Cuanto tiempo se nos hizo ese "siempre" al que no parecíamos llegar nunca.
Cuantas cervezas y risas, golpes de dados y guiños, cuanta laca gastamos en aquellos tupés.
Y ahora aquella barra se mantiene igual,
con la cicatriz anárquica que tatuamos en su madera.
Con todas las promesas que le hicimos, que nos mentimos, apoyados en ella.
Tanto tiempo dedicado a esa madera, que podía haber sido pasarela de cubierta,
la mesa de un abogado formal,
la espada medieval de un adolescente en puertas.
Y se quedó en barra de aquel bar.
En tabla de mandamientos prohibidos.
En testigo de nuestra necedad.
recuerdos y nostalgia
ResponderEliminarEstoy seguro que tú debes tener alguna barra marcada con tu nombre.
Eliminarpues no, yo siempre he sido muy correcta...... hasta hoy, claro
EliminarCuantas andanzas creyendo que nos ibamos a comer el mundo, y ahora, va el mundo y nos merienda
ResponderEliminarEl mundo sigue igual. Somos nosotros los que cambiamos. Yo he sido siempre de poco comer y poca hambre. Así que siempre me da mucho más de lo que espero. Y comerme... estoy en los huesos, no soy muy digestivo. Hay gente mejor para comer.
EliminarMe alegro mucho de volver a verte Gilda.
Recuerditos
ResponderEliminarBesos.
EliminarSi las barras de bar hablasen...
ResponderEliminarCalla, calla. Como dice Ire: "no dicen nada, por eso son los mejores aliados."
EliminarNi las barras, ni los bares, ni las calles dicen nada, por eso son, definitivamente, los mejores aliados.
ResponderEliminarPor eso es bueno también compartirlas. Por que tampoco hablan. Claro que hay algunas que parece que si saben hacerlo.
EliminarSi las barras de los bares en los que hemos pasado tanto tiempo hablasen, no habría manera de hacerles competencia inventando historias.
ResponderEliminarMe hiciste recordar una barra de bar que ya no está, o no igual, pero a la que llegué a querer mucho. Y al que estaba detrás de ella, que tampoco está ya, más.
Un abrazo
A las barras se les coge cariño por la gente que hay alrededor. No por la madera que tienen.
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