A ella le gustaban mis relatos. Se sentaba en el sillón los curioseaba. A veces me preguntaba que era lo que me había incitado a escribir tal o cual cosa. Que había visto o sentido para escribir ese cuento, ese micro. Yo entonces le sonreía y la besaba. A veces hacíamos el amor en el mismo sillón. Nunca había una respuesta.
Un día, con uno de esos borradores que dejaba al azar por el salón, ella lo cogió y comenzó a leer. Después volvió a releerlo. Era un relato en el que el personaje follaba con una chica muy distinta al tipo de ella. Esa tarde no preguntó. Dejó los folios en el mismo lugar que los había encontrado. Después fue al armario, buscó en mi ropa, en los bolsillos, en la mochila, cogió mi móvil y hurgó en las llamadas.
No fui capaz de convencerla de que la imaginación no deja rastros.
ainsss.... yo no tengo problemas, mi marido NUNCA ha pasado por esta casa mía tan particular... así que no sabe de mis vecinos ni de mis amantes... y creo que si lo supiera le daría igual
ResponderEliminarMi ex tampoco supo nunca de mis relatos. Bueno... más bien le daba igual.
EliminarExcesivamente desconfiada para vivir con ella
ResponderEliminarPues si, pero a veces... con motivo.
EliminarAy, qué lata enfrentar ese cuestionario. Cómo surgió, qué te lo inspiró, cuánto hay de realidad y cuánto de ficción... Hasta que aprenden a confiar o, por lo menos, a aparentar que confían. ¿Cómo no autocensurarse, si no?
ResponderEliminarInvítala a escribir también. A mí me funcionó. Las preguntas cesaron.
Besos
Buena idea. Intentaré ponerla en práctica a ver si se deja.
EliminarQue bien lo describes bicho...
ResponderEliminar