28/2/23

Cardenal Mendoza

 

Me regaló una botella de brandy de Jerez porque dijo que el respeto también se bebía.

 

Del microrrelato: Eloisa, de Marta Finazzi Martínez



27/2/23

Hoy dice el periódico...

 Ilumina de penas la pantalla del móvil. 

Mas amargo que el café mañanero. 

Una guerra internacional, o dos, 

muchos corruptos en el país,

alguno se cuela en la comunidad. 

Opiniones variopintas 

y cultura sacariniza casi al final. 

¡Una alegría en deportes! 

Y el postre no llega

por que trae la información de otra pantalla, 

la tonta. 

 

Me cuesta reconocer mi lado masoquista 

todos los días 

pero es mas que evidente 

con mi querencia a la prensa. 



26/2/23

La llamada.

 El tipo entra en la estación con una maleta de cabina en una mano y una bolsa de Stradivarius en la otra. El sol acaba de salir y le alarga la sombra en el vestíbulo. Se dirige al mostrador de información y pregunta por el autobús a Cartagena. Tiene una voz fuerte, como si fuese un Constantino Romero en un cuerpo moreno y pequeño que no llega a la treintena. Desde información le dicen que no hay autobuses directos en esa dirección. Pregunta entonces por Murcia y sonríe como un niño cuando le comentan que en la tarde tiene una salida. 

- ¡Miré! - Le dice al tipo de información, apoyándose en el mostrador como si quisiera hacerle una confidentca. - Es que... he perdido una mochila con la cartera y necesitaría hacer una llamada a mi pareja para que me comprasen un billete. ¿Podría llamar desde algún sitio?

El tipo de información hace una mueca de disgusto pero coge su teléfono. Le pregunta el número y comienza a marcarlo en el móvil. En la primera llamada se lo pasa al usuario. No te separes del mostrado mientras hablas, le ordena. 

Y entonces comienza una conversación. Al principio parece fácil. El joven con la voz profunda solo necesita que le paguen el billete para volver a Murcia. Pero habla poco. De fondo una mujer con voz melosa le dice que tiene que volver. Que no puede dejar el centro. Que lo hecha de menos pero que debe ser fuerte. El chaval se ve incómodo con la conversación, el tipo de información también, se arrepiente de haberlo obligado a hablar en el mostrador pero ya se ha llevado muchas sorpresas. 

La mujer lo convence para volver al centro. Él solo quería verlos, a ella, a la familia, hace tiempo que no sabe de nada y la nostalgía le podía. Le dice que está fuerte. Que puede aguantar dos o tres semanas en el centro. Que los echa de menos y tiene ganas de verlos. Lo dicen con la voz de Constantino quebrada. Y entonces le pide a ella que los llame. Que estará en la estación. Le promete que no se moverá. Que los esperará en la puerta de la estación. No puede controlar como se le resbala una lágrima cuando le dice adios. 

Le devuelve el teléfono al tipo de información mientras le da las gracias con un hilo de voz. El otro asiente, y cogiendo el móvil le susurra un: Que tengas suerte. 

El de información confía en que aguante el tiempo suficiente para que puedan recogerlo. Sabe que a veces los del centro se retrasan y en unos minutos pasan muchas ideas por la cabeza. Pero no quiere mirar ni un segundo mas y coge, como si fuese una tabla de salvación, el teléfono de consultas. 

El sol le da de  cara mientras sale arrastrando la maleta y una bolsa de Stradivarius. Se sienta en el banco de la puerta. Solo le queda esperar. 

23/2/23

La mascarilla

 La siete señoras que entraron antes que él pagaron el ticket en efectivo y le solicitaron una mascarilla al conductor. Ya no era necesario pero justificaron su petición por la edad, la costumbre y la sanidad general. Él entró sin mascarilla, aún guardaba una en el chaquetón, se negaba a usarla si no era obligatorio. Al entrar, el moquillo de las mañanas frescas, le hizo dar un retemblido y aspirar con fuerza. Las señoras y algunos usuarios anteriores lo miraron igual que si acabase de llegar del mismo Wuhan. Él levatnó los brazos, aun con el bonobús en la mano, como un cuatrero desarmado. 

- ¡No es gripe! ¡Ni covid! Es por la cocaína. - Soltó sin pensar.


Curiosamente los usuarios del autobús, se relajaron un poco. 

21/2/23

Estados de humor.

 Si la ves taciturna y no tienes claro que puede ser: ¡pon la lavadora! La ropa interior que haya en el tambor te dirá si la culpa es tuya o no. 


Bubo dixit. 

4/2/23

El desayuno.

 El gorrión se acercó descaradamente a la mesa. Aún no habíamos terminado de desayunar y el impertinente ya estaba pendiente de la tostada. Dos o tres veces lo ahuyentamos con la mano pero él, era un gorrión macho, volvía a los pocos segundos. Nos llamó la atención su desafío. Como si nos apremiase a terminar pronto y salir de su territorio. El café casi se quedó entero y cuando nos levantamos para pagar ya se estaba revoloteando las sobras del pan. Altanero nos había ganado la partida. Dos o tres gorriones mas se acoplaban junto a él dando buena cuenta de las migas. 

Y entonces, salvando nuestro honor, un gato saltó a la mesa, tirando tazas y ajustando las cuentas con el impertinente del gorrión.