Suena la alarma del móvil. La
apago y remoloneo en la cama. Vuelve a sonar otra vez. ¡Coño! ¿Ya han pasado
veinte minutos? Las siete y no tengo ni pizca de ganas de levantarme. Me
justifico las pocas ganas a que estoy pachucho desde hace unos días. Toso varias
veces para justificarme con más contundencia. Tampoco pasaría nada si llego tarde un día. Hay
mucha gente que llega tarde, hay mucha gente que falta al trabajo, yo nunca lo
he hecho. Pero hoy… ¡Joder que pocas ganas!
Silvia se levanta antes que yo.
Cuando vuelve del baño empieza a vestirse. ¿No te piensas levantar? Me
pregunta. ¡No! Le contesto convencido. Y
en menos de un minuto ya tengo las piernas en el suelo. Bueno, si, me he
levantado, sin ganas pero voy a tardar lo indecible para llegar a trabajar. Así
que tardo en decidir que me voy a poner.
Me ducho con parsimonia y me recreo con el agua. Me visto sin prisas, y recojo
algunas cosas para meterlas en la mochila. ¡Si! Sin prisas. Me voy al cuarto a
hacer la cama y ponerme las botas pero Silvia se ha adelantado. Ha hecho la
cama ella. ¡Sorpresa! Lo peor es que una vez puestas las botas ya estoy para
salir a trabajar. Preparo el sobre de Frenadol que me toca por la mañana,
espero que los granos se diluyan mientras voy girando la cuchara despacio.
¡Está asqueroso! Miro el reloj: Las
7:26. ¡Joder! Las siete y veintiseis. Si me voy ahora ya llego lo menos veinte
minutos antes. ¡Me voy a prepara un café! Pienso. Lo bebo a sorbitos cortos,
lentamente, recreándome en el sabor. En el olor no porque con el resfriado que arrastro
no me entero de nada. Silvia recoge su bolso. Me voy, dice., me llevo el coche.
¿Si? Le pregunto.Entonces llévame. Vale,
me contesta, voy cerca. Me coloco la chaqueta y cojo un pañuelo. Silvia
entonces me dice que antes tiene que parar para dejar una cosa en su trabajo.
Nos coge de camino. ¿Como? Pregunto. Mi idea de llegar tarde es llegar con la hora
justa al trabajo, si acaso uno o dos minutos de retraso, pero si ella tienen
que pararse se puede hacer que eterno. Y esperar en el coche a que vuelva para
llevarme a mi y entrar quince o veinte minutos tarde… ¡No! Eso si que no. Casi
mejor que no, le digo. Me voy en bici. Salgo detrás de ti.
Llego al curro. Faltan cinco
minutos para que empiece mi turno. Quizá hoy no he podido llegar tarde pero de
mañana no pasa.