En su día quedaron marcadas a fuego. Una señal en la piel que escocía nada mas mirarla. Un aviso de no pasar con barrera incluida. Un recordatorio perpetuo. Una señal luminosa que marcaba la guía a seguir. Pero a las señales luminosas se quedan sin luz, las cicatrices terminan siendo parte de nuestra vida y las barreras, las líneas rojas se difuminan con el paso del tiempo. Creció la hierba, arbustos que taparon las señales, se limpió tantas veces el suelo que descolorío aquella pegatina de: No Trespassing.
Y las lineas rojas, esas que nos marcan como actuar, las que ni si quiera es necesario que estén por que tú ya las conoces. ¡Tú y todos! Se quedan difuminadas en el paisaje y las obviamos, las cruzamos una y otra vez. No por que no estén si no porque no las queremos reconocer. Y así, como saltimbanquis de lo correcto e incorrecto, seguimos metiendo la pata una y otra vez con justificaciones estúpidas.
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