23/2/24

Conversación con El Miedo de Juan.

M- «Dentro de unos años, a lo mejor, no hay ni aficionados a los toros, ni siquiera toros. ¿Estás seguro de que las generaciones venideras tendrán en alguna estima el valor de los toreros? ¿Quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Precisamente, los gobiernos socialistas...» 

B- «Eso sí es verdad. Puede ocurrir que los socialistas, cuando gobiernen...» 

M- «¡Naturalmente, hombre! ¡Pues imagínate que ha ocurrido ya! No torees más. No vayas esta tarde a la plaza. ¡Ponte enfermo! ¡Si casi lo estás ya!» 

B- «No, no. Todavía no se han abolido las corridas de toros.» 

M- «¡Pero no es culpa tuya que no lo hayan hecho! Y no vas a pagar tú las consecuencias de ese abandono de los gobernantes.» 

B-«¡Claro! —exclama uno, muy convencido—. ¡La culpa es de los socialistas, que no han abolido las corridas de toros, como debían! ¡Ya podían haberlo hecho!»




Esta conversación está extraída del libro Juan Belmonte, matador de toros; de Chaves Nogales. Es una conversación de El Miedo de Juan consigo mismo. Una conversación para salir de la cama el día de corrida, una conversación que ya deja claro quien tiene la culpa. 

22/2/24

Ala vin, ala van.

El partido era aburrido. Cero a cero aún en el marcador y la última cerveza calentándose en la mesa. El bar ya no estaba lleno. Los cuarenta mil pases de los futbolistas que no miraban a la portería lo habían dejado como las áreas, ¡vacío! El sueño empezaba a apoderarse de los parroquianos cuando entró ella. 
Llevaba una camiseta del equipo local. Animaba como cherleaders de instituto. Pantalón ceñido y zapatillas de deporte que brincaban por el entarimado del tugurio. Por su puesto se convirtió en el centro de atención de el grupo que quedábamos mirando la pantalla. Su pelo iba de un lado a otro. Cuando caía delante de su cara ella lo echaba atrás con un movimiento de mano que nos devolvía la sonrisa a los aficionados. Si en algún momento alguien mostró una preferencia por el equipo visitante se olvidó rapidamente. Faltaban aún unos minutos para el final y con la chica entusiasmada nos enganchamos a sus saltos, y volvimos a animar a nuestro equipo, el de ella ahora, como en la previa. 
El pitido final nos llegó de sorpresa. El resultado, después de una tarde aciaga también. ¿En qué momento había cambiado el resultado?

21/2/24

Reivindicaciones tontas.

Primero le escribimos a un ciego. Después le gritamos a un sordo. Con ayuda de un sindicalista jodimos las carreteras a quien se mueve en tren. Nuestras reivindicaciones caían en saco roto una y otra vez. 


Echo de menos aquella época en que uno podía salir con un arma y descerrajar un disparo en la cara de aquel que tantos problemas genera. 

2/2/24

Perdí las metáforas.

 Creo que he perdido las metáforas. Hoy, precisamente hoy que iba a hablar de ella. Que es lista como... como... vamos que no es tonta. Y guapa, guapísima, es bella como... como... ¿una flor? Como explicar la elegancia, el porte, el estilo que parecía... estilosa, si, estilosa. Sus pechos eran redondos y su boca era... era... tenía dos labios. Y cuando se los pintaba deslubraban como... como el rojo, un rojo.. G de Guerlain.


¡Si! Seguro. 

Y la amaba, la amaba tanto que era un cielo de estrellas, una playa de junio, un autobús directo, una siesta de dos horas. Si, la amaba de rosa, de verde y azul.