Con los charcos como piscinas, los arroyos de secano y las ramblas ensanchándose o dos tres veces lo que nadie había visto antes, los ríos asustando al personal por un posible desbordamiento y los pantanos soltando agua como si fueran gárgolas de exposición en el infierno hay tantas goteras que han empezado a preocuparse.
Esta mañana, nada más entrar en información, un tipo con la cara roja, pero no roja de ¡coño que se ha quemado en la playa! roja, roja y con cuernecillos en la frente, eso no me extraña tanto y menos en la estación. Lo que si me extrañó fue que quisiera ver a Emilio ¡ya!
- ¿Ya? – le pregunté.
Era la primera vez que venía. Si no sabría que a Emilio hay que avisarlo y esperarlo tomando un café, a veces con churros, y otras con copa y puro. El caso es que hoy no era muy difícil. Está en control y después de llamarlo tres veces cogió el teléfono.
- Emilio, aquí hay un tío que quiere verte.
- Dile que suba, que lo estoy esperando.
- ¿A este? ¿Creo que no?
Desde control asoma una cabecilla para ver al tipo. Me vuelve a hablar por el teléfono.
- ¿Quién es ese tio?
- No se, espera que le pregunte.
Dejo el teléfono a la espera y me dirijo al hombre de la cara roja.
- Estoy hablando con Emilio. Ahora mismo no puede atenderle, me pregunta que desea.
El tipo se extraña, parece que está acostumbrado a otro recibimiento pero empieza a contarme. Lo manda Satán en persona, vamos otro mandado, y que con estas lluvias están teniendo problemas con las goteras le han dicho que en la estación hay un especialista para casos graves. Viene buscándolo.
Vuelvo al teléfono para comentarle a Emilio.
- Dile al tipo que estoy en control, que hoy no puedo. Que se llegue el lunes que estoy de mantenimiento, y a ver si le hago un claro.