La subida ha sido costosa. La llegada, cruzar el umbral del pueblo, tocar con su mano el humilladero que recibe o despide a los visitantes la ha hecho suspirar, el cansancio ha sido extenuante. Busca un sitio donde sentarse. No hay nadie para recibirla, solo un gato que maulla en el abredadero seco de la plaza. Le sonríe y decide acompañarlo un momento. Que bien sienta descansar. También el sol parece querer colaborar en su bienestar. Lo agradece con una caricia al bicho. Que paz.
Una puerta se abre en la plaza.
Esa paz que se siente al llegar a los pueblos.
ResponderEliminarAlivio diría yo.
EliminarQué foto más bonita, y qué buen texto la acompaña. La frase final me encanta. Se abre una puerta y un misterio...
ResponderEliminarSaludos.
Queda bien dejar las puertas abiertas a otras cosas.
EliminarOdio los pueblos son un chusmerio
ResponderEliminarEl ideal de pueblo es muy variado. Yo crecí en uno de mas de 30 mil personas. Hay capitales con menos. Así que mi idea es distinta. Chusmerío hay en cualquier sitio. Incluso en una comunidad de vecinos. Los pueblos, los pequeños, al menos, tienen una tranquilidad que valoro mucho. Luego, por su puesto, para solo unos días. Mi querencia a la ciudad es muy grande.
EliminarAlgunas veces prefiero que me de la bienvenida un gato a encontrarme con alguien más...
ResponderEliminarSaludos,
J.
A mi siempre me hizo ilusión que me recibiera una señora de buen ver, un poco aburrida, que me enseñara el pueblo, me metiera en su casa y su cama e hiciera dulces típicos. Nunca ha podido ser. Pero cuando viajo solo y llego a los pueblos por los senderos perdidos... Incluso aún sigo con esa fantasía.
EliminarLos gatos también están bien pero... no hay color.