24/7/13

La marcha.

Preparados. Con zapatillas y gorras, con cámara y pantalón corto. Con ganas e ilusión. Un paso, otro, y el cansancio que se esconde en una de las esquina. Acechando al último paseante. El que en un esfuerzo más se pone en cabeza, levantando la mano. Señalando al grupo una parada. Una petición, una exigencia. Un descanso que la mayoría no está dispuesta a hacer. No han transcurrido más de dos kilómetros y ya sabemos quien va a morir primero.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Algo parecido. ¿No te da coraje cuando emprendes un viaje, un paseo y siempre hay alguien que se harta muy pronto? Obligando al grupo a parar, a llevar su ritmo, y lo que más me jode no es que pare porque se cansa, o porque no le gusta, lo que más me jode es que no va obligado, que sabe lo que hay, donde se mete. Sin embargo fuerza a los demás, impone su ritmo. ¡Coño, quédate en casa!

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. Pues si, pero a veces ocurre que nos hartamos de esa manipulación ¿consentida? (Ahora mismo tengo a mi nene que creo que está haciendo algo así y le queda media hora para darse cuenta porque si no...)

      Eliminar

¿Qué me dices?