Las sombras lo ocultan. La noche es espesa, sin luna y solo es visible cuando la luz de un portal cercano se enciende. Con un rápido movimiento vuelve a hacerse invisible. Un tipo con zapatillas y gafas baja la basura. Se acerca al primer contenedor y tira una bolsa negra. Adelanta dos pasos, en el contenedor azul, arroja una pequeña bolsa de papel. Vuelve al portal antes de que la luz se apague. Cuando el portal deja de iluminar la calle el tipo entre las sombras sale. Con un paso firme se acerca al contenedor azul, mira a un lado, a otro y lo abre. Se encarama al borde, las manos cortas intentan alcanzar algo adentro. La tapa se cierra y el queda aprisionado. Las piernas se mueven como una pequeña cucaracha caída al revés. Parece recuperar el equilibrio y sale victorioso de su embite al contenedor. Una de sus manos sujeta con fuerza la bolsa de papel del tipo anterior. Nadie ha notado su presencia en la calle y con rabia dirige un puntapié al contenedor. El ruido es ensordecedor y comienza a correr por la calle como uno de esos locos que saltan y brincan por la victoria de su equipo en Champions.
Al llegar a casa el tipo abre la bolsa. Bolitas de papel caen sobre la mesa de un escritorio. Coge la primera, está arrugada y la lee por encima, después la segunda, la tercera. Las va colocando delante de él. En quince minutos tiene todo el escritorio lleno de papeles arrugados. Con tachaduras, con arreglos, con borrones. Papeles que el tipo parecía absorber como si le diesen la vida necesaria para subsistir.
Elige uno y comienza a escribir en un cuaderno que saca del cajó del escritorio. Frases, renglones, párrafos enteros mientras sonríe. Durante horas escribe sin ser consciente. Arranca papeles del cuaderno. Unos los dirige a un archivador, otros termina arrugados en la papelera.
Cuando acaba recoge los papeles del escritorio. Es tarde, muy tarde. Está cansado y se dirige a la cama. Entonces ve una bolsa en negra en la cocina. La recoge y vuelve al escritorio. Vacía la papelera en una bolsita de papel. Se dirige a la calle. Hace frio y no ha cogido nada de abrigo. Tarda menos de un minuto en tirar las bolsas de basura. Vuelve antes de que la luz del portal se apague. Está cansado, muy cansado. Y no ve a una sombra con zapatillas y gafas que se acerca mirando de un lado a otro de la calle antes de abrir el contenedor azul.