Los relatos son como los gatos callejeros. Los ves, les echas el ojo, y parece que te los vas a cruzar pero ellos te ven primero y... se paran, como si fueses a cogerlos y estrujarlos. Se te quedan mirando y tú sigues indiferente, quizá con la suerte de que no te den por una amenaza y sigan su camino para cruzaros, pero no. Sigue esperando que des tus pasos, y te rehuyen, entonces lo sigues, y se esconden en un coche, lo buscas bajo el motor. Lo habías visto, lo tenías centrado, lo puedes describir y... ¡Nada! Se pierden como si fuesen fantasmas y no hay manera de coger uno. Ni gato, ni relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué me dices?