Siempre aparecen a las tres en punto. NI a las dos, ni a las cuatro, ni siquiera se permiten unos minutos de demora o adelanto. A las tres en punto ellos empiezan a curiosear en mi cabeza. Entran sigilosos, como esos compañeros que esperan asustarte por la espalda y después ríen con una broma. Solo que ellos no reían y yo tampoco. Con sudores y calenturas me despertaba y no podía volver a dormir. Por allí quedaban escondidos, ocultos, esperando que cerrase los ojos para volver a aparecer. Pero hoy no les voy a dar ese gusto. Voy a seguir frente al ordenador, una hora, dos, tres, las que sean necesarias para que llegue el día, para que el sol los ahuyente, al menos, hasta mañana a las tres.
Él
Hace 4 horas
Como solución a corto plazo no está mal. A medio o largo deberías pensar en otra estrategia. ¿Por qué no nos los presentas? Bueno, vale, lo pregunto por curiosidad.
ResponderEliminarUn beso
Algún día. Quizá haya alguno por ahí, entre una de esis post a deshoras.
EliminarY que paso? lo conseguiste? besos.
ResponderEliminarAl final el sueño es el que vence.
EliminarYo también conozco a algunos. Últimamente están viniendo a las cinco. Y suelo usar la misma estrategia que tú.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu forma de expresarlo.
Mucho mejor hora. Aunque a esa hora llegan y ya me levanto.
EliminarIntrigada me has dejado 🙄🤔
ResponderEliminarEs la gracia de los relatos.
Eliminar¿Inyecciones de café?
ResponderEliminarEso acaba con todos los fantasmas.
Y con el hígado también, pero bueno, algo es algo.
Saludos,
J.
Mucho café, incluso de noche, pero no ha habido nunca problemas por eso.
Eliminar¡ahí ahí! ¡duro con ellos!
ResponderEliminarSi, me pongo duro, pero me dura un rato. No sirvo para matón.
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