7/12/14

Hierba.

Acababa de pasar la cortadora por el jardín. La tierra y el césped podía mascarse entre los parterres.
- Ummhhh, este olor me encanta. ¡La hierba está para comérsela! - Le dije a Verónica.
- Ahora después te voy a decir yo la hierba que te vas a comer.- Me replicó mientras me apretaba el culo con su pequeña mano.
Me sobresalté. No esperaba esa respuesta de Verónica. Y mucho menos después de estar llamándola durante tres días sin noticias suyas. El jueves anterior con varios whiskys y algún ron por ayudantes por fin había conseguido meterme en su cama. Ni una hora estuve en su habitación antes de que me pidiese que me fuera. Un fin de semana en su pueblo con su novio y algunas de esas amigas que me había presentado con idea de tirarle los trastos a alguna debían haberla dejado de nuevo con su mentalidad de monja ursulina pero no. Verónica venía con ganas de descubrir mas cosas. El jueves había conocido mucho mas que la postura del misionero y las pajas a su novio y llegaba a Córdoba con ganas de aprender.
Creo que fue... ¡Bah! Estoy seguro que el primer coño que rasuré. No tenía ni idea y, si bien con las tijeras, me mostré seguro, cuando cogí la cuchilla de afeitar tuve que hacer acopio de valor para enfrentarme a aquella carne rosada. Verónica abría sus piernas en aquella cama de noventa centímetros de lado por los que cogíamos de mala manera los dos. Daba gusto verla tan pequeña y tan impaciente por que comenzara a jugar entre sus piernas. Después, con cuidado, con mucho cuidado, comencé a pasar la cuchilla por su pubis. Cuando acabé lo limpié con el agua que quedaba aún del cubito. Retiré la toalla que ella tenía bajo su culo y lo sequé. Y entonces,  sonrosado y húmedo empecé a comerle el coño... No había hierba. 

3 comentarios:

  1. muy monja no veo yo a verónica.... y aprender siempre es excitante......

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    Respuestas
    1. Como me decían de joven: "La mierda de gato es una porquería hasta que la pruebas, después no puedes dejar pasarla".
      Podemos hablar pestes de algo pero si somos lo suficientemente coherentes para probarlo y tenemos la suerte de que nos guste... ¡Puede ser la hostia!
      Luego está que sepamos reconocerlo o que digamos que, ahora con mas motivo que lo hemos probado, siga siendo la porquería mas grande.

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