Me desperté temprano, preparé café, y aprovechando que aún quedaba pan del día anterior preparé un desayuno molinero como me enseñó mi padre. Mucho pan, mucho aceite, mucho bacalao y ajos de Montalbán. El caso es que aún era de noche cuando salía con la bicicleta, era un día que no había podido dormir, la tormenta no me había dejado hacerlo en toda la noche. En Córdoba no se veía un alma cuando salí a la puerta , y entonces, enfilando la calle con la bici lo vi.
¿Como iba a imaginarme que el tipo era especial? Si, era eslavo, o rumano,no sé, vestía de negro y solo coincidí con él varias veces cuando bajaba la basura. Yo siempre pensé que la moda "siniestro" había llegado tarde a su país o que era un forofo de estos de Crepúsculo, o simplemente, que siendo un Erasmus podía hacer en España lo que le saliese de los huevos porque nadie de su país estaba cerca para tener que dar cuentas después.
Se le veía cansado, mojado, su noche no debía de haber sido buena. Lo que no entendía era como podía salir con esta lluvia, tres días de agua y el tipo seguía con ganas de jarana. Me acerqué a él para intentar escucharlo y fue entonces cuando me sorprendió. Ni siquiera pude verle los colmillos, los sentí en el cuello, fríos, punzantes y noté como mi sangre se arremolineaba por subir a su boca. Ni siquiera pude gritar. Fue solo cuestión de unos segundos cuando el tipo calló en el suelo. Revolcándose, sufriendo, no quise seguir allí y comencé a pedalear pero no pude evitar volver a mirar de nuevo. Salía el sol. No quedaría nada de él. Mi desayuno se había encargado de dejarlo débil y el sol terminaría el trabajo.