Todos los días igual, y yo estoy cansada. – Laura se gira cada vez que habla con su marido, pero vuelve a darle la espalda.
Desde el otro lado de la cama, Jose, comienza a mirar el techo, la respiración se le acentúa y sin darse cuenta saca la pierna izquierda colocando la planta del pie en el frío suelo. La retira rápido pero vuelve a colocarla despacio. Desde su derecha otro frío se le va instalando en el alma. Es un aire gélido que le llega al interior. Un escalofrío le recorre el cuerpo y sonríe al pensar en su esposa. Una sonrisa que él aún no distingue si es de miedo, de asombro o de la impotencia que le provoca estar tan cerca y tan lejos de su esposa. “Piensa algo, piensa algo” se dice Jose, cualquier cosa le valdría ahora, el fútbol, el trabajo, alguna película, pero no puede evitarlo y girándose a su derecha, vuelve a la querencia de Laura.
- Laura, ¡por favor!...
- ¡Que me dejes! ¡Coño! – Grita Laura.- Vete y te tomas un whisky, o si no te das una ducha y dinero que te ahorras. ¡Pero a mí me dejas!
Jose vuelve a poner el pie en el suelo, durante unos segundos vuelve a mirar el techo, dirige después la cara hasta Laura que le sigue dando la espalda. Un suspiro le sale desde el alma.
- Me cago en la hostia, me cago en la hostia, me cago en la hostia... – repite varias veces la misma frase mientras con una mano deja libre la sábana y la colcha y se incorpora al lado de la cama. Mira a Laura que no le dirige la palabra y se sale de la habitación.
Se dirige a la cocina, y abre el frigorífico, vuelve a notar el aire gélido, la erección que había mantenido desde que vio a Laura desnudándose ha desaparecido por completo. Mientras busca una botella de agua piensa en lo que le ha dicho ella. Tomarse un whisky o ahorrarlo, ahorrar ¿el que? El whisky, el polvo que pensaba tener esta noche, el agua, ¿el que? ¡Coño!
Lo primero que se le viene a la cabeza es una hucha antigua, de las huchas que daba la caja de ahorros cuando él era pequeño. Se la dio su madre y aún la conserva, debe estar por uno de los cajones de la biblioteca. Vuelve a darle un trago al agua fría. Sin saber por que se dirige hasta uno de los cajones, está allí. Abre el fondo y de él saca un billete de 100 pesetas de los de Falla, nunca lo ha cogido, fue el regalo de su padrino y desde ahora veinticinco años después de su primera comunión sigue intacto dentro de la hucha, “no fui muy ahorrador” piensa. Desde el recibidor busca en su cartera, coge diez euros y los guarda en la hucha infantil.
Desde ese día sus desilusiones con Laura le han llevado a ahorrar una cantidad que ahora le hace asombrarse. En poco menos de un mes ha conseguido, sin proponérselo, juntar una cantidad cercana a los cien euros. Fue una noche en la que habían salido a dar una vuelta, tres días antes habían hecho el amor y ahora Jose, volvía a proponerle a Laura repetirlo. El día se había dado mejor que noche, y finalmente Jose volvió a dirigirse a su hucha. En la cartera tenía suelto tres euros, que se disponía a introducir entonces miró y vio que junto al billete de cien pesetas se encontraba otro de cincuenta y varios de diez lo pensó y supo que al día siguiente ese dinero debía de gastarse.
Durante todo el día en el trabajo estuvo comentando con amigos los clubs de alterne que había en la ciudad. En sus años de matrimonio nunca le había sido infiel a Laura, y mucho menos se había decidido a ir un lugar de alterne para acostarse con alguien. Pero como decía su padre las circunstancias mandan y es que una cosa es ser bueno y otra es ser gilipollas, pensaba Jose. Con los cien euros se dirigió después de la salida del trabajo a uno que le habían comentado, todos sabían donde estaba, casi todos le dijeron como era, muchos sabían como funcionaba pero ninguno había estado con alguna de las chicas que se encontraban en el lugar. Jose no quiso volver a pensárselo y se dirigió al sitio que le indicaron. Después de entrar se dirigió a la barra y se pidió un whisky, encendió un cigarro, mientras el barman le iba sirviendo la bebida, una chica negra, con pechos abundantes se dirigió a él y antes de que le pusieran su bebida en el mostrador le cogió la mano y le dijo:
- Vennnte niiiiño! ¡Sube conmiiiiiiiigo!- le sonreía mientras con la cabeza señalaba una puerta que estaba cerrada.
- ¡No señora! Yo... es que.... es que... acabo de pedir. Ahora después... si acaso... pero es que....- Jose movía el cigarro de un lado a otro y con la mirada seguía al camarero que por fin se acercó con su bebida.
- Venga niiiiño! ¿No seras buarrón? – le acusó con el dedo.
- Perdón bua... ¿qué? –le preguntó Jose extrañado.
- Maricón. – Sentenció la puta.
- Yo que voy a ser..., que no, que no me voy contigo. – Jose más indignado que nervioso consiguió por fin soltarse de la mano de la mujer y cogiendo su whisky le dio un sorbo. Con la otra mano le pedía, juntando los dedos y moviéndolos, que se fuera a otro sitio.
- Es que eres racista. ¿Verdad? Y no te gustamos las negras. – le dijo la puta justificando así que no quisiera irse con ella.
- Coño! Si no soy maricón, soy racista, que no me voy contigo, que te abras.
La puta se dirigió a uno de los asientos donde se encontraban otras compañeras de terna y se les acercaba la boca al oído, una a una todas lo miraban a él. Jose comenzó a darle grandes sorbos al whisky. Sentía que se había equivocado, que no podía estar allí con las putas mirándolo y que ese no era su sitio. Ahora se le venia a la cabeza el juramento de fidelidad que se hicieron Laura y él cuando se casaron. Iba a traicionar su vida, su matrimonio por que no hacían el amor tanto como a él le apetecía. No, no pensaba defraudarla tan solo por eso.
- Cago en la hostia! – se dijo, y cogiendo el whisky le dio un sorbo que lo dejo vacío.
Al ir a poner el vaso en la barra, miró por última vez la puerta que se abría. Entraba una mulata con unos tacones altos, las piernas morenas y grandes, que le subían hasta un short que se le ajustaba a la cintura. No iba como las demás en ropa interior, su ropa era provocativa pero no escandalosa, la escandalosa era ella. Una camisa corta anudada a la cintura dejaba ver un ombligo con una bola de plata pequeña, un piercing sencillo. En la garganta un cordón que llevaba una cruz y por el hombro una melena morena que era el mejor complemento de la gargantilla.
Desde el otro lado de la barra un cliente que se entretenía con dos rumanas las soltó y se dirigía hacia ella. Jose vaciló, miró su vaso que aún no había soltado y adelantándose se acercó y le dijo:
- ¡Señorita! ¿dispone de un momento? – Fue la primero vez que no se aturulló desde que entró. Y cogiendo a la mulata por la cintura la condujo a la puerta por la que acababa de salir.
Esa misma noche, al llegar a casa y acostarse, Jose, cogió a Laura por la cintura, sus labios se acercan al cuello y la besan. En el oído le susurra te quiero. Laura se empieza a poner nerviosa, pero no dice nada, sabe que después intentará retirar su camisón y comenzará a meterle mano, se siente cansada, y el trabajo sigue ocupándole todo el día, no tiene ganas de hacer el amor. Pasa un tiempo y la mano que esperaba por debajo de su camisón sigue en su cintura, la respiración de Jose le calienta el cuello. Laura sonríe al escuchar el sonido inconfundible de Jose, su respiración profunda. Esta dormido. Se siente feliz con su mano en la cintura, quizá mañana se piense en hacerle el amor. En la almohada dos cabezas unidas duermen con una sonrisa que les brilla en la cara, una sonrisa que presagia un buen entendimiento.