Se reunen los domingos a las nueve de la mañana. Durante media hora están encerrados, mirándose, tranquilos, disfrutando de la liturgia. Entonces el capellán dice eso de: "Podeis ir en paz". Y es entonces cuando la paz se acaba. La señoras recogen con premura su bolso, el bastón que descansaba en el respaldo es golpeado por un andador que se abre camino, como para darse ventaja. Algunos, los que van en grupo, apremian a los más rápidos para que no se esperen. Nadie cede el paso en la puerta, al contrario, se interrumpen. En la plaza, a unos veinte metros, está su destino. El olor de la fritura de aceite llega hasta dentro de la iglesia animando a los ancianos. El primero en llegar golpea con la mano en la barra. A partir de ahí una serie de voces repitiendo lo mismo ¿quien es el último?
El dependiente mira la cola que se le va agolpando y le sonrie al primero que ha llegado antes de preguntar:
- ¿Cuantos churritos le pongo?
ummm churros!!! yo que llevo ya 2 meses a dieta.....
ResponderEliminarAl final resulta que lo de los churritos es una liturgia más. Y engorda. Pero bueno, por lo menos alegra el día después de la sesión de golpes en el pecho.
ResponderEliminarJuana... ¡todavía a dieta! Pero niña... ¿Cuanto dura tu operación bikini?
ResponderEliminarRick... por su puesto, no hay nada como flagelarse un poco para ver lo bueno que te da la vida. Aunque sea saltarse la diabetes un ratito cada mañana de domingo.