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El abuelo se ve bien. Se planta delante del andén y empieza a balancear su bastón. Lo gira, lo pasa de una mano a otra y termina enganchándolo en uno de sus brazos mientras busca una petaca en la chaqueta. Saca un cigarro y lo enciende con parsimonia. Empieza a fumar reposado, echando el humo con tranquilidad. Nadie se atreve a decirle que no se puede fumar. El bastón vuelve a girar en su mano. Como si fuese un Charlot deambulando en una película muda. El tren está a punto de llegar. Coloca el cigarro entre sus dedos y lo lanza a las vías. Después, lo hace él.
Qué impotencia.
ResponderEliminarSi. Los suicidas traen una impotencia escandalosa. Da igual lo que hagas, al final ellos tienen la última palabra.
Eliminarbueno, cada cuál que haga de su capa un sayo....
ResponderEliminarEl problema es cuando lo hacen de "tu" capa.
Eliminarvaya... helada me he quedado...
ResponderEliminarNo tiene mérito Xania. Hace un frío del copón.
Eliminarofú! y por qué los suicidas son tan sucios? ya no está de moda cortarse las venas en la bañera?
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