Durante varias horas estuve esperando. Pude ver como se afanaban los camareros, como los clientes salían y entraban del bar. Había pasado la hora de la salida del trabajo, y después de un tiempo la barra quedó sola. Unas personas se arremolineaban cerca y también comenzaron a desaparecer.
El camarero me miró, se acercó y me preguntó si quería algo más, le pedí otra copa. Después de servírmela fue al trastero y empezó a barrer el local.
Juan no llegaba, la primera vez que lo vi estaba frente a una de las fotografías que colgaban encima de la estantería.
- Esa es mi madre, es guapa ¿verdad?- decía.
Era lo único que se le entendía. Según el camarero se había bebido el solo medio barril de Cruzcampo. La barra de madera había adquirido su forma de los brazos. Me ofrecí a acompañarlo a casa, pero rehusó. Me quedé con él tomando otra cerveza y empezó a contarme la historia de su madre. Su padre, celoso de todos los hombres del bar, solía sentarse donde se encontraba Juan, vigilando la clientela, vigilando a su esposa. Ahora era él quien le guardaba el sitio y el recuerdo.
Ya no volvería a hacerlo.
Él
Hace 5 horas
Queremos hacernos dueños cuando nadie puede someter a otra persona, si te aferras demasiado a alguien corres el peligro de perder.
ResponderEliminarMe haces vivir lo que describes de manera mágica