Llega temprano. Aún le quedan dos horas para su cita con el médico. Quizá debería esperar en una de esas sillas incómodas donde los pacientes se preguntan por el número y sus dolencias pero decide salir a la calle. Allí, sentado en un poyete, ve pasar la vida en vez de la muerte.
No me ve cuando llego por su espalda y le susurro que hoy no tendrá que aguardar que lo llamo su médico. Que su hora ya ha llegado.
Así llega muchas veces, por detrás y sin hacer ruido.
ResponderEliminarComo los buenos relatos, que te pillan casi siempre por (agradable) sorpresa.