El domingo, haciendo el chorra, me partí la ceja. Bueno, la ceja no, el párpado. A la Comanecci, con un salto parecido, le dieron diez puntos. A mí solo dos y encima me los quitan el lunes en el ambulatorio. Me van a durar menos que a Marta Rodríguez sus medallas.
El caso es que no lo llevo mal, me da un aire así…, así como… como el gilipollas que pierde en la pelea. La verdad es que me da igual. ¡Vale! ¡Tampoco me da igual! Pero eso… que no pasa nada. Veo bien, casi no tengo hinchazón y durante unos días lo más engorroso es que todo el mundo te pregunta. ¡Quillo! ¿Qué te ha pasado? Y uno con su natural simpático, suele comentar el incidente. A veces te lo pregunta alguien a quien no le tienes esa confianza y eres capaz de contarle cualquier historia. En la última salvaba a una chica del león de Nemea llevándome solo este rasguño. La gente se da cuenta de que es un poco cotilla y se van avergonzados. Pero hoy me he vuelto a ganar el apelativo de “Cabrón” cuando le he respondido a uno: Mira… es que yo, en mi casa, le tengo cogida la distancia entre el armario y la cama cuando hago el salto del tigre con una tía, pero en tu casa aún no.
Y es que, hoy, creo que vengo un poco encabronado. Pero se me va pasando. Por si acaso… ¡ojito! ¡Ojito derecho! Que es el bueno.
Él
Hace 2 horas