13/2/16

Olvidadizos.



Es un pensamiento fugaz que me cae a la misma vez que el agua de la ducha. La temperatura del agua es buenísima y me relaja el cuerpo y la cabeza mientras cae. Le voy dando forma a ese pensamiento. Tengo que escribir sobre esto, me digo, y la idea cobra forma en mi cabeza. Comas, puntos, párrafos… Todo se va hilvanando. Lo tengo hecho, solo necesito escribirlo. Y es en lo que pienso mientras termino de secarme. Salgo del baño decidido a ponerme delante del ordenador, dejar el borrador al menos. Abro la puerta. Y desde el pasillo suena una voz.
-          Papáááá.
Y aquí estoy dos horas más tarde, intentando recordar que cual era el post que tan bien  conjuntado tenía. O al menos ese pensamiento fugaz que me hizo construirlo bajo la ducha.

12/2/16

Tempraneros.

Llueve.
Un tipo camina rápido. El paraguas casi no lo cubre. Tira de una correa que lleva a un pekinés. El perro olisquea árboles, papeleras, algún rincón, pero el tirón del dueño acaba con el rastro de lo que busca una y otra vez. Vuelve a ponerse a la altura del dueño y de nuevo ese rastro. Otra parada para oler, otro tirón. Por fin llegan a ese campo verde lleno de hojas. Aquí el rastro se pierde. Mucha tierra húmeda para encontrar el olor que busca. El tipo se ha parado. No hay tirón. Espera el serullo del perro. El animal lo mira, como pidiendo un poco de intimidad bajo el agua. El tipo se impacienta. De nuevo otro pequeño tirón, animándolo a que cague. El perro se pone en cuclillas y suelta su cagada. El dueño coge una bolsa. Se acerca a la mierda y la mira. La recoge. Vuelve a tirar del perro y los dos comienzan a andar. Tira el excremento en una papelera. El perro y el dueño caminan rápido. Los dos van a estar encerrados en un habitáculo durante siete u ocho horas. Uno trabajando, otro perezoso, los dos esperando que sus amos los liberen unos minutos.  

8/2/16

El armario.

Muchas camisas. Tres azules.
Tres blancas.
Infinidad de rayas y algunos cuadros.
Varias lisas.
Y tres para la feria, de lunares.
Seis vaqueros, Levis 501.
La mitad rotos. Tres de pinzas
y uno es verde. Verde exesposa.
Que aún no entiendo que hace
en el amario sin quemar.
Tres trajes con sus años
que me siguen estando bien.
Chaquetones, chaquetas,
dos abrigos y varios impermeables.
Una trenka. 
Zapaos, zapatillas y esparto.
También, para sujetar,
perchas de madera y una de plástico
también dos con alambres
que venían de la tintorería.
Cuatro estantes del Ikea,
uno con polos de colores
otro con camisetas sin estilo
en medio calcetines y boxer
y el último con cuadernos requemados.

7/2/16

Dance me to the end of love.

Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic till I'm gathered safely in.



A Leonard Cohen lo aborrecí en una habitación de hospital. Él cantaba "Dance me to the end of love"  mientras espera que alguien saliese de un intento de suicicio. ¡Con lo que me gustaba y dejé de hacerlo! Mucho ajetreo, mucho papeleo tuve esos días. Muchos sentimientos que salieron a pasear y otros que empujaron los cajones mas escondidos de la cómoda y se instalaron en la estantería de la televisión. Viajan rápido los sentimientos porque algunos que ya pensaba que tenía relegados en uno de los confines de la tierra llegó puntual como un AVE matutino. 
Hoy he vuelto a recoger uno de esos sentimientos. Aún pululan por la casa y aparecen sin avisar. Lo atrapo primorosamente, como dicen que se agarran los gorriones o las espadas. Y lo dejo a mi lado para devolverlo a uno de esos rincones de la cómoda, de esos que no saldrán nunca mas, O solo cuando ellos lo vean necesario. Pero antes busco en Spotify una de mis listas de reproducciones que ya no uso. Una en la que Leonard Cohen se repite una y otra vez. Una que me hace bailar hasta el final. 

5/2/16

Candado trianero.

Esta entrada se escribió en 2009. El ayuntamiento de Sevilla limpiaba de candados el Puente de Triana. A mi, la tontería del candado en los puentes, me jode bastante. Pero te vas a dar cuenta en cuanto empieces a leer. Este año se han vuelto a gastar una pasta en otra limpieza. En Córdoba proliferan por toda la Ribera y es que los tontos no solo van a Sevilla.

Un día un chaval señaló un candado que había en el puente de Triana y dijo: es el símbolo de mi amor. Y tenía razón, el candado era el símbolo del amor que le profesaba a su bicicleta. Algún trianero sevillano le había birlado su medio de locomoción y ahora se veía pidiendo las bicis del ayuntamiento. ¡Jodete con los paisanos! El caso es que dos guiris que había por allí lo escucharon y, sin entenderlo todo, se fueron a la primera ferretería, se compraron un candado, que les salía mejor de precio que el anillo de la joyería vecina, y lo colgaron en el puente. Otro símbolo del amor. Lo que pasa que, claro…, esto de Internet es lo que tiene. La pareja se llega a su pueblo en el quinto pino de Suecia o Bélgica y, como no hay bares, se dedican a poner fotografías de su candado en el puente. A decir que se quieren una “jarta mi arma” y que allí se pusieron de pescaito frito hasta el culo mientras se decian “ailoviu” en el puente Triana. Después llegan más guiris y… a mostrarse más amor. Más candados.

Los sevillanos, que más que andaluces parecen americanos, todas estas tonterías les encantan y cuando ven que la proliferación de candados en el puente es más alta de lo normal, tanto chorizo no podemos tener nosotros para robar tantas bicis, leen en una web argentina lo de su puente. (Esto es importante por que los sevillanos no se van a meter en una web holandesa o algo así, y mucho menos traducir lo que pueda poner) El caso es que se ponen también como locos a meterle más hierro al puto puente.

Por fin el ayuntamiento ha tomado cartas en el asunto. A tomar por culo todos los candados. Creo que solo se ha quejado el dueño de la ferretería de Triana, pero bueno… volverá a vender lijas para los quinquis en lugar de candados para guiris. El que quiera jurar amor eterno, en lugar de un candado en Triana, que se meta en una hipoteca compartida por veinticinco años. ¡Eso si que une!

4/2/16

Profesional.

Es el mejor. Cuando mata a alguien se deshace del cadáver minuciosamente sin dejan ninguna prueba. Después acompaña el alma a su destino para que no quede vagando.