Tumbado en el sofá, la música campa a sus anchas por el salón. La lista que ha elegido no es suya pero le ha gustado la portada que tenía y después de dos canciones y un chupito de whisky ha encontrado el lugar ideal para abandonarse al libro.
Entonces Eric Clapton empieza con los primeros acordes y escucha el ronroneo de una gata que sube por sus piernas. Una gata con rizos zainos y aliento de ron. Que va conquistando su sitio con besos húmedos entre cojines y ropa. La mano lenta va acariciando y el vello apunta al cielo. Da calor esa gata y sobran prendas. Había un libro en esta historia pero se ha perdido entre notas de guitarra. Solo piel y sudor. Me gustaría pensar que también amor. Pero es su canción, no la mía. Y solo estará conmigo mientras dure su viejo amor.
Dan ganas de volver a repetirla una y otra vez pero ella es tan caprichosa como la selección aleatoria de Spotify y todos sabemos que las gatas solo puedes quererlas. No esperar nada de ellas. (He puesto la versión mas larga que he encontrado para escribir el post. La que he escuchado de verdad solo ha durado siete minutos. Siete minutos de gloria.)
A Gatuna.
Que me hizo enamorarme de la canción.
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