Se despertó maldiciendo a Dios. Apagó el despertador que marcaba las seis y un minuto. En la misma pantalla podía ver el día: Domingo. Se levantó despacio, con parsimonia e inició un lento peregrinaje a la ducha con parada en el armario.
La radio empezó a sonar con una melodía lenta. El agua caía templada, agradable y tocándose la cruz que le colgaba del pecho empezó a reconciliarse de nuevo con el creador. Un café terminó por despejarlo del todo y antes de salir a trabajar se despidió de los suyos con besos que solo entraban en sus sueños.
Cogió la bicicleta y bajo las escaleras. Aún no veinte metros pedaleando cuando un chaparrón empezó a caer. Entonces miró al cielo, se agarró nuevamente la cruz del pecho y gritó: ¡Es que no te enteras!
No se entera casi nunca, es bastante lerdo o sencillamente no madruga. El chico llegará fresquito como un pollito mojao, suerte que no tiene mi pelo...¡que eso no se seca así como así!
ResponderEliminarEs que es jefe!
EliminarMal forma de comenzar un domingo...
ResponderEliminarUn beso
Con Dios es difícil contar. Eso si, el día me lo ha alegrado una compañera que teníamos antes y se ha pasado a desayunar. ¡Un gustazo!
EliminarEl creador últimamente está muy despistado también conmigo..... ya he dejado de pedirle cosas, a ver si se da cuenta de mi ausencia...
ResponderEliminar¿Las pides con Fe, Juana? Quizá con un recortada en la mano sea mas fácil.
Eliminarsiejque me lo mareáis `pidiéndole polladas! la última, que el ébola desaparezca.....ilusos!
ResponderEliminarTambién podía concederlas todas para variar.
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