Mi tía Micaela fue, desde siempre, devota de San Antonio. De joven, cuando sus amigas ya iban por el primer o segundo hijo, ella seguía trabajando en la oficina del Monte de Piedad.
- Cuando me case lo dejo, pero mientras ¿qué voy a hacer yo? – decía cuando le insistían.
Fue al nacer el hijo de Angustias, su mejor amiga, cuando fue a ver a San Antonio y se lo pidió:
- Por Dios, San Antonio bendito, haz que conozca a un hombre bueno. Que me quiera y al que quiera toda la vida y cásame pronto.
Así fue como al salir de la iglesia, pensando en otras cosas, tropezó con Don Fermín, el nuevo párroco.
Pero San Antonio, que es el santo más milagroso, también le concedió el otro deseo y la caso al poco tiempo con mi tío Julián, al que le dio un hijo que lleva su nombre y siguió la trayectoria de su padre entrando en el seminario.
Él
Hace 5 horas
Como en El pájaro espino. Historias prohibidas.
ResponderEliminarPor lo menos tú tía tendrá una historia interesante que contar a sus nietos, otros sin embargo pasan por esta vida sin pena ni gloria....
ResponderEliminarjajaja, los caminos del señor son inescrutables...xD
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