- Las piedras. Sobre todo cuando están adscritas a una muralla, a un edificio con mas años de los que tendría mi abuelo, mi padre y yo juntos. Me gusta pasar las yemas de los dedos por la arenisca (en Córdoba la mayoría de las construcciones son de de arenisca) o por el mármol en columnas lisas, por el granito o los guijjarros que soportaron el paso de carromatos imperiales, porque los carromatos imperiales pasarían los primeros pero después también soportaron los carros de pescado, de fruta, de muertos por la peste e incluso los primeros gateos de bebes que después morirían en batallas de Flandes. Hace poco, en la nueva oficina de Turismo de Córdoba, roce la zona amurallada que durante varios siglos llevaba oculta y ahora se ha puesto en valor, un escalofrío me recorrió la mano y pude ver a los pescadores del Guadalquivir contentos con un esturión enorme, a los mercaderes de antaño subiendo y bajando por Calle Feria, curiosamente esta calle no pude imaginarmela distinta, santiguándose a su paso por recién inagurada Capilla de la Aurora, de la que ahora solo quedan dos paredes, rezando un padre nuestro en la Cruz del Rastro para tener dos días menos en el purgatorio, los cobradores, los armeros, todos tocaron esa piedra, o la anterior, y, seguro que algún cantero fue el depositario. Me gustan las piedras. Me traen retazos de historias de gente corriente. De esos que no aparecen en los libros, de los que graban su nombre en la muralla junto con corazones o amenazas. ¡Si! Me gusta tocar las piedras. (Y los guijarros también.)
- Los libros. Si algo echo de menos leyendo en e-book es el tacto. Ese sentir rugoso que trae las ediciones de mala calidad, la mayoría de los libros que hay en casa son ediciones baratas y las páginas son reguleras. El olor de goma que perdura incluso en años. (En casa de mis padres hay un libro de Knut Hamsum que aún huele a goma.) Los libros nuevos con sus tapas impolutas, pero también los viejos con las esquinas golpeadas. (Por cierto Dani, siento el trillo que le he dado a tu libro del Savoy pero no sabes la de historias que podría contarte ese libro además de las que escribió Alvite.) Libros nuevos, libros viejos. Los libros son como las mujeres. Hay que conocerlas para saber si son guapas o no. Un libro como "El lobo estepario", como mi edición del lobo estepario (hoy he leído a Ángela y lo he recordado) puede venir roído por las ratas, descuadernado y sucio, pues ese libro, que a mi me costó pillarle el punto al principio, (como a algunas mujeres que conozco) es uno de los libros con mas belleza que hay. Una primera edición es un placer y si puedes encontrar un manuscrito debe se algo así como un orgasmo. (Hace poco en una exposición de Góngora se podían ver los manuscritos del escritor cordobés y era emocionante incluso a través del cristal que nos separaba.)
- El ombligo. ¡No! No cualquier ombligo. Solo el de la gente que quiero. Y que quiero mucho. Me
gusta poner la mano en la barriga de las personas que son de mi entorno, de mi vida y sentir esa comunicación que trae el ombligo. Como si fuese un puerto USB, volviendo a recuperar el lazo de unión que había con la madre pero esta vez conmigo. Con mi dedo índice. Tocarlo ligeramente, sin hurgar, solo como si fuese un código morse. Un toque, otro, Una sensación de que en esa hondura, en ese hueco hay tanta información que solo se puede sentir con leves contactos. Mientras la palma de la mano está apoyada en la barriga.
- El Agua. ¿Quién no ha sacado la mano por la ventana cuando llovía? ¿Quién no ha pasado los dedos por el abrevadero de una fuente? ¿O ha pulsado el botón de un surtidor y alargado la mano para que el chorro le llegue a la palma? A mi el agua me encanta. Me gusta cuando corre, cuando dejas las manos a su lado para que te empape, para que se escurra entre tus dedos. Da igual que sea bajo el grifo, (Fregar los platos es una cosa que no me molesta siempre que no haya sequía.) Duchas interminables, o como ahora, dos o tres al día. Me gusta ver correr el agua y tocarla. Pero también me gusta ese agua que está llena de vida en un estanque, ese agua turbia que oculta alguna rana, o algas, o vete tú a saber. Me gusta el agua en el mar, entrar despacio y sentir como las olas te mojan los pies, llegar y notar la humedad en los dedos de las manos, Como el vello se eriza a su contacto. El agua es, quizá, una de las cosas que no es que toques tú, si no que te toca ella. Te llena te abraza. Es como los niños pequeños que te cogen un dedo y sientes que no puedes soltarlo, que necesitan ese dedo para seguir adelante. Pero soy yo quien necesita tocar el agua. Quien necesita notar su humedad, su frío o su calor.
- Las Medias. De pequeño una señora me dijo que mi novia estaría muy contenta conmigo. Sin darme cuenta, solía hacerlo con mi madre, estaba tocando sus medias. Mi mano recorría su pantorrilla y el nylon me hacía cosquillas en la palma. Entonces retiré la mano como si se fuese a quemar y avancé con mis coches uno o dos metros mas adelante. Allí estaba mi madre. No le acaricié la pierna pero si puse las manos en su pantorrilla mientras mi Mercedes rojo chocaba con un Escarabajo negro. La paz volvía a estar en mi cuerpo. Con la edad dejé de tocar las pantorrillas de las señoras y durante un tiempo en el que a las niñas solo les daba por ponerse leotardos casi ni recordaba esa sensación. Pero de nuevo a las señoras les ha dado por volver a usar medias. Medias, pantys, incluso calcetines de nylon. A mi me encanta. Eso si, ahora más que las pantorrillas me entretengo bastante en sus muslos. Y a veces cuando subes por la pierna y descubres el final de una media y el contraste de
l aspero nylon con la suavidad de una piel... ¡Entonces la gloria está cerca! Quía debería aclarar que las medias me gustan puestas, a ser posible en una mujer con piernas largas, pero la verdad, me gustan las medias estén donde estén. (No es la primera vez que he rozado a un maniquí de Calcedonía y se me ha erizado el vello.)
Y creo que por hoy ya está bien. Estas son cinco de las cosas que me gusta tocar. Quizá no son las cinco que mas me gustan, pero si son las que he recordado hoy.
Te lo compro todo, pero te cambio las medias por el pelo, como tú dices, de la gente que quiero.
ResponderEliminarY mas, seguro que faltan muchas mas. (Lo del pelo... te lo quedas. No está entre las preferencias.)
EliminarPues son geniales y curiosas, o quizá sea solo por la forma en que las cuentas.
ResponderEliminarUn beso.
Es que hay que poner un mínimo de ganas, sobre todo si las cosas que tocas ya te muestran tanto.
EliminarA mí me encanta tocarme el cogote cuando estoy recién pelado. Ese pelo cortado y áspero me hace cosquillas en las yemas de los dedos y es como acariciar a un gato de cabo a rabo. Sólo me falta ronronear.
ResponderEliminarMi hermano mayor me sufría much mucho cuando se cortaba el pelo, es como acariciar a un peluche.
EliminarEl cogote es un gustazo repasarlo con la mano y que lo haga alguien... ¡También!
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