31/10/16

El mono viene después.

Disparé al último unicornio. Las sirenas supieron agradecérmelo mientras duraba el colocón.

26/10/16

Generosos / Egoistas

Me diste lo que querías para ti.
Te dí lo que quería para mi.
Ni tú ni yo acertamos.

22/10/16

Quimica

Se fundieron en un abrazo y dieron paso a un nuevo elemento.


17/10/16

Confusión.

Que pronto confundimos la R y la F en la palabra: 

 relación. 








Bubo dixit.

15/10/16

La Traición.


Empieza cuando vas dando marcha atrás con la bicicleta. La punzada llega en el descansillo de la escalera. La puerta aún está abierta y una tenue luz en el salón va quedando atrás. Ahí, ahí es cuando resurge de algún lugar del pecho. Justo en los dos pasos que me separan para cerrar y dejar a un lado un mundo, el de una  casa tranquila con un niño durmiendo. Nunca dejan de ser niños. Quizá debería pensar en el futuro, pero el futuro aún está a las espaldas y no puedo verlo. No quiero darme la vuelta aún. De hecho… no puedo. Antes tengo que apagar esa luz que puede perturbar el sueño del infante, cerrar la puerta, dejar atrás ese mundo. Con la llave en la cerradura intento ser sigiloso.  La vuelta a la llave es la que consigue que el pecho duela, porque no hay  nadie que vele su sueño. No puedo evitar, mientras bajo las escaleras con la bicicleta en las manos, sentir que se  adueña del cuerpo pero es entonces cuando voy  exculpando a todos los que algún día me quisieron, a los que aún lo hacen pero tuvieron que poner tierra de por medio para no dañarse. Y al abrir el portal y mirar la otra parte del mundo, esa que viene cargada de futuro, la sensación de traición empieza a diluirse. Por que ahora se que solo hay uno. Que el traidor soy: YO.

13/10/16

Cercenar.

Tenía la mano mas grande del pueblo. Así que cuando daba una hostia las daba como panes. Lo sé porque yo me lleve varias. La última cayó ayer. Así, sin venir a cuento. Tampoco necesitaba dar explicaciones. Y después de llevártela ni siquiera las pedías.
Tenía la mano mas grande del pueblo. Ahora esa mano la tengo yo.

6/10/16

Juegos de mesa.

Todo el mundo sabe jugar al parchís. Hasta que lo hace fuera de casa. Entonces descubre que el juego de toda la vida tiene reglas distintas. Son parecidas pero en tu casa cuando en el dado sale el cinco una ficha salía fuera . Ahora dicen que son dos las que tienes que sacar. Si tenías barrera estabas oblidado a abrirla con un seis, pero parece que hay sitios donde tú eliges la ficha que quieres mover aunque en la barrera una montaña de cadaveres tipo episodio número 9 de juego de tronos. Si tenías la suerte de contar con dos seis seguidos, rezabas la oración de turno para que no saliese el tercero, la misma que rezaban los otros jugadores para que saliese. Pero hay sitios donde el seis es un número tan arbitrario como veinticuatro. ¡Da igual las veces que salga! No vuelves a casa si se triplica en la tirada. 
El problema con las reglas del parchis es que todos sabemos cuales son, pero luego resulta que van cambiando dependiendo de donde juegues. 
- ¡No! En mi casa no es así. Lo sabe todo el mundo. Cuando sacas un cinco...
Al final resulta que cada uno tiene unas reglas, o manías, distintas para jugar al parchís. Pero claro, de eso nos enteramos una vez que ya hemos empezado el juego. Y ahora dejar de jugar no es una opción. Ya que estás puesto, moviendo el cubilete y esperando que los hados te sean benévolos, lo que quieres es jugar. Así que si tienes un poco de experiencia lo primero que preguntas es por las reglas. ¿Que pasa si con el seis, nos contamos siete cuando todas las fichas están fueras, o no? 
Jugar al parchís sabemos jugar todos, pero siempre que lo hacemos con alguien nuevo hay reglas distintas. 

Con una pareja pasa lo mismo. Una vez que te has comprometido hay una serie de "reglas" que todos creen conocer. Los básicos son la fidelidad, el respeto, el amor, pero incluso en cada pareja puede haber matices. Quizá para unos la fidelidad es que tú pareja no mire a nadie del sexo opuesto y para otros da igual que hayas pasado por mas camas que las sábanas del hospital siempre que cuando vayas a dormir digas su nombre con una sonrisa. El respeto es imprescindible aunque tengas a tu pareja detrás con una bareta de olivo dejándote la espalda como al Cristo de la Columna, para gustos... ¡los colores! Para unos el amor es "contigo pan y cebolla", para otros es un anillo de diamantes. 
Tener pareja es como cuando vas a jugar al parchís. Hay que conocer las reglas que se manejan cuanto antes y a ser posible concensuarlas y... ¡Oye! Si no te gustan... Siempre puedes dar la vuelta al tablero y jugar a la OCA. 

5/10/16

Inspirar... Expirar.

Allen Ginsber autor de Aullido, libro que no he leído pero estoy en ello, escribió este poema. Hace unos días leímos el poema y en uno de esos ejercicios que se hacen en los talleres lo dejamos en la mínima expresión. 
En mi caso, salió algo así:

Santa Hostia y puta
   paseantes y letras. 
      Miles Davis y la raya santa. 

¡Santa Pena!

Por el contrario también teníamos un "jaicu" de Andrés Neuman. (Este tipo me encanta aunque escribiese "El viajero del siglo".) que es algo asi como;
Hoja caída
sobre el cristal del coche.
Envejecer.

En este ejercicio teníamos que expandirlo. A ver como nos la arreglábamos. Yo lo destrocé de esta manera:

¡Puta borrasca!
Que lo mismo deja caer abuelos que alfombra el parabrisas del coche. Que levanta penas mañaneras, bolsas asesinas de tortugas, lágrimas en párvulos de niños y de madres. Que levanta faldas veraniegas que ya no me excitan. 
Otro otoño. Y llevo mil. 

Y diréis vosotros... ¡A mi este tío porque me cuenta esto! Pues básicamente porque es la única manera que tengo de guardar los recuerdos. De dejar constancia de los poemas que he leído estos días y que me han hecho mover el bolígrafo, que ya es algo. Total que no deja de ser una especie de archivo, porque estoy un poco harto de ver folios en la mochila que no me atrevo a tirar y de hoy no pasa. 

4/10/16

La puerta abierta.

Dejé la puerta abierta soñando que vendrías.
Te esperé desnudo en la cama. Con toda el ansia
por verte aparecer. Los minutos eran horas
y el cansancio se acurrucó a mi lado. Me acariciaba
y fui presa de él.
Dejé la puerta abierta pensando que vendrías.
Al amanecer no estabas a mi lado.
Ni tú,
ni el ordenador,
ni la cámara
ni la televisión,
y también se fue el sueño.

2/10/16

...

Hoy no encenderé la luz del cuarto.
Esperaré que llegue el niño que tiene miedo
del monstruo que vive bajo la cama.
Llega cuando termina el último whisky.
Cuando es hora de apagar la televisión
y en la calle ni si quiera quedan sombras
con las que hablar.
Siempre viene cuando tú no estas
y echo de menos tu mano,
tu sonrisa hasta la habitación.
Tus besos de buenas noches.

Hoy no encenderé la luz del cuarto
para que solo mis miedos me acompañen.

La pescadería.

Entra en la pescadería mirándolo todo. Hay dos personas por delante y pide la vez. Mientras espera su turno se mueve de un lado a otro mirando el género, curioseando los precios, la calidad. Observa cada cartel de el recinto. Otras personas llegan y él les da su vez. Cuando alguien pregunta se erige en portavoz. La pescadería está llena y el pescadero por fin le pregunta que desea.

- Pues… verá usted. Es que voy a preparar una cena para mañana porque viene mi hermana y su marido. Mi cuñado es muy delicado y no le gusta comer cualquier cosa así que he pensado en empezar con una ensalada. ¿Sabes usted a cuánto podría salirme una lechuga fresca? Así como para una ensalada decente, con su poquito de cebolla y su vinagre y eso… ¿Creo que será lo mejor la cena? ¿ No cree?
- Verá usted. No sabría decirle. Yo le pondría un poquito de atún fresco a esa ensalada que aquí mismo tengo uno muy bueno…
- ¡No! No. Mi hermana odia el atún. Aunque quizá unos tomates cherry, o una vinagreta con su perejil si que esté bien. Después había pensado…
- ¡Una lubina! – Interrumpe el tendero que acaba de ver como una señora ha entrado y se ha marchado sin pedir número al ver la gente que hay en la pescadería.- Tengo unas que están fresqu…
- ¡No! Verá usted casi preferiría algo de carne. Pero que no sea muy grasa.

El pescadero le hace una mueca. Intenta interrumpirlo pero el tipo sigue hablando.

- ¿Cuándo cree que podría estar unos filetes de ternera ligeros? Eso le gusta a todo el mundo. Seguro que así quedaría bien…

Los clientes empiezan a impacientarse. La educación del pescadero le impide decir en voz alta lo que piensa en ese momento del tipo que tiene delante y aún no le ha pedido ni perejil. Pero la animadversión del resto de la clientela lo anima a volver a interrumpir al tipo que aún no se decide.

- ¡Oiga! Verá usted. Esto es una pescadería. No sé si se ha dado cuenta. Aquí vendemos pescado. A veces si no tenemos prisa podemos permitirnos una parrafada con la clientela pero ahora mismo… ¡Ya ve usted como estamos! –Señala la pescadería y la clientela – Así que si se decide usted por una pieza o me dice exactamente que puedo venderle pues genial… Si no… Mire usted, ¡que no tengo tiempo!
- ¡Que desfachatez! ¡Que yo he venido aquí a comprar!
- Y eso espero que me diga. ¿Qué quiere comprar?
- Pues verá usted… Es que tengo una cena con mi hermana y…
- ¡Siguiente!




Y esto, que parece una gilipollez, a mi me pasa constantemente. Aunque no tenga una pescadería.