Mi esposa no duerme, está nerviosa y me ha despertado. Las chicas de abajo tienen una fiesta. Son dos francesas y una italiana que comparten piso durante unos meses. Erasmus que no desaprovechan ni un día. Intento tranquilizarla, la abrazo. Voy metiendo mi mano bajo su camiseta. Me la retira cabreada.
- ¡Podías hacer algo y decirle a esas putas que se callen! – Grita.
Sin dormir y sin follar me levanto de la cama para no escucharla. Un pijama corto y una camiseta es lo único que llevo cuando decido bajar a cortarles el rollo a las erasmus.
Después de dos timbrazos me abren la puerta. Nadie me pregunta. Entro. En la cocina un chico busca en la nevera, coge una cerveza. Le pregunto por alguna de las vecinas y me manda al salón con un movimiento de cabeza. No veo a ninguna allí, pero hay tres parejas que están comiéndose la boca. En el sofá, una de las chicas solo lleva un sujetador negro mientras el chico que tiene debajo le faltan brazos para manosearla . Le toco el hombro a un chaval que tiene sus manos en el culo de una morena pequeñita. Cuando se gira me corto, no consigo preguntarle por mis vecinas. Son dos tías. Entro en el pasillo. Las puertas de las habitaciones laterales están cerradas. No me atrevo a abrirlas y es entonces cuando del baño salen la italiana y una de las francesas. En el lavabo veo un billete enrollado.
- ¡Oye mirad....! – comienzo a decir.
No me da tiempo a nada más. La italiana me sujeta por el cuello y me mete la lengua en la boca. Me asusto y retrocedo hasta darme de espaldas con la pared pero ella no me suelta. Su lengua recorre mis dientes y busca la mía. Se pega a mi cuerpo y sonríe cuando nota que me he excitado. Coge la mano de mi otra vecina y la pone encima de mi paquete. El pijama no disimula mi erección. La francesa es una tía alta, castaña, que me después de frotarme la polla durante un rato me coge de la mano y me lleva a la habitación grande. La italiana viene detrás de mí. Me ha soltado la boca pero antes me ha mordido el labio inferior. Me ha hecho sangrar. Al entrar no puedo evitar mirar el techo. Mi mujer está en la habitación de arriba.
La italiana a mi espalda me está quitando la camiseta. Me dejo hacer. Levanto las manos. Delante mi otra vecina saca su lengua y la pasea por mis pezones. El pantalón va a reventar y noto que de un tirón cae el pijama y el boxer. Las dos sonríen, vuelvo a mirar el techo como si alguien me vigilase. Me tiran a la cama. Frente a mí están las dos. La italiana es morena, no tan alta como mi otra vecina. Lleva un vestido que le vuela a la altura de los muslos. Está descalza, los tres lo estamos. Comienza a quitarle la camiseta a su compañera. Sin camiseta, la francesa enseña un pecho grande al que antes no había prestado atención. Las dos se besan, las lenguas se conocen. La italiana le mete la mano bajo su pantalón, intenta bajárselos mientras sus dedos se mueven bajo sus bragas. La francesa, de dos tirones, hace que caigan. Sus bragas están mojadas, y su compañera sigue masturbándola. Yo comienzo a hacer lo mismo mientras las miro. La italiana saca su mano de las bragas y con su mirada parece regañarme. Retiro mi mano y entonces se echa encima de mí. Vuelve a besarme haciendo que la polla se agite. Intento quitarle el vestido, es la única en la habitación que no está desnuda. Me lo impide y levantándose los volantes de la falda se dirige de rodillas a mi cara. No lleva ropa interior. Su coño está encima de mi nariz. La acerco y voy acariciándola mientras llega su olor, a cuero, a billetes usados. El clítoris le sobresale, se lo muerdo con los labios y entonces deja caer su falda. Me tapa la cara. Una lengua en mi polla hace que me estremezca y le meta mi nariz en el coño. Le gusta. Comienzo a lamer su entrepierna. La francesa me va marcando el ritmo que debo seguir con la italiana. Su lengua me recorre desde los huevos hasta el glande y mientras la mía recorre los bordes húmedos de su compañera. Cuando me la anilla con los labios yo le introduzco mi lengua por las paredes de su interior. Suelto una de mis manos de sus muslos y le introduzco un dedo. Gime y se arquea. Le va. Se corre en mi boca. Sus muslos me atrapan las mejillas y apoya las dos manos en la cama. Comienza a moverse, su falda recorre mi cara hasta el pelo. Ahora puedo ver como la francesa sigue pajeandome mientras con la punta de su lengua recorre el glande. Me está dejando sin respiración. Le recojo el pelo mirándola a la cara, sus ojos buscan los míos y mientras voy jadeando siento sus pezones rozándome las piernas.
La italiana se ha puesto detrás de ella. Con dos cachetadas en el culo la obliga a sentarse encima de mi. Antes de hacer que la penetre me pone un condón. ¡Joder! ¡Estas tías están en todo! A la francesa le va cambiando la cara mientras se mete la polla. La boca abierta con un suspiro, los ojos cerrados echando la cabeza atrás. Cuando estamos acoplados me mira y sonríe. Comienza a cabalgarme, sube y se deja caer. Cada galopada es un peldaño al cielo. Sus tetas no paran, alargo mis manos hasta ellas pero otras más pequeñas se me adelantan. Detrás, entre mis piernas, mi otra vecina, las aprieta fuerte. Le va marcando la pauta. No se ha quitado su vestido. Después las va bajando por sus costado hasta las caderas. Nos acelera el ritmo. Sus manos desaparecen, dejo de notar los volantes del vestido rozándome los muslos. Una mano me manosea los huevos. Un dedo se introduce en mi culo, no logro controlarme me corro mientras la francesa sigue botando en mis piernas. Intento cerrarlas pero la italiana sigue ahí, no me deja hacerlo y solo veo sus ojos sonrientes. Totalmente exhausto la francesa sigue saltando hasta que se corre. Aún le quedan dos o tres embestidas más antes de echarse encima de mí. Me besa ligeramente y me muerde el labio. Debe ser marca de la casa. Me echa a un lado de la cama, me cuesta moverme. Así, desnuda, me vuelve a besar y se acurruca con las sábanas. No encuentro a la italiana. Ha salido de la habitación sin darme cuenta. La francesa coge el sueño rápido.
Recojo mi pijama y salgo de la habitación. Las habitaciones siguen cerradas, hay luz pero no se oye a nadie. En el baño el tipo que me abrió, el de la cerveza está esnifando una raya. En el salón no hay nadie. No hay ruido. Busco a la italiana pero se ha ido. Subo a casa. La puerta de mi piso está abierta, no pensaba que iba a tardar tanto. Mi esposa está durmiendo. Ahora soy yo quien no puede hacerlo.
(En la cama, entre sueños, una sombra pequeña, como un volante ondulado, pasa delante de la habitación. Oigo cerrar la puerta. )
Él
Hace 4 horas
..............................me gusta
ResponderEliminarEs una fantasia en toda regla!!la tuya??
ResponderEliminares muy buena, me pone
ResponderEliminarA mi quien me ponía era la italiana. ¡Que buena estaba la cabrona! No del tipo de niña lindísima, guapísima y anorexica, no, más bien del tipo Silvano Mangano en Arroz Amargo.
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