Nos gusta quejarnos. Aunque lo que nos gusta de verdad es que nos oigan, que asientan dándonos la razón. La palmada en el hombro, un “me gusta”. A algunos, les gusta gritar esas razones a quien está detrás de un mostrador. A veces ni si quiera tiene que ver con la queja, pero la reiteramos una y otra vez. Disfrutamos escuchándonos y nos quejamos en el bar, con los amigos, en las redes sociales, ¡eso nos encanta! El problema es que sirve de poco, por mucha razón que tenga, y no llegan a donde deberían.
Así que quéjese, quéjese con hojas de reclamaciones, con denuncias pertinentes. Quéjese argumentando y por los cauces adecuados. ¡Quéjese, pero quéjese bien! Y no le dé el día a los empleados que ponen la cara.
Es el puro desahogo. Me da la sensación que nace más de las pocas expectativas que hay en que hacerlo por los conductos regulares sirva para algo.
ResponderEliminarY sí, al final lo sufren los que dan la cara aunque nada tengan que ver con aquello de lo que nos quejamos.
Besos