Corre, corre, corre, le digo. Sabiendo que es lo que quiere oír. Cuando lo que quiero decirle es: Para. Detente. Mira alrededor. ¿Acaso no ves lo que te rodea? ¿No quieres sentir lo que hay alrededor?
Pero ella está hecha para correr. Para no mirar atrás. Lleva la velocidad en su cabeza. Y solo cuando un árbol la detenga, caída en el suelo, abrirá los ojos. Se levantará, mareada aún, y seguirá corriendo hasta el siguiente árbol.
Y yo, que me encantaría tenerla un rato a mi lado, solo puedo animarla a correr.
Están los que en efecto saben lo que quieren y luego están los que creen saberlo, pero no tienen la misma seguridad que los primeros.
ResponderEliminarY luego estamos todos los demás.
Saludos,
J.
Hubo un tiempo en el que creía saber lo que quería. Ahora me conformo con saber lo que no quiero.
ResponderEliminarBubo dixit.