26/2/23

La llamada.

 El tipo entra en la estación con una maleta de cabina en una mano y una bolsa de Stradivarius en la otra. El sol acaba de salir y le alarga la sombra en el vestíbulo. Se dirige al mostrador de información y pregunta por el autobús a Cartagena. Tiene una voz fuerte, como si fuese un Constantino Romero en un cuerpo moreno y pequeño que no llega a la treintena. Desde información le dicen que no hay autobuses directos en esa dirección. Pregunta entonces por Murcia y sonríe como un niño cuando le comentan que en la tarde tiene una salida. 

- ¡Miré! - Le dice al tipo de información, apoyándose en el mostrador como si quisiera hacerle una confidentca. - Es que... he perdido una mochila con la cartera y necesitaría hacer una llamada a mi pareja para que me comprasen un billete. ¿Podría llamar desde algún sitio?

El tipo de información hace una mueca de disgusto pero coge su teléfono. Le pregunta el número y comienza a marcarlo en el móvil. En la primera llamada se lo pasa al usuario. No te separes del mostrado mientras hablas, le ordena. 

Y entonces comienza una conversación. Al principio parece fácil. El joven con la voz profunda solo necesita que le paguen el billete para volver a Murcia. Pero habla poco. De fondo una mujer con voz melosa le dice que tiene que volver. Que no puede dejar el centro. Que lo hecha de menos pero que debe ser fuerte. El chaval se ve incómodo con la conversación, el tipo de información también, se arrepiente de haberlo obligado a hablar en el mostrador pero ya se ha llevado muchas sorpresas. 

La mujer lo convence para volver al centro. Él solo quería verlos, a ella, a la familia, hace tiempo que no sabe de nada y la nostalgía le podía. Le dice que está fuerte. Que puede aguantar dos o tres semanas en el centro. Que los echa de menos y tiene ganas de verlos. Lo dicen con la voz de Constantino quebrada. Y entonces le pide a ella que los llame. Que estará en la estación. Le promete que no se moverá. Que los esperará en la puerta de la estación. No puede controlar como se le resbala una lágrima cuando le dice adios. 

Le devuelve el teléfono al tipo de información mientras le da las gracias con un hilo de voz. El otro asiente, y cogiendo el móvil le susurra un: Que tengas suerte. 

El de información confía en que aguante el tiempo suficiente para que puedan recogerlo. Sabe que a veces los del centro se retrasan y en unos minutos pasan muchas ideas por la cabeza. Pero no quiere mirar ni un segundo mas y coge, como si fuese una tabla de salvación, el teléfono de consultas. 

El sol le da de  cara mientras sale arrastrando la maleta y una bolsa de Stradivarius. Se sienta en el banco de la puerta. Solo le queda esperar. 

2 comentarios:

  1. ¡Cuánta soledad en ese personaje!
    El amor no siempre es suficiente para curarnos, pero qué difícil es hacerlo cuando sentimos que nos falta

    Me gusta cómo captaste esta escena

    Besos

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    Respuestas
    1. Fue fácil. La tenía justo delante. Es habitual que pasen por la estación gente que huye de los centros de rehabilitación. Y a algunos puedes ayudarlos pero también otros nos han escarmentado con su actuación de después.

      En este caso esperó a que lo recogiesen y volvió al centro. Tardaron casi dos horas en llegar a por él. El vigilante de seguridad salió varias veces por si necesitaba algo con la idea de que no fuese muy tonto y se marchase.
      Dos horas dan para muchos quebraderos de cabeza.

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