16/8/13

El pijama.

Llegábamos temprano. Todo lo temprano que se podía en verano y con dieciséis o diecisiete años. Don Miguel, es al único tabernero que he tratado de "Don", charlaba con los parroquianos que parecían un anexo a la barra de madera. Cuando le pedíamos un pijama teníamos que dejarle el dinero en la barra para que empezase a prepararlo. Cogía una de las botellas vacías de "La Casera" y un embudo. Primero echaba el referesco de Cola de una de las botellas llenas hasta la mitad, después lo rellenaba con el vino que bebían los perennes de la vieja barra. Siempre había alguna cara de asco en aquel rincón cuando Don Miguel nos preparaba el pijama.
Tardamos varios años en poder optar a uno de esos rincones privilegiados de la ancianidad y cuando Don Miguel trasladó la cuesta al local de en frente, con sus barriles, con sus botellas de Casera y sus sillas de enea, fuimos nosotros quienes ganamos el lugar. El rincón de "La Cuesta" era nuestro.

(Pero nos duró poco porque había algunos inconscientes que empezaban a beber )

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