Solo quedaban cinco disparos. La familia se había llevado casi todas las ráfagas de la cámara. Y aún no tenía a mi disposición esa ventaja de poder disparar, casi sin mirar, que traerían las cámaras digitales. Así que llevarse un trasto como como una Pentax analógica a la feria se veía de una ilusión y una esperanza muy altanera. Cuando llegué apunté al barman que me entregó una cerveza a cuenta. El técnico de sonido y unos locos saltando, mientras la Fiesta Pagana de Mago de Oz sonaba a mas decibelios de los que permitía el ayuntamiento, se llevaron los siguientes disparos. Y entonces recordé una de las cosas que decía mi profesor de fotografía: También hay que mirar atrás.
Y atrás estaba ella. Mirando el cerro, apoyada en la baranda con una pierna en alto. A su lado una botella de vino. Me tomé mi tiempo y disparé con alevosía. El carrete marcó el final de las exposiciones permitidas. Y entonces ella se volvió.
Nunca me ha gustado fotografiar rostros pero mientras me miraba como si estuviese cogiendo el último pestiño de la visita, cargué la siguiente foto. El carrete nunca acaba en la foto 36, y sonriéndole, sin pedir permiso, disparé de nuevo.
Siempre me gustó esa foto. Así que la he seleccionado para editar mi primer libro; una colección de micros, que espero que os entretengan, os diviertan, u os revuelvan las tripas como lo hicieron conmigo.
Echadle un ojo y ya me decís que os parece: Balas de Corcho.
¡Un libro! ¿Pero como es que me entero ahora?
ResponderEliminarPor que cada vez te progigas menos en redes sociales. ¡Muy abandonado tienes tu blog!
Eliminar¡Pero qué grata sorpresa! Habrá que hacerse con un ejemplar y devorarlo cualquier tarde de playa.
ResponderEliminarEspero que te guste. Ya sabes, leer sin prisas y siempre que sea entretenido.
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