Entra en la pescadería mirándolo todo. Hay dos personas por delante y pide la vez. Mientras espera su turno se mueve de un lado a otro mirando el género, curioseando los precios, la calidad. Observa cada cartel de el recinto. Otras personas llegan y él les da su vez. Cuando alguien pregunta se erige en portavoz. La pescadería está llena y el pescadero por fin le pregunta que desea.
- Pues… verá usted. Es que voy a preparar una cena para mañana porque viene mi hermana y su marido. Mi cuñado es muy delicado y no le gusta comer cualquier cosa así que he pensado en empezar con una ensalada. ¿Sabes usted a cuánto podría salirme una lechuga fresca? Así como para una ensalada decente, con su poquito de cebolla y su vinagre y eso… ¿Creo que será lo mejor la cena? ¿ No cree?
- Verá usted. No sabría decirle. Yo le pondría un poquito de atún fresco a esa ensalada que aquí mismo tengo uno muy bueno…
- ¡No! No. Mi hermana odia el atún. Aunque quizá unos tomates cherry, o una vinagreta con su perejil si que esté bien. Después había pensado…
- ¡Una lubina! – Interrumpe el tendero que acaba de ver como una señora ha entrado y se ha marchado sin pedir número al ver la gente que hay en la pescadería.- Tengo unas que están fresqu…
- ¡No! Verá usted casi preferiría algo de carne. Pero que no sea muy grasa.
El pescadero le hace una mueca. Intenta interrumpirlo pero el tipo sigue hablando.
- ¿Cuándo cree que podría estar unos filetes de ternera ligeros? Eso le gusta a todo el mundo. Seguro que así quedaría bien…
Los clientes empiezan a impacientarse. La educación del pescadero le impide decir en voz alta lo que piensa en ese momento del tipo que tiene delante y aún no le ha pedido ni perejil. Pero la animadversión del resto de la clientela lo anima a volver a interrumpir al tipo que aún no se decide.
- ¡Oiga! Verá usted. Esto es una pescadería. No sé si se ha dado cuenta. Aquí vendemos pescado. A veces si no tenemos prisa podemos permitirnos una parrafada con la clientela pero ahora mismo… ¡Ya ve usted como estamos! –Señala la pescadería y la clientela – Así que si se decide usted por una pieza o me dice exactamente que puedo venderle pues genial… Si no… Mire usted, ¡que no tengo tiempo!
- ¡Que desfachatez! ¡Que yo he venido aquí a comprar!
- Y eso espero que me diga. ¿Qué quiere comprar?
- Pues verá usted… Es que tengo una cena con mi hermana y…
- ¡Siguiente!
Y esto, que parece una gilipollez, a mi me pasa constantemente. Aunque no tenga una pescadería.