El partido era aburrido. Cero a cero aún en el marcador y la última cerveza calentándose en la mesa. El bar ya no estaba lleno. Los cuarenta mil pases de los futbolistas que no miraban a la portería lo habían dejado como las áreas, ¡vacío! El sueño empezaba a apoderarse de los parroquianos cuando entró ella.
Llevaba una camiseta del equipo local. Animaba como cherleaders de instituto. Pantalón ceñido y zapatillas de deporte que brincaban por el entarimado del tugurio. Por su puesto se convirtió en el centro de atención de el grupo que quedábamos mirando la pantalla. Su pelo iba de un lado a otro. Cuando caía delante de su cara ella lo echaba atrás con un movimiento de mano que nos devolvía la sonrisa a los aficionados. Si en algún momento alguien mostró una preferencia por el equipo visitante se olvidó rapidamente. Faltaban aún unos minutos para el final y con la chica entusiasmada nos enganchamos a sus saltos, y volvimos a animar a nuestro equipo, el de ella ahora, como en la previa.
El pitido final nos llegó de sorpresa. El resultado, después de una tarde aciaga también. ¿En qué momento había cambiado el resultado?
Entre faldas anda el juego...cuando una mujer entra por medio, ni Maradona ni nadie. Así es la vida.
ResponderEliminarUn saludo
Como si quieren cambiar el esférico por un balón de rugby. Toda la razón.
EliminarAtractivo y sensual relato que el lector vive sintiendo la lógica de este. La belleza de la chica estimuló a todos los telespectadores, y a mí también.
ResponderEliminarYa lo dijo Alvite: Lo mejor que tienes no son tus piernas, ni tus ojos,... Lo mejor que tienes es mi imaginación.
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