23/7/13

Pillapelos

Se acerca a la taquilla. La siguiente es ella. Sus ojos van cargados de tristeza. Al lado de sus piernas delgadas se sostiene la funda de una guitarra. En la mochila lleva todo lo demás. Sus manos abren y cierran un monedero antiguo. La mirada va desde sus sandalias hasta la ventanilla que la espera, una y otra vez. Por fin avanza hasta el mostrador. Pide un billete y sale del vestíbulo. Se dirige hasta los andenes. Anda despacio y la sigo con la cámara de seguridad.
Es su último día en la ciudad. Hace una semana que hacía el recorrido contrario. Bajaba del autobús enérgica, con el paso firme y entonces sus ojos iban llenos de ilusión. Se acercó al mostrador de información y preguntó por la dirección del Conservatorio. Aquel día fui yo quien la atendió. Recuerdo que le hablé de “el Gosando”. La taberna que había hacía años habían visitado los guitarristas añejos de Córdoba. Esa noche la volví a ver allí. 

Acerco el zoom. Una fila de “pillapelos” de colores contrasta con su pelo moreno. Esos, que durante unos días se han estado dispersos por la cocina, en el salón, en mi mesilla de noche.

4 comentarios:

  1. no hay nada peor que ver rotas las ilusiones, por eso hace tiempo que dejé de hacérmelas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Da igual Juana... ¡Nacen otras! Diría que es imposible no hacérselas. Con el tiempo aprendes pero en un descuido... ¡vuelven! Las mismas, otras. Siempre nos ilusionamos si no... Que gracia iba a tener esta vida.

      Eliminar
  2. Preciosos "pillapelos",SI LA VIDA ES FEA...NADA COMO COSAS DE COLORES

    ResponderEliminar

¿Qué me dices?