12/12/17

Viaje a ninguna parte.

Se acerca al hombre que murmura en el banco y se acacha para ponerse a su altura. 
- Papá. Dicen que no hay autobús. 
- Si hay. Me voy al pueblo. 
Intenta levantarse del banco pero no puede. Se balancea una y otra vez para coger algo de impulso pero el banco es bajo. Ni siquiera apoyándose en el bastón consigue levantarse. El anciano lo mira. Es una mirada entre suplicante y de mando. No quiere pedir ayuda pero es lo que hace con sus ojos. 
El hombre que está a su lado le pone la mano en la espalda y lo aúpa para incorporarlo. 
- Venga papá. Vamos a casa. 
- No. Yo me voy.
Entonces se dirige con pasos lentos a una taquilla. La primera que encuentra abierta. Su hijo lo sigue sujetándolo del brazo del bastón. El otro lo lleva en cabestrillo. 
- Papá vamonos. 
- No. Al pueblo. Yo me voy a mi casa. 
- ¡Pero si tu casa está aquí!
En la taquilla una mujer lo mira interrogante. 
- Quiero ir mi pueblo le dice. Dame un billete. 
El hombre a su espalda le hace señas con la cabeza. 
- Ya no hay autobuses. Hace un momento ha salido el último. Venga usted otro día.- Le dice con una mueca de no entender bien. 
- ¿Ves papá? Ya no hay autobuses. Mejor nos vamos a casa. 
- Pero yo quiero ir al pueblo. Yo quiero ir a mi casa. Por favor, dejadme ir a casa. 

El hombre lo lleva sujeto del hombro. Lo fuerza a dar un paso mas, otro, otro. Mientras lo dirige con lágrimas a la salida de la estación. 

6/12/17

Amaras.

Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. 

Al prójimo como a ti mismo. 

Al prójimo... pero... ¿y si yo no me quiero? ¿Lo tengo que amar como a mi mismo? Y a Dios sobre todo. ¿Por qué? Por que amar a Dios si no soy capaz de quererme yo. ¿Que mandamiento es ese? ¡Que estupidez! ¿Porqué no: Quiere y hazlo extensible a todos? Primero tú. Y luego el resto. ¿Como coño vas a querer a nadie si tu no te amas? ¿Que tontería es esa de amar algo, o alguien que no conozco? ¡Quierete! ¡Quierete! Se egoista y quierete. Y después quiere al resto. Si no... Que mierda de amor vas a dar si ni siguiera te quieres tú. 
Si, claro. Esta eso de dar la vida por una persona pero... ¡Seamos sinceros! ¿Por quién daríamos la vida? Solo por alguien que su falta fuese tan dolorosa que no pudiesemos aguantarlo y si no podemos aguantarlo... Somos egoistas. Nos seguimos queriendo a nosotros. 
Ser egoista, al final, es solo una manera de querer. Es la única manera de querer a los demás. 

Amar a Dios... ¡Bah! Que chorrada. Dios le llega al prójimo a la altura del tobillo. 

22/11/17

La abeja.

Sale temprano de casa. Le ha costado desperezarse. No hay nadie que la anime a madrugar en su cama. Lo hace por inercia, por que es lo que ha aprendido, porque de pequeña ya le inculcaron el deber del trabajo, las obligaciones de alguien como ella. No es la única. En su camino se le unen otras, todas parecidas, el mismo patrón de moda para cada una de las que salen de esa colmena. Pero hoy… hoy tiene pinta de ser un día que tan bien aprovechan los zánganos y la abeja prefiere dedicárselo a ella antes que un día más elaborando miel, cera, para una gorda monarca parturienta.



Tiene sus años este texto pero hoy me venía al pelo. 


13/11/17

Degollar.

A degüello, con el cuchillo en la boca, degollar...

A mi todo eso me suena a literatura. A malandrines y alatristes resolviendo sus trifulcas. A espias pasando fronteras y enemigos irreconciliables, a los juegos que aborrezco de soldados emboscados. Por eso hoy he tenido que volver a buscar el significado de "degollar". Por que no me cuadraba, por que era imposible que eso lo hubiese hecho un padre con su hija pequeña. ¡Un bebé!

Hay días que no. (De esto hablo.)

Degollar: Cortar la garganta o elcuello a una persona o animal.

9/11/17

Fuera de lugar.

...me pasaba el día sentado, viendo pajaros volar
no servía para padre, no servía para amar, para amar...


Revolver.
Fuera de lugar.

28/10/17

Face.

Entro en Facebook. Voy curioseando la poca gente que tengo. Hace mucho que no publico nada que no sea una fotografía antigua que me recuerda el programa o algún comentario. Las últimas semanas solo un grupo de fotógrafos cordobeses llaman mi atención, ni siquiera el poker me llama para jugar. Pulso en mi perfil. Un marco de texto me pregunta ¿Qué estas pensando, Bubo? Y no se que pienso. O si. Por que resulta que pensar pienso todo el día. El problema es escribirlo. Esa manía de quedar para siempre, (aunque siempre es mucho tiempo y una unidad de de medir falsa) lo que se dijo, lo que se hizo o se escribió. Al fin y al cabo lo peor no es escribirlo. Puedes pensarlo, puedes escribirlo, al final, lo que de verdad es malo es que alguien lo lea. Que sepa lo que eres, lo que pensaste en un momento dado, dar tus ideas a voleo, sin saber quien leerá, sin saber si algún día te arrepentirás de ellas y tendrás que comértelas por que alguien te las echará a la cara. Lo peor no es pensar es que la gente sepa lo que piensas. Por eso nos gusta inventarnos personajes, asesinos que no somos pero lo pensamos, violadores, pusilánimes a los que rechazamos tanto como a los otros, misioneros en senegal o piratas de parche, cualquiera, por que también somos ellos y ninguno.  Por que alguna vez hemos sido todos y nunca lo seremos. Pero ahora me da miedo ser algo. Que me vean, que me conozcan, si hablo de toros malo, si soy ecologista tampoco va bien la cosa, si lo hago de chicas peor y si no lo hago misógeno, si soy monárquico o republicano da igual, soy facha según unos, radical izquierdista según otros. Al final... Al final termino viniendo aquí que es mi rincón, mi rato de café, mi blog para escribir lo que me salga de la polla aunque no me aclare ni yo. 

¡Que le den a facebook! 

17/10/17

Y si...

A estas alturas una ya podría tener una hija mayor de edad, o un chalet en la subbética, podría tener una vida. Una vida distinta. O quizá no.

14/10/17

Como ayer.

Llevaba media hora tirando piedras al mar. La última rebotó siete veces antes de ahogarse. Ella se le acercó y lo abrazó.
- Si consigo que salte mas de dos veces nada nos separará.- Le susurró él.
Ella le cogió la mano, con la mirada le rogó que no lo hiciera. Él debió notar incertidumbre pero solo seleccionó otra piedra, la más plana, la que no podía fallar y la lanzó.






Elegir opción:

A.- La piedra rebotó cinco veces y fueron felices para siempre.

B.- La piedra se hundió al primer contacto con el agua y ella se desvaneció de su lado cuando tocó el fondo del mar.

C.- Ella lo miró, le dio un cachetazo en el culo que se escuchó en toda la playa recriminándole: Ahora tendremos que seguir juntos sin saber cuando algo nos separará. Igual que ayer. Y le besó.

13/10/17

Jenny and the Mexicats


¡Si señor! Ayer tocaba concierto y lo disfruté un montón. Una lástima porque estabamos pocos (pero macho, como dijo Pantera). Y es que es difícil salir airoso en Córdoba si los Aslandticos tocan gratis en un marco como es el Arco del Triunfo. Una lástima, quiero decir, una lástima por todo aque que se perdió el concierto.

¡Simplemente geniales!

12/10/17

Sorry.

Hoy ni entrada ni hostias. Es solo para decir eso, lo que marca en el título que por cierto ni debería escribirlo. (Como no me atrevo a hacerlo en español lo dejo en inglés.) El caso es que llevo tiempo sin escribirlo es algo que me molesta. No quería que pasasen tantos días sin meterme en el blog. Sin leer los que me gustan y sin saber de la gente. No quería pasar pero pasan los días y no abro el "Café del Búho". (Ni uno ni otro.) He pensando lo menos tres entradas en los últimos días que se han quedado en servilletas y dibujos hecho en el periódico. Ha habido veces en los que me atrevido a abrir el correo y ver que había un nuevo comentario al que no he respondido. (Cosa que odio y pasa muy pocas veces.) He tenido micros en la cabeza que se han evaporado de un pitonazo de coche, o una llamada inoportuna. He pensado, casi cada día, en como volver a retomar esto. Y hoy toca, aunque solo sea para decir... pues eso, el título. 

Voy a ver que se cuece por ahí. 

3/10/17

El Cristal.

Eran las tres menos cuarto cuando entró.

– ¿Ahora? – Preguntó Don Serafín al tipo que entraba en la tienda con mono azul y un limpiacristales en la mano.

– Si usted quiere me marcho y vuelvo el lunes.

– No, pase, pase. – Contestó de mala gana.

El limpiador comenzó con parsimonia su trabajo pero el amplio ventanal que daba a la calle quedó limpio en menos de quince minutos.

– ¿Y esa mancha?- Preguntó Don Serafín mientras miraba su reloj.

– ¡Es por el otro lado! Ahora lo termino.

A las tres en punto el limpiador salía por la puerta seguido por Don Serafín que comenzó a echar la llave. Dio un pequeño golpe para asegurarse el cierre. El tipo se detuvo en la misma postura que tenia dentro del local. No se despidieron.

Con la misma parsimonia del otro lado del cristal el limpiador comenzó a extender el jabón, después lo limpió y fue quitando la espuma con su limpiacristales. Ahora si, el cristal quedó impoluto. Tan limpio que nadie diría que había una barrera entre la calle la joyería.

Así fue como el limpiador, tentado por cruzar hacia dentro avanzó un pie, sonrió, y entró en la joyería.









Este micro tiene sus años, concretamente cuatro, y hoy me lo han recordado. 

8/9/17

El salto de Dios.

(El relato es de Miquel Silvestre y lo encontré la primera vez en su libro "La dinamo estrellada". Un pedazo de libro. Hace unos años lo copié para ponerlo de ejemplo, no recuerdo de qué, en un taller de escritura. Lo he recuperado hoy y cae en el blog. ¡Está genial! Espero que lo disfrutes.)

Lo peor de perder el tiempo no es el hecho en sí de perderlo; total, por mucho que digan que es oro, se trata de un patrimonio que, por valioso que sea y por mucho que uno trate de aprovecharlo, se gasta ineludiblemente y nunca se sabe hasta dónde va a alcanzar.
Así las cosas, en realidad, no vale la pena economizarlo porque igual te mueres mañana y todo acaba importándote un carajo.
Sin duda, lo peor de perder el tiempo es esa mala conciencia que deja. Siempre la maldita mala conciencia de no estar haciendo lo que se supone que debes.
La mala conciencia, el sentimiento de culpabilidad, el peso de la ansiedad del urbanícola occidental, ese animal contrito por todo, por malgastar el agua que los pobres del mundo no beberán, por contaminar el aire con su motor turbodiesel, por colaborar con la explotación de los parias comprando en Ikea, por hacerse pajas siendo adolescente, por seguir haciéndoselas siendo adulto.
Por perder el tiempo... por perder el tiempo.
Yo también soy así; vivo atenazado por los remordimientos, ese lastre cristiano que martiriza, ahoga y castra, como diría un posmoderno. Sólo que a mí me gusta.
Perder el tiempo, digo. No la sensación de remordimiento constante.
Aquel día de finales de agosto me encontraba perdiéndolo de la forma que más remordimientos puede dejar: mirando la televisión.
Lo cual me demuestra otra vez cuán débiles somos y cuánto nos gusta sufrir, porque las aceras y contenedores deberían rebosar de aparatos de televisión, expatriados de los hogares por los urbanitas a quienes atormenta la conciencia del tiempo perdido mirándolos.
Del mismo modo que el pornoadicto hastiado y culpable ante sí mismo arroja a la basura sus revistas y vídeos cuando acaba de masturbarse, jurando que jamás las comprará de nuevo.
Pero no ocurre así, luego, o bien existe una mafia organizada que se dedica a recoger dichos aparatos nada más ser desterrados (opción que me inclino a rechazar, pues son muchas las noches y
amaneceres que he contemplado exiliado en las calles, y habría visto algo), o bien nos tragamos una y otra vez el sinsabor de nuestra culpa, pero no arrojamos ni de coña el Sony por la ventana porque
nos conocemos mejor de lo que decimos y sabemos que vale una pasta y que sin tele no se puede vivir, digamos lo que digamos.
Digamos lo que digamos.
Por eso, porque yo no me desprendo de mi querido aparato ni en mis más agónicos episodios de culpabilidad, me encontraba mirando un campeonato del mundo de atletismo; acontecimiento
extraordinario e histórico que, sin embargo, acontece todos los años.
Como siempre, los negros corrían más, saltaban más lejos y llegaban más alto que todos los demás humanos. No obstante, los demás atletas, a pesar de su carencia de melanina y de posibilidades,
seguían extenuándose no sé muy bien para qué. De acuerdo, yo tengo barriga, los pies planos, los brazos asténicos y pierdo miserablemente el tiempo viendo la televisión, pero los fracasados son ellos.
Por eso me encanta ver campeonatos del mundo de atletismo.
En la prueba de salto de longitud competían varios negros, un blanco europeo que deseaba ser negro, aunque fuera por unos segundos, y un saudita café con leche que anhelaba ser llevado al paraíso de las tres mil vírgenes de un salto.
La cosa estaba clara, los oscuros ganaban de largo, aunque se esforzaban denodadamente entre ellos por organizarse en el podio, puesto que no había medallas para todos. El europeo blanco sabía
que allí estaba de relleno, así que cumplía sin ganas pero con una sonrisa encantadora, quizá buscando para la próxima temporada un espónsor que lo librase del paro. El último fue el saudita, cuyo puesto
en el escalafón mundial de saltadores era ínfimo, y cuyo mejor salto en la vida, según se podía leer sobreimpresionado en la pantalla, era una minucia ridícula comparado con el que ya había conseguido
el peor de los negros aquel día, e incluso todavía por debajo de la mierda de marca del simpático europeo.
Sin embargo, aquel árabe, situado en el centro del universo atlético por primera (y seguramente última) vez en su vida, sabiéndose teletransportado a millones de hogares, sabiéndose en mi casa,
ante mis ojos de infiel, de descreído, de atormentado occidental, no quería desaprovechar la oportunidad que se le brindaba.
La oportunidad de Dios, que no la suya.
La ocasión perfecta para que Dios se manifestase ante todo el planeta, de que lo aupase entre sus dedos todopoderosos y lo llevase más allá de los ocho metros y cincuenta centímetros. Había llegado el momento de que Dios demostrase su poder. El saltador, el humilde atleta saudita, sería sólo el instrumento.
Todo eso contemplé nítidamente en su rostro transido mientras rezaba; una mirada al más allá puso fin a la oración. Entonces me di cuenta de que a pesar de mi escepticismo, y por tanto del escepticismo que atribuyo a cada ser humano aunque diga lo contrario (digamos lo que digamos), aquel hombre creía. Creía tanto que hasta me conmovió: yo también querría creer así. Él estaba dispuesto a realizar una proeza increíble, a desafiar de un salto la física, la genética y la teoría del entrenamiento; disciplinas
occidentales ciegas y sordas. Cuando le preguntasen en Al Jazzira cómo había logrado incrementar su marca personal en un metro o más, él diría la verdad con los ojos en blanco: Alá es grande.
Yo, atado a mis certezas racionalistas, sabía que era imposible, que fracasaría, que Dios no le iba a escuchar. Sin embargo, su fe me emocionó y deseé que tuviera razón en su insensata creencia de que
los límites los marca la divinidad y nosotros somos juguetes ciegos. Eso supondría ser libres. Libres del tiránico determinismo de los hechos, tan tercos ellos. La carrera hasta el listón donde baten los saltadores se hizo eterna; aunque no para él, que vivía ya el éxtasis de los creyentes y los mártires. Todos los musulmanes del mundo corrían con él, con él obtendrían justa satisfacción a sus demandas, con su triunfo todos triunfarían.
Cuando el saltador batió, todos saltaron con él.
Él era la Umma, y la Umma era él.
El caso es que cuando el atleta aterrizó, con esa explosión de arenas que, sin duda, le recordaría su desierto natal, todos contuvimos la respiración. Yo, en mi casa confortable, con mi cerveza en la
mano y mi mando a distancia, y también todos ellos, en sus casas, tiendas y jaimas, en sus campos de refugiados, sus prisiones, y mezquitas, en sus bases de entrenamiento, sus palacios marbellíes y sus
aviones secuestrados.
Al levantarse, percibí ira en su faz.
Una ira asombrada.
El salto había sido la mierda de costumbre; un saltito de pachanga escolar. Pero aunque estaba en su línea habitual de actuaciones contrastadas, el saltador rugía por sus ojos incendiados indignación y desconcierto.
Pero no podía sentirse decepcionado.
¡No se lo podía permitir!
Dios siempre tiene razón y no le había elegido. Había fracasado porque no era digno. Cualquier otra interpretación le llevaría al pecado, a la herejía, al anatema, a la traición.
Entonces me di cuenta.
Me di cuenta de que durante todos estos años de esfuerzo practicando una disciplina exótica en su Arabia natal, el saltador también estuvo perdiendo el tiempo, y ahora, sólo ahora, se enteraba de la verdad.
Y esa verdad irrefutable recorrió todo el planeta para engarzarnos con un mismo hilo. Recorrió continentes y océanos para hacernos saber lo que no queríamos saber ninguno de los dos.
Que él y yo éramos iguales.
Dos hombres mediocres, lacerados por la mala conciencia de perder el tiempo.
Yo ya lo había asumido, claro. Miles de años de cristianismo no pasan en balde.
Pero él no.
El pobre no quería entender que sus limitaciones físicas y de entrenamiento eran las únicas responsables de su fracaso, que él jamás saltaría ocho metros, que el salto de longitud siempre será una prueba amañada con el único fin de que los occidentales blancos la veamos por televisión para sentirnos culpables por perder el tiempo.
Y que precisamente por eso, Dios puede que exista, pero jamás se entrometerá en esas menudencias gimnásticas.

4/9/17

Plenitud.

Estoy corrigiendo un listado mientras escucho sin preocupación la insistencia del teléfono. Cansado doy una respiración profunda  y los pulmones se ensanchan. Y siguen creciendo, como si fuese a sumergirme en el agua por un buen rato. Me asusto. No es normal. Hacía tiempo que no tenía esa sensación de plenitud en el cuerpo. Hago dos o tres respiraciones profundas mas y sonrío al notar como el aire me recorre el cuerpo. Me noto mas ligero, mas completo, mejor.
Es entonces cuando caigo... Tecleo una direccion web. Meto el código y... ¡¡Sii!! Ahí está. 
Ha llegado la nómina. 
Por fin he cobrado.  

31/8/17

Insomnio.

Despierta. Se gira en la cama. El reloj marca las 3:02. Bien, piensa, puedo dormir tres horas mas. Cierra los ojos. Intenta volver a coger una postura cómoda que le haga caer en el sueño rápidamente. Parece que va a tardar. Se acaricia el pecho y baja hasta la barriga. Nota  que va engordando día a día. Vuelve a acariciarse y se molesta con la redondez. Ejercicio, piensa, tengo que hacer ejercicio. Y vuelve a intentar encontrar esa postura que lo lleve con Morfeo. No hay manera. Deja de tocarse la barriga. Intenta dejar de pensar pero se ve haciendo abdominales a cualquier hora. Ahora mismo. Ahora es un buen momento. Solo tiene que saltar y comenzar. Mira el reloj: 3:17. ¿Quién se pone a hacer ejercicio a las 3:17? Piensa. ¡Los locos! Se responde. Se acopla la almohada con una mano y la otra vuelve a acariciar la barriga. Los locos y los gordos. ¡Joder esto no puede seguir así! Y de un salto sale de la cama. Se dirige a la otra habitación y coge una esterilla. Va al salón donde hay mas espacio para una serie de abdominales y varios ejercicios. Los mismos que él se ha visto haciendo al poco de despertar. En el salón la luz del ordenador clarea el ambiente. Se sienta frente a él para apagarlo y ve que hay una pantalla blanca que lo incita. Deja la alfombra al lado de la mesa y empieza a escribir. La barriga le impide acercarse mas a la mesa pero no le importa. 

27/8/17

Necesito

Apresuradamente
Manchar un folio
Con el último trozo de saliva
Trabajaré un beso
O un escupitajo
No puedo seguir paralizado
Mientras noto
Cómo afuera
Urge el movimiento


de Nacho Montoto
En el libro de Anónimos
de Cosmopoética 2007

25/8/17

Afoco

Comenzó a mirar las fotografías de los últimos tres meses. Todas estaban desenfocadas. Miró la cámara, los ajustes, tenía el objetivo limpio, el sensor impoluto... todo estaba correcto. Fue entonces cuando descubrió que todas era posteriores a la fecha en la que ella se fue. Nada tenía que ver con la maquina que llevaba. Le había desenfocado la vida.
Foto de Juanka Casas

18/8/17

El préstamo (y III)


A la mañana siguiente cuando Paco vuelve a la pensión tiene un
mensaje de Don Serafín. Lo espera en su casa a las once.
Paco es puntual, desde el salón en un reloj de pared, se oyen las
campanadas. Es doña Esperanza la que lo recibe, su marido no está,
pero si ha quedado con él seguro que viene ya mismo. A ella las palabras
le salen lentas, no sabe que hace ese hombre en su casa, y que
quiere de él su marido. Le sirve a Paco un brandy sin que este se lo
pida, y ella se pone otra copa, el salón es enorme. Cuando se sienta en
el sillón la mujer se derrumba, las lagrimas comienzan a resbalar por
su cara mientras Paco se queda quieto. La mira desde el sofá contiguo
y se levanta. Paco con la copa en la mano, se agacha, le toca el brazo,
y cuando lo mira hace que ella se beba el brandy de un trago. Intenta
sosegar la respiración mientras él le da su copa. La coge con las dos
manos, y vuelve a llorar.
- Mi niña, mi niña.
- Señora. – se atreve a decir Paco.- Señora
Cuando se calma, Doña Esperanza comienza a contarle a Paco lo
que ha sucedido desde ayer. Anita no está, Fernandito ha sido más rápido
que su padre y los dos se han ido del pueblo. Después de contarle
todo desde la noche anterior Doña Esperanza se siente intrigada,
pregunta a Paco a que se debe su visita, es entonces cuando Paco se
ajusta la pistola en un acto reflejo y ella en un segundo comprende.
Desde el salón se oyen pasos, el tiempo justo de levantarse y retirarse
del sillón donde Doña Esperanza ha dejado de llorar. La cara
afligida de ella se transforma en una mueca de sorpresa y miedo. Don
Serafín se asoma al sofá y mirando a Paco le manda que lo siga hasta
la biblioteca.
Su mujer puede oír los gritos desde el salón.
- Eres un inútil – le grita Don Serafín – Te di la dirección, de su
casa, de su trabajo, que necesitas para pegarle a alguien un tiro.
Paco mira a Don Serafín, se mantiene de pie, mientras desde el
otro lado de la mesa le sigue gritando de una punta a otra de la biblioteca.
- ¿Lo ves? – pregunta Don Serafín enseñando un sobre blanco.
– Esto es tu dinero. Veinticinco mil duros para ti. Te hubiese tocado
la lotería, y tú dejas escapar a ese hijo de puta, y encima con mi hija.
Con mi hija, imbécil. Me lo debes.
Lentamente Paco se desabotona la chaqueta, la pistola le asoma
por el lado izquierdo, le pesa, y se dirige a Don Serafín.
- A mí no se me ha escapado nadie, se le ha escapado a usted.
Quizá se equivocó con el chico, quizá se equivocó con su hija. Y estoy
seguro que se equivocó conmigo. – Paco coge su pistola y tirándola
encima de la mesa, le susurra. – Cóbrese y mátelo usted si quiere.
- Hijo de puta. Claro que lo voy a matar, y a ti, no vas a tener
ningún sitio para esconderte. – vuelve a gritar Don Serafín.
Paco abre la puerta, no ve a Doña Esperanza que desde un lado
ha escuchado toda la conversación. Son unos segundos, antes de que
Paco llegue a la puerta de la casa cuando desde la biblioteca se oye
una explosión. Paco se gira, después, continúa su camino, sale de la
casa cerrando despacio.
El JuanCa antes de abrir la puerta, avisa a Paco. La mirilla le ha
devuelto uno de sus sueños.
- Mira que tía, Paco, mira que tía.
Es Carmela la que entra en el garito. Paco la lleva hasta la barra
y la acomoda.
- Este no es lugar para ti..., no es lugar para nadie. – le dice.
- Pues vámonos. Hace dos meses que le enterraron y no me ata
nadie ni nada. El muy cabrón no me dejó ni un duro. Pero su mujer
sí. Ella lo sabía. Me dio dinero para salir de allí, aún no sé como consiguió
hacer creer a la gente que fue un accidente. Me pidió que te
diera esto.
Carmela le da una caja. Paco la abre. Dentro está el Astra 400 y
un sobre blanco que ya ha visto antes. En el sobre, con una letra clara
puede leer:
“Su préstamo está saldado. El mío, ahora, también. Esperanza”
Paco mira a Carmela, ojea el garito unos segundos y le dice:
- Sí, vámonos.

17/8/17

El préstamo (II)


En el salón de la casa se escuchaban los gritos igual que si estuviese
en la biblioteca que es de donde proceden. Anita está sentada
en un sillón, con las piernas recogidas en el pecho. Su cara está roja.
El tortazo de su padre aún le late en la mejilla.
- LA MATO, ANTES LA MATO.- Don Serafín vuelve a gritar.
Doña Esperanza, su esposa, intenta calmarlo. Cuando considera
que es inútil, sale de la biblioteca y señalando las escaleras le pide a
su hija que se suba a la habitación. Anita se levanta y se dirige donde
está su madre, quiere abrazarla, pero la visión del padre al acercarse
a la puerta de la biblioteca, hace que se detenga. Sollozando se da la
vuelta y sube.
Doña Esperanza se dirige a la cocina, una de las sirvientas, al
verla, agacha la cabeza.
- Prepara una tila para niña- le pide a la sirvienta, que parece
relajarse al tener algo que hacer.
Cuando termina la pone en una bandeja, hace ademán de ir a
subírsela pero la señora la para. Le recoge la infusión y se dirige a la
habitación de su hija. Abre la puerta con sigilo. Anita no la ve entrar,
tumbada en su cama, llorando, no distingue nada, se sobresalta cuando
ve una mano que se acerca. Doña Esperanza se sienta con ella y
sin hablar la coge en su regazo e intenta calmarla.
- Mamá, yo le quiero. – le dice Anita.
- No te preocupes. Si tú lo quieres, tu padre, lo comprenderá.
Mejor o peor, pero al final verás como lo entiende.
La plaza está llena de charcos. Anochece pronto en esta época
del año, refresca. Paco pregunta al limpiabotas de la esquina y éste le
señala un callejón. Es la dirección que le ha enviado Don Serafín. Una
casa escondida tras un zaguán. Llama a la puerta. Al abrir, la poca luz
que se distingue detrás, marca una silueta de mujer. Una mano en la
puerta y la otra en las caderas, las piernas se muestran tras una bata
que se transparenta.
- Eres Paco ¿no? – le pregunta la mujer.
Paco asiente. Había soñado alguna vez con encontrarse con una
mujer así, con deslumbrarla, con hacerla suya, con pasar una noche
en la cama y si Dios o el diablo quería, que fuera para toda la vida.
Cuando se da cuenta que no la va a asombrar con su voz, intenta
explicarse. Tarde.
- Pasa, Don Serafín te espera.
Le franquea la puerta y la bata se abre dejando ver un cuerpo
escultural. El mejor adorno de un piso que no tiene ningún libro en
las estanterías, un piso del que Don Serafín es pagador para uso de
sus correrías, o como en este caso, para que su última amante viva
en él.
- ¡Carmela vístete! – la voz de Don Serafín se oye desde el sillón.
Autoritaria-
Carmela, la mujer que ha recibido a Paco, sale por donde ha entrado,
dejando detrás de ella un perfume que revaloriza la estancia.
- Bueno Paco, siéntate – Don Serafín desde el sillón le indica
donde debe sentarse.- ¿Sabrás a que vienes? ¿No?
Paco se sienta delante de Don Serafín, el humo le nubla la vista,
mirándolo asiente.
- El caso es que tengo un moscardón detrás de la oreja y no hay
manera de quitármelo. Además no solo me está molestando a mí, ha
picado a mi hija. Intenté darle un poco de azúcar, pero ni cinco mil
duros le han hecho levantar el vuelo. Así que te he llamado para que
hagas de matamoscas. Esos cinco mil duros son tuyos si me lo quitas
de la vista. Además de zanjar el préstamo.
- ¿Y quién es ese moscardón? – le preguntó Paco siguiéndole el
juego.
En la mesa, con algo de ceniza sobre él, Don Serafín recoge un
sobre marrón que le alarga a Paco. Dentro se encuentra unas fotos, en
ellas un chico joven, guapo, con poco más de veinte años. Detrás tres
direcciones, una, la de su casa, otra, la de la taberna donde puede encontrarlo
por las noches y la última, el local donde trabaja. Durante
unos minutos Paco ojea las fotografías. No pregunta, y tampoco nadie
le va a dar explicaciones. Se levanta y mirando a Don Serafín que ya
ha dado por concluida toda la conversación, sale del salón.
Carmen, desde el pasillo, ve como se acerca. Paco se recrea en la
figura que parece de nuevo buscar el contraluz para marcar unas caderas
que de seguir allí, desafiantes van a llevarlo a la perdición. Ella
le abre la puerta y le susurra un adiós en el oído. Desde el salón, la
voz de Don Serafín, vuelve a sonar seca llamándola. Paco pasándole
la mano por la cintura, recoge el pomo y cierra.
Desde que salió de Madrid, su Astra no lo ha abandonado. La
pistola hace que Paco esté incómodo. Ha perdido el roce que antes
le hacía sentirse tan seguro. Visita las direcciones que le ha dado
don Serafín, va a ser difícil que en la taberna ocurra nada. Suele estar
concurrida, allí todo el mundo conoce al tal Fernandito, se ve un
chico cabal, alguien que sabe lo que quiere y no va a asustarse para
conseguirlo. No le extraña que quieran matarlo. Cuando sale de la
taberna, Paco lo sigue, a él y a tres personas que le acompañan. Tampoco
su casa le parece adecuada a Paco para mandarlo al otro barrio,
es una casa de vecinos. Entrar sin que le vean le va a costar tanto o
más que salir. No se ve con aplomo para intentar una acción rápida,
ni por el dinero que le ofrece, ni por recordar viejos tiempos. Su vida,
aunque otros piensen que no, ha girado más de lo que quisiera. La
noche se le echa encima, y no puede hacer otra cosa que pasear por la
acera. Este niño tiene que salir, piensa. A su edad, solo se quedan en
casa las solteronas. Y a veces ni esas. La luz de su casa se apaga, Paco
se prepara para seguir de nuevo a Fernandito, ahora no hay nadie en
la calle, de hoy no pasa.
Cinco minutos y no aparece nadie en la puerta, quince y han
entrado dos vecinos pero el niño sigue sin asomar. Solo, cuando después
de otros quince minutos, ve pasar de nuevo a uno de los vecinos
de antes se da cuenta que existe otra salida. Fernandito ha volado,
mejor dejarlo para mañana. Va conociendo el pueblo, y en lugar de
dirigirse directo hasta su pensión, se demora por otra calle, la calle de
Carmela. Mira la ventana, su luz está encendida. Se detiene enfrente,
vuelve a notar el peso de la pistola. La toca con dos dedos, suave,
como la cintura de Carmela. Entra en el zaguán y llama.

16/8/17

El préstamo. (I)

Cerca de la plaza de las Descalzas, dos hombres caminan de
madrugada. El de delante, andando a trompicones, con un brazo
sujetado a la espalda, va escupiendo insultos. Intenta girar el cuello
para ver a la persona que lo tiene inmovilizado. Es un hombre
elegante, con un traje oscuro y un flequillo que le cae en la frente
después de haber perdido el fijador del pelo. El hombre que lo sujeta
es desgarbado, parece flaco para el trabajo que ha hecho, llevar por
la calle Postigo a un hombre que le dobla el volumen. En la plaza,
con la poca luz de un farol, le empuja adelantándolo varios metros.
El primero se vuelve, reconoce a Paco, el hombre que le abrió la
puerta en el garito de Don Luis, no le pareció tan fuerte. Ahora,
la mirada que antes sintió de indiferencia, se transforma en odio.
Paco parece buscar en los bolsillos un paquete de tabaco, el otro se
abalanza sobre él con la cabeza a la altura del pecho. Lo esperaba,
del bolsillo de su chaqueta saca una pequeña barra de hierro y retirándose
a tiempo con un pasito corto, como una media verónica,
hace que pase a su lado mientras le golpea en la espalda con el puño
cerrado. El hombre cae al suelo y Paco se agacha para colocarlo al
lado del banco. Después vuelve por la calle Postigo hasta el garito
de Don Luis.
Desde una mirilla ojean la entrada. La puerta se abre y detrás de
ella un gorila le franquea la entrada a Paco.
- ¿Le has dado bien? – le pregunta el gorila nada más entrar.
- No ha hecho falta. – le miente.
- Si yo hubiera estado le abría atizado dos sopapos que no se
hubiera despertado en todo el día.
- Si, JuanCa, pero tú estabas en el baño, cuando tenías que estar
en la mesa.
El JuanCa, que todo lo que tiene de músculo le falta de entendederas,
le hace una mueca a Paco mientras se toca el estómago. Después,
cambiando la cara, le dice:
- Don Luis ha llegado, dice que te pases por su despacho cuando
llegues.
Paco va hacia uno de los salones, la casa es el mejor garito de
Madrid. Después de la guerra quedaron pocos y el jefe está bien relacionado.
Militares de graduación, señoritos de provincias, que viene
a pulirse la fortuna familiar, incluso algún ministro se ha dejado saludar
por Don Luis en su casa. Allí, entre el humo y los licores, con
una mesa, cinco sillas y cuatro hombres nadie diría que hace poco
uno de los jugadores ha abandonado la partida. La habitación está
tranquila, el garito sigue su curso.
- Don Serafín ha preguntado por ti. – Le dice Don Luis – Querrá
cobrarse el préstamo.
- Si...,ya... algún día tenía que tocar.
- Te ha enviado un sobre, para mí hay otro, así que durante unos
días estas a su disposición. No quiero tener problemas con él. Espero
que sepas lo que haces, es un cabrón, ten cuidado.
- Pero... ¿y el local? – Le pregunta Paco.
- Nos organizaremos como podamos. El JuanCa no es muy listo
pero impresiona, y total, en estos días, no aparece nadie por aquí.
Por la mañana Paco comienza a recoger. En la maleta solo lleva
algo de ropa para unos días y la cuchilla de afeitar. Entre dos camisas
deja su pistola, un Astra 400, a la que solo recurre en contadas
ocasiones, cada vez menos. La carta de Don Serafín es breve, debe
reunirse con él en dos días, en su pueblo.

8/8/17

Un tío.


¡Vale! ¡Lo reconozco! Soy un tío. 
Lo sé, lo siento. Quizá esté defraudando a un montón de gente. Gente que me conoce y sabe de mi feminismo convencido. Que desde chiquito he mamado que todas las personas somos iguales. ¡Todas! Hombres, mujeres, tullidos, dementes...¡Todas! Que unos han tenido mas suerte en el reparto y que se debe favorecer la integración de todos. Odio generalizar y pensar que una persona por formar parte de un colectivo tiene que asumir como suyas las estereotipos de ese grupo. ¡No! Para eso también somos diferentes. Y si pertenezco a un grupo o colectivo, yo, como individuo, no tengo por que sostener y creer a pies juntillas todo lo que promulgue o los demás crean que es ese grupo. Para nada. 
Soy un tío. Si, ¿que le voy a hacer? Y hay un montón de cosas que se nos está atribuyendo a "los tíos" por generaciones anteriores, que pueden haberse comportado de tal o cual manera pero yo me niego a asumirlas como mías. Soy un tío y como tal hay cosas en ese estereotipo con las que me siento identificado y otras, muchas otras que atribuís a "todos los tíos", que no es solo que no las comparta, es que las aborrezco. 
Lo que quiero decir, creo que ha quedado claro, es que soy un tío pero no estoy dispuesto a que me juzgues a mi por la idea que tú tengas de un grupo. 

A la mierda



Si, esta es la canción del verano. La del calor, la del trabajo, la que tarareas cuando llega la enésima fotografía de "tus amigos" en la playa, o en terrazas cerveceras. Esta es la canción  que consigue que al día siguiente me levante y lance una sonrisa en lugar de empezar a disparar uno de esos locarrias de Estados Unidos.

Me declaro incondicional de Magama Elemental desde que la escuché.

26/7/17

Días de Infancia.

¡Que hermoso es todo! ¡Hay que ver lo bonita que puede ser la vida cuando se sabe disfrutar de ella! ¡Que cosa mas maravillosa es la felicidad!

La abuela de Alexei Peskov
en Días de infancia.
Máximo Gorki.

25/7/17

Lo mejor que tienes.

Lo mejor que tienes no son tus piernas, ni tu cabello... Lo mejor que tienes es mi imaginación.

De Historias del Savoy. 
Jose Luis Alvite. 



20/7/17

Desasosigo.

Desasosiego: 
   Inquietud, intranquilidad. Falta de sosiego. 


Estoy tumbado en la cama, intentando conciliar un sueño que, como diría Fito, viene y va. La respiración empieza a ser profunda, algún amago de ronquido incluso que ya me ha puesto en guardia pero controlo el sobresalto inicial para que llegue ese sueño. Lo estoy consiguiendo. Todas las partes del cuerpo están laxas, estoy entrando en el sueño, profundo, placentero, oscuro, como un tunel como un abismo, una caida eterna. ¡Tunel! ¡Abismo! ¡Caida eterna! Despierto sobresaltado. No es la primera vez. En los últimos días, relativamente tranquilos, me cuesta encontrar una paz completa. Como si algo estuviese esperando nada mas que despistarme para caer sobre mí. Algo que no controlo, algo que ni si quiera tiene que darme miedo. Pienso en el trabajo, en la familia, en la gente que quiero, nada parece que esté mal, nadie peor que otras veces. Quizá exagero porque la cafetera se rompió ayer. Aunque no importa porque hay otra en casa. El frigorífico que me ha dado varios disgustos en estos días. Esa puta mala costumbre de no encajar bien la puerta. El niño que parece un insociable estando todo el día en casa. Como yo a sus años. Varios días de relax que no han sido los esperados de viaje y diversión pero si que han servido para leer y ver series, vamos... lo que me gusta. Sin embargo... algo no va bien. Estoy descuidando algo y no se el qué. ¿Hago poco deporte? ¿Pierdo el tiempo y debería coger algún curso? ¿Voy para los cuarenta y cinco y mi vida es una mierda? ¿El verano me derrite el cerebro? ¿Soy gilipollas? Bueno, si. Está opción siempre es muy acertada. Me exime de los palos que me llevo después. Pero a mi, precisamente, los palos me llegan por mi tranquilidad. Por no ver los problemas, por fiarme de la gente, por que al final todo, o muchas cosas, me resbalan y vivo en un continuo "carpe diem", pero ahora... ¿quién, o qué es lo que hay detrás de la
esquina? ¿Que es lo que me tiene en ese continuo desasosiego que no me deja relajarme? Sigo sin saber pero desde luego ya me estoy hartando. Lo primero es poner por escrito toda esta moralla, quizá así ponga en claro algo mientras tecleo, lo segundo recordar viejas técnicas de relajación esas en las que aprendes a respirar, ser consciente de lo que haces con tu cuerpo, creo que ahora lo llaman mindfullnes, lo tercero... volver a disfrutar, estoy haciendo últimamente muchas cosas porque creo que hay que hacerlas, no porque me apetezcan y las he metido tan dentro que no me había dado cuenta que ni yo las necesito, ni nadie me las pide. Cuarto dejar que los demás se equivoquen y no estar tan metidos en sus vidas. Eso si, que tampoco me fastidien a mi la mía con sus errores. (Aunque esto con mi hijo es inevitable.) Quinto... no sé, no llego a tanto ahora mismo pero desde luego la sexta y septima van a ser seguro dejar de ver series con temática oscura y sobre todo, sobre todo... echar un polvo que me quite las tonterías.







P.D. Buscando una foto para el texto he encontrado: El libro del desasosiego, de Pessoa. Al que estuve leyendo y buscando biografía hace poco, así que la menos ya tengo una idea de por donde viene la palabra que normalmente no suelo usar. 

19/7/17

Se acabó.

Se acabó. La he presionado y ha terminado por deshacerse. La he visto derramar lágrimas pero no quería que lo nuestro acabase. He vuelto a insistir. Le he recordado que la he cuidado como a nadie, pendiente siempre de su bienestar. Quizá algún día lo olvidé y se que le soy infiel con otras pero... ¡no ha podido darse cuenta! Ella siempre está en casa, en su rincón de la cocina. Sabe que la quiero pero hoy me ha demostrado que no puede seguir aquí. Se ha vaciado por completo y no quiere saber nada. Hoy es un día triste pero también lleno de esperanza. 
Ya me mirado su recambio. ¡Si! Lo sé debería guardar unos días de luto, echarla de menos antes de comenzar con otra pero... es dificilísimo que yo me quede sin café. 

In memorian.

18/7/17

Marcapáginas.

Los marcapáginas acusan de competencia desleal y poca profesionalidad, al parecer no aguanta en su posición más de diez minutos, al dedo índice.

15/7/17

La cita.


Llega temprano. Aún le quedan dos horas para su cita con el médico. Quizá debería esperar en una de esas sillas incómodas donde los pacientes se preguntan por el número y sus dolencias pero decide salir a la calle. Allí, sentado en un poyete, ve pasar la vida en vez de la muerte.

 No me ve cuando llego por su espalda y le susurro que hoy no tendrá que aguardar que lo llamo su médico. Que su hora ya ha llegado.

Mediciones.

La inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. 

Inmanuel Kant. 

14/7/17

El cambio.

Algo se trocó. Siempre algo se troca. Y cambia. A veces podemos decir el día, la hora, el minuto exacto en que las cosas cambian. Aquel día perdiste el último autobús y tuviste que ir a casa andando, las 22:58, y ella giraba. Nunca la hubieses visto, ni hubieses recorrido aquellos 15 minutos caminando juntos si no se te hubiesen caído los libros, si no hubieses saludado a Pepe en el Correo, si hubieses llegado a las 22:57 a la parada. Otras... otras sabemos que cambian pero no tenemos la certeza del tiempo. Vemos que son distintas de como fueron hace años pero no podemos decir si tuvimos algo que ver, siempre queremos ser protagonistas, o secundarios de lujo, en la vida de los demás, lo que sabemos es que ahora nos afectan como si tuviésemos la culpa. 
O al menos esa es la sensación que tengo en estos días. Algo cambia, algo cambió y no se si seguirá haciéndolo pero solo me queda la esperanza de saber que todos los cambios, aunque yo no sea protagonista los voy a descubrir tarde o temprano. Voy a ser partícipe, aunque ahora mismo me cueste tanto entender como funciona la mente de mi hijo. 

10/7/17

Saliendo.

Salir del útero.
Salir de la infancia.
Salir a la calle.
Salir del armario.
Salir de las drogas.
Salir del curro.
Entrar en tu vida.
Salir del anonimato.
Salir del laberinto.
Salir de tu vida.
Salir...
     de la mía.

Lunes 10/07/2017.

Dice que lleva llamando desde hace mas de media hora. Que se ha desgañitado en la puerta y nos hemos olvidado de él. 
Tiene razón. Mi hijo no lo ha escuchado y si lo ha hecho no ha prestado atención. Y yo no quería desperdiciar un ratito en la cama comentando con él el cuarto encierro. Ha tenido que esperar pero ya está en casa. Ha entrado encabronado y peor se ha puesto cuando no le he hecho caso. Me he preparado un café y está refunfuñando en el sofá Esperando que termine de escribir, señalándome su presencia continua. Esperando que cierre el ordenador para plantarse en mitad del salón e imponerse para desde ese momento, para recordarme quien es y que no voy a poder librarme de él en todo el día. 

El Lunes, ha llegado. 

3/7/17

Blancanieves y el cazador.

Era un encargo fácil. Fácil y gustoso. Porque cuando la vieja me dijo que había que cargarse a aquella niñata ni me lo pensé.
- Eso está hecho. Cuando conmigo.
Todo el día de un lado a otro del castillo con su risita y su tontería a cuestas.
Pero entonces... ¡No sé que paso en aquel bosque! Allí estaba recogiendo flores, como si fuese una niña. ¡Y ya andaba por los dieciseis! Con su falda corta levantándose cada vez que daba un tirón a una margarita. No hacía distinciones. Lo mismo cogía correhuelas, margaritas, amapolas o jaramagos pero en cada tirón su falda volvía a subir enseñando sus bragas blancas. Era tan fácil darle una puñalada allí mismo.
Saqué el machete me dirigí a ella y cuando debía clavárselo, o cortarle el cuello. No se, nunca me pensé como matar. Ocurre y ya está. Pero... ¿Como fué que? ¡Joder! Que terminé cortándole aquellas bragas. Y... ¡ni se asustó! Todo lo contrario. Se giró y sonriéndome me acercó su culo a mi polla mientras seguía tironeando flores.




29/6/17

La ducha.

No recuerdo si era ella, o yo, quien salía de la ducha. Pero nos encontramos desnudos uno frente al otro y comenzamos a besarnos. Ella me mordió el cuello y con sensualidad me quitó la cadena que llevaba. La dejó en el lavabo y siguió mordiendo. Fue entonces cuando vi como resbalaba la cadena y entraba en el desagüe la agarré en el último eslabón antes de que se perdiese en las profundidades pero me arrastró con ella. 
Pensé que nos quedaríamos en la tubería, asquerosa por cierto, pero seguimos deambulando hasta entrar en la cañeria general. Por el sumidero escuchaba su voz llamándome. Se me antojó un viaje eterno hasta que llegamos al desagüe principal de la ciudad. Allí, prendida de una enorme rata la cadena colgaba lustrosa. Yo, en cambio, nunca me había sentido tan sucio. Fue una lucha desigual. Algún mordisco del roedor me pilló desprevenido pero pude arrebatarle la cadena. Subí por una de las escaleras de la cloaca. No estaba lejos del piso y el retorno ansiado se hizo angustioso con las miradas de los vecinos. 
Llamé y no abrían. Lo volví a intentar golpeando la puerta, a timbrazos y con gritos. Aparecieron los vecinos y por fin, con una toalla cubriéndole el pecho y otra para la cabeza apareció ella. 
Si, ahora lo recuerdo, era yo quien salía de la ducha y ahora volvía a entrar. 

25/6/17

Buenas intenciones.

El infierno está lleno de buenas intenciones. 
Bubo dixit.
Copiado de su madre que
a la vez lo trae del saber popular.




Todo el mundo ha tenido una novia a la que no le ha podido decir que no. Por que ella lo que quiere es agradar. Lo peor es que a veces cuesta enterarse. Por que a ver... ¿Cuando fue la última vez que desayuné yo en la cama? El día que tuve paperas con diez años y mi madre me trajo un colacao. No es por que no tenga tiempo, es que no me gusta. Pero claro... parece que a todo el mundo le debe gustar desayunar en cama y entonces te encuentras con esa novia que un domingo se levanta temprano y cuando piensas que lleva mas tiempo en el baño de lo que toca te trae una bandeja con tostadas, café con leche, y una flor que a saber de donde la habrá sacado. Y se queda allí mirándote comiendo en la cama, en esa en la que no hace mas de seis o siete horas habéis dejado como un pantanal después de una noche apasionada. Si comer en la cama ya es un suplicio tener que beber café con leche (yo me lo bebo solo) jode mas. No quiero pensar que las flores que trae sean de mi jardinera de la otra habitación, esas que he cuidado con esmero desde hace varios meses, aunque tienen toda la pinta. Pero ya digo que cuesta decir que no. Por eso el día que me invitó a su casa tenia preparado un plan especial para mi. ¡Joder todo sea por agradar! Había comprado cerveza, de la que a mi me gusta, San Miguel, me dijo. Y para allá fui todo ilusionado con un plan de pizza, película y cervezas. Un plan de puta madre si no fuera por que la cerveza era en lata y de esas especiales que parece que estas bebiendote un ceregumil con espuma, la pizza era hawaiana y la película de Michael Haneke. ¡Madre mía! El concepto parecía que lo tenía bien pero los detalles... Con los detalles no daba una. Pero ya digo, que todos hemos tenido una novia a la que cuesta decir que no. Y claro si sigue queriendo agradar y te propone un día de piscina con unos bocatas pues... que uno se apunta. 
Se supone que yo me encargaba de la logística, el coche, el lugar, las toallas, y mientras ella preparaba los bocatas. El mío de salchichón le dije antes de que cupiese cualquier duda. Por que un bocata de salchichón es de lo mejor que tiene el mundo, una de esas cien mentiras que cuenta Sabina para no cortarse de un tajo las venas. O eso pensaba yo hasta que abrí el papel albal en aquella piscina y vi una viena de pan integral con salami. ¡Joder! El salami no es salchichón. Es salami, no está malo pero no es salchichón. El salami no está entre los motivos para no cortarse las venas. Y el pan integral. ¿Pero se puede preparar un bocata con pan integral? El pan integral es para los sandwhich, para los aperitivos de picnic si me apuras pero para "bocata". Los bocatas no se preparan con pan integral. Y la tía te mira con cara de esperar la nota de selectividad cuando piensas que tienens mínino un siete y... y no vas a ser tú quien le diga que tiene que repetir exámen. Así que le pones tu sonrisa de satisfacción plena y le metes un tiento al sucedáneo de bocata como si fuese ambrosía. 
Todos hemos tenido una novia a la que no le hemos podido decir que no. Y vamos descubriendo que trae una de cal y otra de arena. Jode cuando te lo encuentras en el mismo plato pero siempre nos pueden las buenas intenciones. Nos encanta que quieran agradarnos y cuando encuentras a alguien que no para de hacerlo... cuesta decir que no. Por eso no le puse reparos al gintonic que ofrecía después del "bocata". Pero no se en que momento me despisté para que fuese ella quien pidiese y... ¡Joder, un gintonic rosa! Y es entonces cuando te das cuenta que es la mujer perfecta, encantadora, simpática, agradable, la hostia vamos... pero perfecta para otro. 

Gamers vs lectores.

Se ha roto el silencio en casa.

Una manada de lobos aulladores sale por los altavoces de la televisión. Adolescentes bregando con su juego favorito tienen a los personajes de mis libros arrinconados en la cocina. Snake, Drake, The Whitcher, Li y Zelda bregando y corriendo entre las habitaciones, tienen al Salvaje de Juan Guillermo, a Arturo Andrade, incluso al mismísimo Chinaski, acojonados en la cocina. Ahí es donde escribo, esperando que se diluyan poco a poco los pixels para salir cortar la corriente eléctrica. Y es que sin luz... no son nada. 

19/6/17

Vuelta y vuelta.

La cámara va soltando imágenes en el ordenador.
Mientras intento leer muchas chorradas en twitter.
Las fantasías y las risas de facebook.
Me niego a abrir un periódico y el aire acondicionado
me marca los tiempos.
Ana Popovic me canta al oído a través de Spoti,
y la vecina grita. Aún no se se si al perro o al hijo.
Las vacaciones (oficiales) han acabado pero aún
quedan dos días para organizar el mundo,
mi piso, o mi vida.

Aunque ahora mismo me conformaría con
ordenar solo medio decentemente
las carpetas del ordenador.

Ana Popovic

31/5/17

Ya cae.

Ya cae. No, no me refiero al mes de mayo, que también. Un mes que me encanta y este año se ha aprovechado muy bien. Me refiero a que ya viene, que están aquí. que por fin tocan unos días de vacaciones. Este año... (aquí hay un espacio de tiempo en el que me he perdido, he intentado borrar lo escrito por que no me cuadraba, también me han interrumpido pero... voy a pasar. Hoy toca un post de esos de que salga lo que tenga que salir. Pondré estos parentesis cada vez que me interrumpan hoy.) Este año las vacaciones, el tiempo de vacaciones es una mierda. (...) Unos días en los que voy a tener que ir a mi bola, nada de ir con el nene que para eso aún está en clases en ninguno de los dos periodos. Intento convencerme de que no pasa nada, que son las circunstancias y que debería aprovechar ese tiempo para mi, para ir a mi bola. Pero al final lo único que pasa es que no tengo casi nada organizado. Mi preparación para vacaciones se basa en tres cosas: llevar bañador y zapatillas, llevar la cámara vieja medio cargada, y una selección de libros para los próximos quince días. No voy a poder terminarlos todos pero no va a ser por falta de ganas. (...) Debería hacer cuarenta mil cosas. Siempre hay muchos pendientes en mi vida: organizar relatos (esto es algo que no descarto y por eso me llevo el ordenador), limpiar el piso en profundidad, hacer copias de seguridad, (...) arreglar la bicicleta, seguir con el curso de inglés, que va fatal... no sé, algo más productivo. Pero al final... al final sigo igual y no voy a hacer nada que no sea leer, fotos, senderismo y tomar martinis a las doce, un vino a a las dos, café por la tarde, y cerveza o whisky por la noche. Aunque... bien mirado, quizá eso sean unas vacaciones decentes. 

Este es mi último post de mayo, ¡creo! Lo mismo a última hora me sorprendo y el ocio me hace querer compartir algo más. Por que ahora mismo no es esta hora. Ahora mismo, estoy en el lugar de trabajo. ¡No! No estoy trabajando pero casi, porque faltan varios minutos para mi hora de entrada y como estoy en un apartado me están tocando la narices y se supone que no estoy. Que no debería venir nadie. Pero bueno... la cosa está en que estoy escribiendo antes de salir de vacaciones, aunque cuando tú leas esto yo ya tengo medio pie en remojo. (...) (Si llego a tener el pie en remojo desde que he escrito lo último hasta ahora salgo con los "deos corchos".)  Y hoy hay aún muchos pendientes. Entre otras cosas: trabajar. Que ya he empezado. 




Nos vemos. 

30/5/17

Lo que tengo y lo que no.

Tengo doce euros en la cartera.
Setenta céntimos más en el bolsillo
pequeño del vaquero. Y...
cinco días hasta que llegue la nómina.
Tengo cinco responsabilidades
de esas que nunca pediste
y te caen, si quieres bien...
si no, también.
Tengo sueño atrasado
y cansancio adelantado.
Tengo ganas de llorar
pero gasté las últimas lágrimas
cuando tuve que reír.
Tengo suerte
porque aunque desaparece gente
aún me tengo a mi.

23/5/17

El rescate.

Subió los diez pisos hasta la azotea arrastrando la lengua en los todos los escalones de las cuatro últimas plantas. Buscó en todos los bolsilos la llave de la azotea y por fin entró. Abrió y allí seguía ella. Esperando que la rescatasen de un suicidio premeditado. Apresurado, el aliento le faltaba en cada zancada vacilante mientras se dirigía a ella con los brazos abiertos para recuperarla. El ansia fue quien le hizo tropezar y empujarla. Desde el borde la vio volar.

22/5/17

Cambio de aires.

Desde ese día nadie vende barquillos en el parque, ni podemos cambiar cromos, tampoco los novios se besan en los bancos o se esconden tras los arbustos. Desde ese día los pájaros emigraron al sur y nunca volvieron, los árboles se marchitaron y del suelo sigue saliendo un olor a azufre.
Desde ese día, aquel tipo que salió del suelo hizo del parque su hogar e instauró el infierno.

18/5/17

El donante.


Sale con la cara blanca. El hombre que ojea una revista la tira a la mesa y se levanta. Se acerca. 
- ¿Te has mareado?
El otro no contesta, solo hace una mueca. 
- ¿Estas bien? - Vuelve a preguntar el de la revista.
- Que si papá que estoy bien. Es que me han sacado casi medio litro. 
Y el otro le coge la cara le mira con los ojos vidriosos y le echa el pelo para atrás. Le aguanta la mirada a su hijo un segundo antes de poner su frente en la de él que es casi de su altura. Le echa la mano al hombre y lo acompaña mientras intenta poner todo su cariño diciendo:
 - Serás gilipollas. 

15/5/17

Celos

Pensé que era buena idea hacer un trió con los calcetines desparejados. Meterlos con los que ya estaban bien acoplados en el cajón, mas que nada por no tirarlos, por darme una sorpresa cuando fuese a colocarlos. 
No sé que coño ha pasado pero ahora todos están rotos. 

El acordeón.

El acordeón tenía un nombre con letras extrañas. Quizá era checo. No sé. Si recuerdo al tipo, muy rubio, casi alvino. Tocaba entre las mesas, despacio, como si se hubiese parado el reloj. Caminaba lento y su música la acompañaba entre el bullicio de la plaza. Yo esperaba en la terraza con una CocaCola que ella se acercase del tanatorio. No me apetecía entrar y ver gente triste. Cuando llegó a mi lado traía los ojos rojos. Alguien le había contagiado sus llanto. Me levanté y le retiré dos lágrimas de su mejilla. La cogí por la cintura y entre las mesas bailamos aquella música lenta…

…y su sonrisa acompañó al acordeón checo por la plaza.

(Este es un micro de hace años. Uno de esos que traen malos recuerdos, pero buenas sensaciones. Hoy lo he recordado, quizá por la fecha, y lo he rescatado para dejarlo por aquí.)

13/5/17

Mi segunda cama - Borrego (Prod. SilvaBeats)



De vez en cuando mi nene me sorprende con algo que termina gustándome.

La resaca.

Todas las veces que follamos estábamos borrachos. Ella iba de ron, yo de whisky y nos fue bien durante tres meses. Pero un día ella pidió un zumo de melocotón, y yo una cocacola. Y follamos por última vez.

10/5/17

Cáncer

8 de diciembre de 1980 cuando papá salió de la casa a por tabaco. Yo nunca lo recuerdo fumando pero eso es lo que dicen las titas de él. Bueno… eso y otras cosas que mamá me prohibió decir durante muchos años. Por eso ahora cuando sueño que vuelve, que lo veo frente a mi siempre, lo veo con un cigarro en la mano.Ojalá no haya muerto de un cáncer de pulmón.

2/5/17

Un polvo o dos hostias.

La cosa está muy mala
dejo las tostadas con jamón
y me como una manzana.
Creo que voy perdiendo la ilusión
desde que no follamos por la mañana.
Desde que tomo zumo sin nada de ron
desde que no te cambia la cara
y vuelvo a meterme en un marrón.
No es que seas la mala
quizá solo necesitas un revolcón
o dos hostias, y taparte con la sábana
hasta que termine el chaparrón.

30/4/17

La llamada.

Coge el teléfono. Es tu madre, le dice. Y se lo pasa. La escucha decir que no tiene tiempo, que va a colgar. Y entonces le quita el teléfono. Paquita, grita. Que dice tu niña que estas cada día mas guapa, y empieza una conversación mientras que la hija abre la puerta y se va. Yo sigo en el sofá, hago como que escribo pero es mentira, solo tecleo incongruencias mientras tengo la oreja puesta en una conversación y un ojo en la salida de mi mujer. Hace un aparte con el teléfono y me pide un cubata. No puedo seguir haciendo como que escribo y le pregunto que prefiere, gintonic o whisky. Con una mueca, como de que le hace falta algo fuerte, me dice que whisky. Cojo uno de los vasos largos, otro corto para mi. Le coloco dos hielos a cada uno y dejo la botella al lado. Otra mueca mientras sigue hablando con mi suegra para que le eche el trago. Soy generoso, mas de medio vaso largo de Cutty Sark, mientras ella abre los ojos como para explicarme que me he pasado. Entonces le da el primer trago. Lo saborea. Mi suegra debe estar encantada, ya lleva mas de cinco minutos de charla con alguien. Si yo hubiese sido el destinatario ya hacía un rato largo que habríamos acabado la conversación. De hecho cojo mi vaso, le doy un trago y sigo escribiendo. Aparece mi cuñada en la conversación, su viaje, las niñas, los dolores de espalda, mientras yo sigo aparentando que escribo. La pantalla de la televisión cambia de imagen. Se ha hartado de la serie que había en pausa y se ha desbloqueado sol. Parece que se le acaba la conversación y habla de mi esposa. Le cuenta que está tan mal como ella. Un cojín sale volando desde mi lugar hasta el suyo. Otro gesto, esta vez mío. Uno de esos del tipo: no hables de lo mal que está que luego se preocupa. Lo que parecía una despedida sigue alargándose. Tengo que reconocer que entre las dos tienen más palique que yo escribiendo. El folio va con pinta de acabarse y siguen de cháchara. La vida, la vida, la vida es, la vida, la vida que mala es, parecen 091 quejándose lo mal que estamos. Yo miro el reloj de la pantalla. Espero que llegue la hora en la que aparezca Silvia, no debe tardar mucho. Pero aún quedan cinco minutos para que salga el bus de Granada. Ahora sí, ahora parece que ya acaba la conversación pero... ¡Croché! Derivamos en croché. Exactamente… ¿que es el croché? ¡No! Sin lugar a dudas entre dolores, preguntas indiscretas, y tratamientos de belleza, ¿o el croché tiene que ver con eso? Mi suegra ha tenido suerte de que Elisa coja el teléfono y le de vidilla. A mi me hubiese matada. Llega Silvia. Por fin algo de cordura en casa.

29/4/17

Zzzueño.

Me duemo. Empiezo a escribir con la idea de mover los dedos, de tener la mente ocupada en cualquier cosa, aunque sea una chorrada de entrada solo para no volver  a dar una cabezada. (Esos tres segundos de inconsciencia total están sumando algunos minutos y no puedo permitirmelo.) 
Ayer, después de currar salí con algunagente de la estación para dar una vuelta por la Cruces. ¡Impresionante Córdoba! Aunque nos cayese un mantazo de agua entre cruz y cruz. Al fin y al cabo ¿para qué ponen las carpas? El caso es que acabé tarde y hoy el sueño no termina de irse. Lo peor es que me pilla en el trabajo y no hay manera de hacer el paripé y dormirse. (¡Joder, otra cabezada!) 
Creo que no funciona mantener los dedos ocupados, voy a tirar de básicos: agüita en la cara y andar un poco. Pero es que voy a tener que hacerlo ya porque vuelvo a dormime. 




27/4/17

El cumpleaños.

Llegó al local siguiendo las indicaciones que había recibido. Su torpeza le había hecho dar mas vueltas de las que pensaba. Incluso la barba recien afeitada se asemejaba a la de un hipster incipiente. Abrió con la llave que traía el sobre. Ese que ponía: Urgente. En
Sus amigos hacía tiempo que habían acabado con el festín que le preparaban para su sesenta aniversario. Ahora se devoraban unos a otros.

23/4/17

La parada.

Subió los diez pisos hasta la azotea. Tenía que alejarse rápido de allí. Miró a un lado y a otro. Nada. Entonces levantó la vista como una súplica.. Silbó e hizo aspavientos mientras se acercaba al borde.

- Sáqueme de aquí. – Pidió.

La nube lo acogió y el viento empezó a soplar.

18/4/17

Natillas.

Amor es cuando a los dos os chiflan las natillas y la última termina caducando en el frigorífico esperando que sea el otro quien se la quede.


Bubo dixit.

12/4/17

50 mm

¡Decidido! Este año no me mareo. Nada de llevar dos o tres bolsas con aquello que puede hacer falta por si... y luego termina en la mochila en el mismo lugar que le diste cuando empezaste a hacerla para el viaje. ¡No! Este año voy a tirar de básicos. Para todo, para ropa, accesorios, y sobre todo para la cámara. Ni dobles o triples objetivos, ni dos cámaras, ni filtros, ni flash, ni hostias... Este año toca ir en plan fácil, o díficil según se mire.
Y ¿por qué? Pues porque este año apetece hacer fotos. Llevo varias salidas donde he cogido la cámara y no he realizado ni una fotografía. Un viaje a Sevilla, otro a Guadix y la cámara ha vuelto sin  disparar ni una vez. Esta vez no va a ser así. Pero tampoco tengo ganas de estar en plan reportero. Desde hace unos años los concursos de fotografía han proliferado en Semana Santa, al menos en Priego se han juntado hasta tres, y al personal se le va la pinza. Odio cuando un tipo enarbolando una cámara empieza meterse dentro de la procesión, cuando obliga a los penitentes a esquivarlo, a parar incluso el paso mientras se cree un Kevin Carter. Así que esta vez voy en plan tranquilo. Sin prisas, sin buscar excentricidades y aprovechando lo que dé de si un 50mm. Nada de detalles, a no ser que esté muy cerca, solo generalidades. Viendo las procesiones como hay que verlas, desde fuera. Fotos de recuerdos, de gente, de las de todas la vida, mejores o peores, sin forzar, una y para de contar. Nada de ir de fotógrafo de semana santa que últimamente me toca tanto las narices.
El mundo, al fin y al cabo, lo vemos en 50mm.

8/4/17

Las gafas.

Hablaba con un amigo de lo poco que escribo en los últimos meses cuando un tipo nos interrumpe. 
- ¡Oiga! Tengo yo unas gafas para eso. 
- ¿Como?
- ¡Unas gafas! ¡Para escribir!
Miro al tipo con una mueca escéptica. Pero debe ser un vendedor nato y girando la silla se posiciona entre mi compadre y yo. 
- Si, verá usted. ¿A que su problema es la página en blanco? 
- Pues... - Me niego a admitirlo.
- ¡Es normal! Usted antes miraba a una persona y conocía su historia. Mire a aquella señora. ¿Que ve?
- Pues a una mujer. 
- Pero usted antes no veía solo a una mujer. Usted veía historias. Miraba a la señora y podía contar como fue su noche de bodas, la pelea con aquel novio cuando vino de la mili, como lloró en el funeral de su padre. Usted no veía una mujer, antes veía todas las historias que esa mujer tenía tras de si, todas las que podían sucederle, no solo su vida si no todas las vidas que llevaba arrastrando y las que aún pululaban por su alrededor. Y recuperar eso es lo que yo le ofrezco con las gafas. 
Me quedo mirando al tipo como si me hubiese diagnosticado un cáncer y me pusiese en la mano una pastilla para curarlo. Después miro a mi primer interlocutor. Que sigue mirándolo incrédulo. A él no le gusta escribir, no tiene el cáncer. Ni si quiera me deja preguntarle.
- Aquí las tiene. - Me dice sacando unas gafas de sol viejas en una bolsa de plástico.- Son suyas por cien euros. Esto es mejor que cualquier curso que quiera hacer sobre escritura. 
- ¡Cien euros! Solo tengo... ¡Miguel déjame veinte euros! -Le pido a mi amigo mientras miro la cartera.
- ¿Pero que dices tío? ¿Tú estás loco? ¿Le vas a hacer caso a este tio?
- ¡Por tus muerto Miguel! Déjame los cuarenta euros. 
- Pero tío que me dejas sin pelas. Que no vamos a tener ni para pagar estas birras.
- ¡Mira Miguel...! Vete a la mierda y déjame los cuarenta euros. 
Miguel se levanta de la silla mirando al tipo de las gafas, saca el dinero y lo tira en la mesa. Sale apresurado del bar. Yo dejo el resto encima de los dos billetes de veinte y el tipo me alarga las gafas con una sonrisa encantadora. Recoge su dinero y se despide. 

Abro la bolsita de plástico que tiene las gafas. Hace años tuve unas parecidas. Las miro con miedo, están ralladas, cierro los ojos y me las coloco. Cuando los abro giro la cabeza hacia el espejo del bar, lo primero que veo es mi imagen.