Ella no lo sabe pero la miro.
Hace un conato de ejercicio
mientras se apoya en el filo.
Una especie de brazada
con las piernas separadas.
Una incitación al pecado
que me tiene alertagado.
Unas ganas de follar
sin saberla nombrar.
A veces algo de lo que pasa por la vida se filtra en este blog. Otras veces es la fantasía la que se da una vuelta. El formato corto predomina pero siempre hay excepciones.
Ella no lo sabe pero la miro.
Hace un conato de ejercicio
mientras se apoya en el filo.
Una especie de brazada
con las piernas separadas.
Una incitación al pecado
que me tiene alertagado.
Unas ganas de follar
sin saberla nombrar.
Si pudiera elegir, preferiría no confesar, porque con el tiempo ya no sé qué diablos es un pecado. Pero admito que para poder vivir es necesario estar en paz, aunque solo sea con uno mismo.
Gonzalo de Berceo en La Santa Compaña.
De Lorenzo G. Acevedo
Echo de menos aquella indiferencia de bebedor nocturno mientras seguías disfrutando tu copa ante el ajetreo de los camareros recogiendo las mesas.
Bubo dixit.