28/2/14

Leyendo que es gerundio.

Yo había entrado al blog para escribir pero... ¡Hay tanto para leer!


Bubo dixit.

25/2/14

Este mejor no lo leas. ¡Aviso!

¡Cinco entradas en febrero! Ya me vale. Pero bueno... para tener la mano echa leña más de la mitad del tiempo no está mal. Hoy para colmo me he dado un tute de planchar que para mi se queda. Veinte camisa, varios polos, camisetas y dos gintonics es lo que han caído en ese ratito de plancha. Un poquito de música y armarme de paciencia. Estoy haciendo recopilación porque voy a necesitar cantidades industriales de paciencia, entendimiento y todas esas cosas que tocan cuando lo que te pide el cuerpo es que saques una AK47 y te líes a disparar contra todo lo que se menea. ¡Que gustazo! Si no fuera por el disgusto que se iba a llevar mi madre mandaba al otro barrio a más de uno de esos gilipollas que pululan por el curro con pinta de chulo putas. 
Bueno... Me quedaré con las ganas otro día más. De momento voy a ver si me pongo guapo, y me voy un rato a la calle. Que todo no va a ser fastidiarse. 

¡Hasta otra! 

22/2/14

Estación.

Los compañeros se siguen extrañando de que no esté dando cabezazos a alguna de las múltiples columnas que tenemos en el trabajo. Se nos presenta uno de esos episodios, que no por reiterados en los últimos años, es menos dramático. 

Mirad, les digo, estos, los jefes, lo  que nos van a hacer es cambiarnos la vida y primero nos lo tienen que decir. De echo, nos enviaran una carta para comunicarlo, quince días antes como poco. A ellos no los quiero. No son nada en mi vida, ni mi familia, ni la madre de mis hijos, nadie importante. Además, si quieren fastidiarme solo lo pueden hacer en horas de trabajo, ni en mi casa, ni cuando estoy con mi hijo, ni haciendo las cosas que normalmente me gustan, ni siquiera pueden prohibirme nada. Y por su puesto, estos, no me van a dejar la casa hecha un asquito llena de sangre.  Estos, todo lo más me rompen el ritmo. La vida no me lo joden. 

13/2/14

Dry Martini

Esto es un copy+paste de una entrada con más de cinco años. Hoy he vuelto a recuperar el dry martini y me apetecía comentar la jugada.


La primera vez que lo probé no llegó a cuadrarme. D. es un “forofo” de los coctels así que este, tan sencillo, no podía salirle mal. ¡La jodió! Eso de nueve partes de ginebra, una de Martini seco, un poco de hielo y moverlo, es falso. El secreto está “en hacerlo con mucho amor” (- a ver si algún día le sale. – ¡Como me gusta esa frase!) así que al niño, por mucho que lo intente, no se enamora del alcohol, y no le sale. El Dry Martini no se compone de partes. Un buen Dry Martini es arte con algo de hielo.
A veces me he peleado con algún camarero que cree conocer los secretos de este cóctel. Les ocurre lo mismo que a D., conocen la técnica, la teoría, pero no dan con ese puntito. A cualquier cosa le echan Coca-Cola y ya está. Y estará hasta bueno, pero la mezcla necesita de entenderse para que casen bien.
El Dry Martini, como yo lo entiendo, y en esto puede discrepar cualquiera que aporte ideas desde la práctica, es una bebida para hacer en solitario. Preparar cuatro Dry Martinis en una coctelera es guarrear.
Primero, lo suyo, es tener una coctelera de metal. Descartado las de vidrio que no sale igual. Después el hielo, mucho. A ser posible en bloques grandes, los cubitos pequeños se deshacen rápido. La granizada de hielo tiene un punto pero no es el suyo. Ahora viene lo difícil, el Martini Seco. Primero, encontrarlo, que ya cuesta, por que en el supermercado de la esquina no lo tienen, y después añadir la cantidad correcta. La cantidad correcta es: la mínima. Chorreoncito de Martini, poco. Cerramos la coctelera y a agitarlo ligeramente, en cuanto notes las manos frías abres la parte de arriba de la coctelera y tiras el líquido. ¿Dónde está entonces el Martini? Me preguntaron una vez. Pues en el hielo. Por que el hielo lo dejas y entonces abres la coctelera, esta vez por la parte ancha y entonces añades la ginebra. Descarta la ginebra “Lirios” o cualquiera que compres en el Lidl. Con una medianamente decente te pueden salir unos Dry geniales, normalmente está la Tanquerey y la Bombay, para gustos más exquisitos no me da el presupuesto. La medida exacta no sabría decirla, sobre unos tres segundos de caída continua. Una cascada de sabores y olores. Algo así como media copa de cóctel. Después seguir agitando, no olvidar volver a cerrar la coctelera, hasta que la manos vuelvan a estar frías. No es cuestión de congelarse y de conseguir derretir el hielo, es solo cuestión de saborear algo que te gusta. Ligerito. Luego hay que servirlo. Existen vasos de papel, copas de brandy, “cubetas” de güisqui, pero lo suyo es un vaso de cristal con esa forma tan sensual y verter en él, a media copa, la coctelera sin apurar.
Después disfrutarlo con una conversación intrascendente, o mejor, una llamada de teléfono, la opción enterrador, "para mi y todos mis muertos", tampoco es mala,¡pero en frío!
El Dry Martini no debe calentarse. Para eso está la sangre.
Olivia Alexander. Foto: Kelly Segré

11/2/14

En mi cama


Que no pueda escribirte no significa que no pueda soñarte. 

P.D.- Pelín harto de la mano en cabestrillo. Mas bien... ¡Hasta la polla!

7/2/14

Querencia.

Añoro las querencia de la lluvia. 
Querencia de portales y besos.
De dedos fríos bajo los jerseys, 
de chaquetones con hojaldrinas 
mordidas a medias. 
De brindis anísados con toreros y vírgenes. 
Querencia de tus labios quemados y  
de tu pelo con olor a champú de frutas. 
Querencia de tu piel.

4/2/14

Días de colores.

Cristina pinta los días de su calendario. 
A veces son rojos y brillantes. Son días en los que está guapísima. Días de alegría, de sol, de nieve o de lluvia. Días en que alguien la hace feliz, en los que ella hace felices a los demás. 
A veces son verdes. Días de esperar, de esperanza, de ver crecer lo que Cristina ama. Día en los que las cosas, la rutina se hace dueña para buscar un significado a lo que quiere encontrar. 
Pocos veces los pinta de gris. Nunca le vi más de dos seguidos. Cristina no se dejaría llevar por el gris. Es un  color precioso para vestir pero no para sentir, dice ella. Y entonces, antes de que ocurre eso, un tercer día gris pinta, el siguiente de color azul. Cuando sus días son azules... ¡son días de luz! Da igual que haya sol, nieve, o lluvia. Son días en los que ella busca su azul. Y el azul está en el cielo, en el mar, o solo en sus gafas de sol. El azul es un color para sentir. Y ella lo deja todo para que la recubra el azul, para no olvidar, para recordar lo que es, lo que quiere, para recordarse que el blues es más que un color.  
Cristina, a veces, también se enfada y pinta esquinas de sus días en amarillo. Una vez llegó a pintar casi medio día de ese color. Nunca el día entero, no se lo permitiría. 
Cristina pinta los días de su calendario. 
Al menos eso hacia cuando vivíamos juntos, cuando nos emborrachábamos y la ciudad se ponía a sus pies. Cuando la casa se llenaba de amantes y libros, de risas, de limpiezas a la carrera y visitas de padres preocupados. De botellas con más luz que las fotografías que pululaban por casa. 

Cristina pintaba los días de su calendario. Ahora no. Ya no lo hace. Hoy he ido a su casa, su marido no estaba y los niños recogidos en la escuela. En su cocina un calendario grande marcaba números rojos, negros, el veintiocho en gris pero ninguno pintado de color. Ningún día coloreado. Cuando le he preguntado me ha dicho que ahora todos los días tienen el mismo color. Que no tiene azules, ni verdes, que ni siquiera se enfada de amarillo y el rojo solo lo ve en semáforos. Que en su vida está perdiendo todos los tonos. 

Hoy le he regalado uno de mis días azules, quizá el cielo no acompañaba, ni el mar que sigue sin verse en Córdoba, ni el río que baja enlodado, pero solo era necesario cambiar los cristales de las gafas de sol. Solo buscar en las tabernas de hace años un rincón azul, entrar en un portal con vidrieras multicolor, abrazarla bajo un paraguas robado... Hoy tocaba un día azul y cuando se ha marchado le he regalado mis lápices de colores, y una promesa que no voy a poder cumplir. Hoy ella se lleva mis colores pero le quitado uno para marcar mi día de hoy. Su azul, por mi gris.