No recuerdo de quien es la frase: "No hay nada mas ridículo que un hombre corriendo tras su sombrero".
Quizá por eso he perdido varios. Bueno... por eso solamente no. El primero lo perdí, mejor dicho, se me escapó en Sevilla. Me salió trianero y por el puente que le da nombre al barrio decidió llegarse a Sanlúcar. Mas que correr, hubiese tenido que nadar para recogerlo. Quizá no fue mi sentido del ridículo, si no mi sentido de la lógica, el que mi hizo despedirme de él desde la barandilla del puente. Decirle adiós con la mano y aún alzada para intentar reterlos y mirarlo desaparecer con el rostro apoyado en la barandilla.
Mi segundo sombrero terminó haciéndose toledano. Se quedó en un piso de una calle con nombre de virgen y dueña generosa como tal pero sin el mismo calificativo. Y es que la salida de Toledo se hizo con mas premura que cálculo. Quizá no era cuestión de vida o muerte pero si de varias hostias que no deberían venir la caso. En mis siguientes visitas a Toledo, ni recuerdo la calle ni sabría poner cara a la nueva propietaria sin localizar un lunar con pinta de duende bajo el pecho izquierdo.
Correr tras un sombrero es, ciertamente, ridículo. Cuando lo recuperes tienes que mostrar la máxima elegancia y si no... dejarlo partir.
P.D. Los sombreros de feria no cuentan entre los que he perdido.
UN LUNES PARA SENTIRSE PLENA
Hace 7 horas